sábado, 27 de febrero de 2010

Capítulo IV - Decisión fatal

Transcurrió el tiempo desde que Alexis y Diana se juraran fidelidad y amor eterno. A los dos meses y medio regresa de viaje doña Claudia Del Portal, madre de Alexis, junto con su sobrino, Manuel. Él era un prestigioso doctor, a pesar de tener tan sólo veinticinco años. Había venido de hacer un post grado en Paris, por lo que elevó su status y su buen gusto por la vestimenta. Estaba cansado de las mujeres de Europa, y venir a la casa de su primo, en San Isidro, no cambiaría mucho el estereotipo de las mujeres, altas, blancas, algunas rubias; por eso, al ver a Diana por primera vez, sintió un deseo de poseerla, pero al ver que ésta le correspondía a su primo, no hacia nada, sabía que era como una fruta prohibida, sólo se conformaba en imaginársela desnuda, con su cabello negro azabache, sus trenzas, su contorneada figura. En cambio, doña Claudia del Portal miraba con malos ojos esa relación, la calificaba de absurda y creía que alguna vez se le iba a pasar el capricho a su hijo. Alexis aprovechaba que su madre se iba a trabajar casi todo el día. Cada vez que Alexis llegaba de la universidad se perdía en Diana, la besaba, recorría su cuerpo con los labios, lentamente. Se acostaban juntos, pero inteligentemente no amanecían en la misma cama, para no levantar mayores sospechas de las que se había difundido.
       Todo era felicidad, hasta que un día la madre, extrañada, le dice a Alexis que no encuentra a Diana en ninguna parte, él al escuchar esto no lo podía creer, la buscó en toda la casa, intentó ubicarla por el celular pero ella no respondió sus llamadas. Más tarde, se puso a pensar en donde se habría ido. Llegó a la conclusión de que estaba en su tierra natal, Piura. Justo era viernes y tenia un fin de semana libre, no lo pensó más y fue en busca de su amada. El ya había ido a Piura, pero a la zona burgués, donde están los hoteles cinco estrellas, cerca de la plaza de armas y a las discotecas. Nunca se iba a imaginar que ella viviese en una pocilga.
      Al llegar a Piura, preguntó a los pobladores del lugar donde quedaba la dirección que tenia en un papel, la dirección de Diana, le dijeron que se vaya con cuidado porque al ver a alguien como el, de seguro y le quitaban todas sus pertenencias y a lo mejor lo mataban, era un suburbio ese lugar. Cegado por el amor, no hizo caso y fue hacia aya.
      Salió a abrir la puerta una muchacha desvalida, ojerosa, pálida, era Diana, estaba completamente irreconocible.
      –Principessa, ¿dónde te habías metido? –dijo Alexis–. Estuve preocupado por ti ¿Te sientes mal?
      –Sí –respondió Diana, desganada–. Estoy embarazada.
      Lo dicho, le pareció a Alexis un cachetadón. Retrocedió hasta sentir la pared. Recordó fugazmente, cómo eso de jugar a enamorarse y pasarla bien, traería consecuencias tan nefastas, como esta. Imaginó, abandonando la universidad y ser exiliado de su casa, obviamente, sus padres no iban a permitir tremendo error y lo abandonarían a su suerte.
      –¡Putamadre! Te dije que te cuidaras –argumentó Alexis, con una lágrima que le brotaba del rostro.
      –No te preocupes, lo pensé y… voy a abortar –respondió ella.
       Sintió un alivio al escuchar esto. Aunque detestaba la idea del aborto, creyó que era la única alternativa para tener un futuro digno.
       Compartieron una taza de té sentados sobre la cama, porque había una sola silla. Diana le contó su pasado, de un padre alcohólico y mujeriego, de una madre fatigada por el arduo trabajo que tenia que hacer para mantener a sus cinco hijos. El se sincero con ella y termino por aceptarlo, ella tenia razón, lo de ellos nunca funcionaría. Durmieron juntos por última vez, al despertar buscaron una solución al problema.
       –¿Y qué haremos?
       –Tu primo, Manuel, es doctor, ¿no?
       –Si, ¿y que chucha tiene que ver ese imbécil acá?
       –No sé, por las huevas estudias. Piensa un poco. Pídele ayuda.
       Miles de recuerdos pasaron por la mente de Alexis en una fracción de segundo. Aquel primo ejemplar, que sacaba buenas notas, que había ingresado primer puesto en la Cayetano y que se fue a hacer un post grado en Paris, ese sujeto al que le tenia envidia y cólera, más tarde, seria el que lo ayude a salvar su destino.
       –Ya, bueno, vamos a Lima.
       Tomaron un bus interprovincial, y esperaron ansiosos, cerca de trece horas, el tiempo que dura el trayecto. Esperaron a que doña Claudia no este en casa, para hablar con Manuel. Ahora, Manuel tenía a su primo al frente, mirándolo con la expresión culpable y suplicante que jamás había visto en él.
       –Diana esta embarazada –dijo Alexis sin vacilación.
       Tuvo que repetirlo porque Manuel se quedó estupefacto, no le cabía la idea de semejante equivocación. Dentro de él tenía la esperanza de que la relación de ellos dos acabase, de que ella no era para él ya que Alexis tan sólo tenía diecinueve años en comparación a los veinticuatro de Diana. Tenia la ilusión viva de llevársela lejos de ahí y vivir una vida armoniosa, perfecta, sin problemas.
       Se había negado a la verdad dolorosa que ahora tenia que enfrentar.
       –No me digas nada. No tengo vela en este entierro –replicó apenas pudo sacar la voz.
       Alexis se quedó atónito al saber la respuesta, hundió la cara entre las manos, desesperado.
       –¡Ayúdala!, por favor –suplicó.
       Manuel cerró los ojos y pensó en eso momentos cuando él era un simple soñador esperando a su princesa, esperándola. Nunca se imaginó que esto pasase.
       –Bueno, cómo quieres que la ayude –respondió Manuel, desalentado.
       –Tú eres doctor. Sé que esto va en contra de tus principios y tu ética profesional. Pero, hazle un aborto –sugirió.
       Analizó la idea, puso en la balanza su ética profesional con el amor que le tenía a Diana. No le interesaba mucho el destino de Alexis, ya que en realidad él tampoco lo llevaba.
       –Ella confia en ti. Dice que tú eres el único que puede ayudarla –dijo Alexis.
       –Está bien. La ayudaré. Pero te juro que nunca más te ayudare en nada. Es más, no te volveré a ver nunca.
       –¡Gracias, primo! –atinó a decir Alexis, hipócritamente.
       No esperaron más. Manuel les dio cita en su prestigioso consultorio. No había enfermera, ya que lo que iban a hacer era clandestino, Alexis tuvo que ser su ayudante.
       Ambos primos, eran cómplices de una decisión fatal. Quizás de un aberración a la humanidad. Aunque Manuel nunca había practicado un aborto, el sabia al pie de la letra lo que tenia que hacer. Después de un sinnúmero de horas en las que los tres muchachos se sumergían en angustia. Lograron terminar la hazaña.
      –¡Idiota!, ¡ándate al baño y vomita toda la culpa! –gritó Manuel.
       Acto seguido, Diana vuelve en sí.
      –¿Crees que podré tener hijos?
      –Supongo que sí, pero esta vez búscales un padre responsable.
      Hicieron como si nada hubiera pasado, Diana se fue a su tierra natal, la cual fue acompañada con Manuel. Ignorando que al final se iban a quedar juntos y borrar ese pasado que jamás volverían a recordar.
      Alexis llega a su casa, con fiebre, sudando, seguía impactado por lo que había presenciado. Sufrió un trauma que le dificultó poder hablar. Esto le duró dos años, nueve meses y trece días, lo cual volvió a hablar cuando le pide a Leslie estar con él.

PD. Este capítulo es un homenaje a la gran e ilustre escritora Isabel Allende, gran parte de esta historia ha sido influenciada por un pasaje de la obra "La casa de los espíritus".

sábado, 20 de febrero de 2010

Capítulo III - Amor incondicional

El alba apareció, de repente, de una manera majestuosa, grandilocuente, pomposa, realmente indescriptible. Las estrellas dejaron de brillar como lo solían hacer. Un indescriptible, estruendoso sonido logra sacudir a Alexis de la cama y despertarlo del sueño en el que estaba sumergido. Luego de apagar la alarma de su celular, se da cuenta de que sus padres no están en casa al encontrar una nota que dejó su mamá, encima de la mesa de noche, indicando el motivo de su ausencia. Esto no le interesaba en lo absoluto. Prende la radio y coloca un disc compact de Elektroduendes. Era su banda favorita. Adoraba la música punk. Empezó a asistir a conciertos de rock subterráneo a los catorce años. Desde esa edad comenzó a beber y vivir sin respetar regla alguna. Era un rebelde sin causa. Solía ir a Cailloma a perder tiempo con jóvenes mayores  que él. Vestidos de negro, usaban casacas de cuero, correas metálicas, zapatos ridículos y peinados estrafalarios. Se hacían llamar anarco punks. Siempre lo fastidiaban porque Alexis no tenia ningún motivo para estar en contra del gobierno, peor aún, era de la clase social privilegiada, por eso lo tildaban de burgués. Esto no le importaba mucho. Más tarde, entra a la ducha y se baña escuchando el estridente ruido. Se cambia. Saluda a Diana, la empleada de casa, desayunan juntos. Con un beso en la mejilla se despide de ella y se va en auto hacia la universidad.
En dicho lugar se encuentra con sus amigos y los invita a una fiesta por fin de parciales, en su casa, indicándoles que será destrucción total: sexo, drogas y alcohol. Estos, sin pensarlo dos veces, aceptan.
Regresa a su casa y observa con infinita ternura a Diana barriendo.
–Diana, acompáñame a Ripley.
–¿Qué vas a comprarte, esta vez?
–Para mí, nada.
 – ¿Entonces? –mirándolo extrañada.
 –Haré una fiesta y quiero que estés ahí, divirtiéndote, es por eso que te compraré ropa. No acepto un “no” por respuesta.
–No, Alexis. No puedo aceptarlo, no quiero ser una oportunista, ni mucho menos abusar de tu confianza.
–Siempre has estado desaprovechando tu juventud. Es hora de que vivas como alguien de tu edad. Siempre querré lo mejor para ti.
–Gracias –responde Diana avergonzada.
Al salir de Ripley, le dice a Diana que la espere un momento. Se acerca a un sujeto de actitudes poco inusuales y, sin que nadie se de cuenta, compra diversos tipos de drogas, como éxtasis, speed, metadona, heroína, anfetaminas y LSD.
Más tarde, de a pocos, empiezan a llegar los invitados, no sólo su grupo inseparable de la universidad, sino gente desconocida, amigos de invitados.
–¿De dónde has sacado tanta gente? –comienza Yardel
–Pa’ que veas pe’ papá –haciendo un gesto, con las manos, de grandilocuencia.
–Apuesto que no conoces ni el cincuenta por ciento.
–Ni cagando… más.
Yardel lo mira con una mirada fulminante.
–Ya, ya, bueno, manyaré a un veinte por ciento. En la variedad está el gusto, no seas matachongos.
–¡Puta madre! Puro paracaidista.
Rieron. Entretanto, Thiago besaba a Rita, en el sofá. Yardel bailaba desenfrenadamente. Roberto, Renato y Leslie hacían unas mezclas alucinantes, tomaban whisky, vodka, ron y tequila, alcoholizándose sin medir las consecuencias. Los demás invitados bailaban y se aplicaban un poco de la dosis necesaria, algunos se metían a los dormitorios haciendo que la noche sea testigo de su intimidad. Por primera vez, Alexis estaba sobrio, sano totalmente, sin consumir droga alguna, todo por Diana. La invita a bailar y ésta se rehúsa, argumentando no saber bailar, él no se da por vencido y la logra sacar, como ella no sabía, le enseña unos pasos. Aprovechando que estaba en una canción lenta, se acerca a su oído.
–Gracias por estar aquí –sus ojos brillaban como las estrellas– eres especial.
Ella al escuchar eso se asombra y permanece callada, ruborizada, en realidad ella también estaba enamorada de él. Las horas siguieron pasando. La fiesta concluye a las 6 de la mañana del siguiente día.
En la tarde, Yardel decide visitar a Alexis en su casa para conversar sobre el éxito de la fiesta.
–Oye, ¡estuvo de puta madre!
– Se hace lo que se puede –presumiendo, como siempre lo hace.
–¡Alucina!, habré estado tan pasado que no te vi lanzado –sonriendo mostrando los dientes amarillos producido por el consumo de marihuana.
–No lancé ayer.- responde Alexis bajando la mirada.
–Ni cagando huevón –ceñiendo las cejas– ¿firme?
Alexis había decidido darle una vuelta de ciento ochenta grados a su vida, dejar los malos hábitos, comenzar a ser buena persona, importarse en los demás y no sólo en sí mismo. No había mayor motivo, ¿mayor motivo?, Diana era su único motivo de seguir sobreviviendo a esta dura etapa existencial llamada vida. Sabía que su estatus social no le iba a permitir estar con Diana, por ser de clases sociales abismalmente diferentes pero esto no le importó, nunca le había importado nada; sin embargo,  desde que la conoció supo que es interesarse por algo, en este caso, por alguien, y descubrir aquel sentimiento que lo hacía sonreír y llorar; soñar y aterrizar; querer y odiar.
A pesar de numerosos intentos fallidos de conquistarla; regalándole flores, chocolates, dedicándole canciones y escribiéndole los poemas más cautivantes que se hayan leído; ella no le correspondía, se hacia la difícil. Hasta que un día, entra al cuarto de Diana muy decidido, ella estaba viendo tv y lo apaga.
–Quiero que me respondas lo que te voy a decir.
–¿Qué pasa?, ¿qué quieres que te diga?
–¿Me quieres?, ¿sientes algo por mí?
–No, no te quiero.- responde volteando el rostro.
–Dímelo, pero esta vez mirándome a los ojos. Te conozco Diana, no me puedes engañar.
–Y si así fuera, lo nuestro nunca funcionaria.
–¿Por qué lo dices?
–Mira, soy la empleada de la casa, tú mereces alguien mejor. Somos de mundos diferentes. Esto no es una ridícula telenovela donde la pobre se enamora del rico, esto es la realidad. Te amo, pero nuestro destino es no estar juntos.
Al escucharla decir eso, la coge de la cintura y la besa apasionadamente. Ella corresponde con el beso, pareció que el tiempo se detenía para los dos.
–Olvida esos prejuicios, ¿quieres estar conmigo?
Ella acepta y se vuelven a dar un beso, pero esta vez, fue un beso tan sincero que selló el amor incondicional que se tenían, ese amor verdadero, ese amor capaz de traspasar fronteras.

miércoles, 17 de febrero de 2010

Capítulo II - Una confesión

(Primer viernes del ciclo. Roberto, Alexis, Leslie, Tony, Rita, Thiago, Renato y Yardel a pesar de que sólo tenían una semana de conocerse habían hecho un grupo muy unido).

TONY.- Muchachos, puta que hemos estudiado mucho esta semana, merecemos desestresarnos un toque.
ALEXIS.- Locos, qué les parece si vamos al hueco.
THIAGO.- ¡Jaja! Por mi normal ah.
ROBERTO.- No se dice más. Somos hueco.
RENATO.- Hay somos hueco, que tal gay.
ROBERTO.- ¡Calla oe conchatuvida! Déjame pe.
TONY.- Ya déjense de huevadas, una más y los desahuevo a los dos.
LESLIE.- ¡Compórtense!, parecen idiotas, carajo.
(Se escuchó un silencio que quizás, pareció una eternidad).
ALEXIS.- Siguiendo con el tema. Hay que entrar empilados pues.
YARDEL.- ¿Tienes hierva?
ALEXIS.- Cannabis.
THIAGO.- Disculpen, pero no le entro a esa huevada.
RITA.- ¡No jodas!, ¿lo dices en serio?
THIAGO.- Sí.
TONY.- Acá nadie va obligar a nadie, esto es problema de cada uno.
(Alexis saca la hierba y lo prepara. Thiago al sentirse cohibido no tiene más remedio que probar)
YARDEL.- Ya ves tanta cosa por las huevas.
RITA.- Una piteada cada uno nomás, es sólo para empilarse.
ALEXIS.- Ahora van a ver el rey del party ponerse en acción.
YARDEL.- Oe cawsa tú no eres metal, emo, punk esa huevada.
ALEXIS.- Jaja, nada. Antes era punk, pero eso ya pasó, lo pasado pasado.
YARDEL.- Yo sólo quiero que me la soben. Ojalá pongan Dj peligro, Dj Warner, un poco de perreo intenso.
ROBERTO: Flow de mierda.
YARDEL.- ¡Cha pasa on!
TONY.- Es hora de irnos, nos fuimos

(Caminan en dirección al hueco. Desde la esquina ven en la puerta a dos huachimanes)
TONY.- ¡Putamadre!, ¿todos son mayores de edad, no?
THIAGO.- Yo tengo 17, pero tengo DNI
YARDEL.- ¿Azangarazo?
THIAGO.- Jajaja, nah. Ahora la nueva ley dice que se puede sacar DNI desde los 17 años.
LESLIE.- Entremos.
GUACHIMAN.- Haber, muestren sus DNI
(Todos sacaron sus respectivos DNI. El guachimán los deja pasar).
TONY.- Hay que hacer una chanchita pa’ sacar chelas.
YARDEL.- ¿Cuánto por cabeza?
TONY.- Cheque y medio para comenzar. Hoy tiene que ser destrucción.
(Cada uno entrega 15 soles. Al rato aparece Tony con una caja de margarinas, se sientan en la mesa y comienzan a tomar)
RENATO.- Putamadre, no avisé a mi casa, no importa. Esto no es todos los días.
ALEXIS.- Esto será así, todos los viernes.
(Ríen. De pronto, suena “culipandeo”, Rita, decidida, sujeta del brazo a Thiago y lo saca a bailar. Al terminar el baile lo besa)
RITA.- Discúlpame, es que me gustas.
(Thiago iba a responder, pero ella lo detiene poniéndole un dedo en los labios)
RITA.- No nos apresuremos. Hay que conocernos y después ver que pasa.
THIAGO.- (sonriendo) Está bien, no hay problema.
(Luego Thiago se va al baño y ve a Alexis tirado en el suelo, inhalando un poco de cocaína)
THIAGO.- Qué fue.
ALEXIS.- Nah, acá un toque activándome. Ahorita salgo.
RENATO.- (Sorprendido entra al baño) Thiago, están que te atrasan afuera.
THIAGO.- Hablas pichuladas.
RENATO.- Vamos, vas a ver.
(Salen del baño y ven a un tipo besándose con Rita)
THIAGO.- (decepcionado) ¡Pero que tal perra!
RENATO.- Todas son iguales.
THIAGO.- Y yo ya iba a caer en sus engaños.
YARDEL.- ¡Hey!, ese huevón esta que agarra con ella por la fuerza.
THIAGO.- Quién chucha se creer ese conchasumadre. Le voy a hacer el pare (sujeta del brazo a Rita) Perdiste pe bro, ella vino conmigo. (El otro no se queda atrás y lo empuja. Acto seguido, en defensa de su amigo, Yardel le tira un puñete en la nariz al seductor. Viene el guachimán y los separa)
TONY.- (Encolerizado) Larguémonos de esta mierda.

(Al día siguiente, Rita llama por celular a Thiago)
RITA.- ¿Aló?
THIAGO.- ¿Qué mierda quieres?
RITA.- Discúlpame, me comporte como una perra. Necesito hablar contigo, por favor.
THIAGO.- No sé que pensar de todo esto.
RITA.- Te espero en Larco a las 7 pm.
(Thiago la ve sentada, se acerca y la saluda)
THIAGO.- Mínimo, necesito una explicación.
RITA.- Pucha, estaba ebria, y ese weon vino, me sacó a bailar y luego me besó por la fuerza. Es uno de los tantos ganones que abundan en esos lares.
THIAGO.- No sé si creérmela.
RITA.- (Baja la cabeza) Me gustas mucho, es por eso que quiero cambiar. Dame una oportunidad.
THIAGO.- La verdad, que también me gustas, pero no quiero que me agarren de huevón.
RITA.- Olvidémoslo. ¿Ok?
THIAGO.- Bueno, que más da…
RITA.- Hablemos de nosotros, mejor. ¿Y dónde vives?
THIAGO.- En Breña.
RITA.- Manya
THIAGO.- ¿Y tú?
RITA.- Chacarilla del Estanque.
(Siguen conversando hasta que Rita se siente en entera confianza y decide confesarle su secreto)
RITA.- Lo que te diré, prométeme que no se lo contaras a nadie.
THIAGO.- Ya, normal... Dime.
RITA.- Cuando estaba en quinto año de secundaria, fuimos de viaje de promoción a Punta Cana, nos divertimos un pincho. Pero la cagué, una noche tuve sexo con un pata y lo peor de todo fue sin protección. Al darme cuenta del embarazo, sentí que mi mundo se terminaba, que no iba a tener futuro, un futuro digno, iba ser una deshonra para mi familia. Después de mucho tiempo de analizar con mis viejos sobre ese tema, llegamos a la conclusión de que no abortase. Terminé el colegio con cuatro meses de embarazo. Dí a luz y mis padres firmaron el bebe como suyo, o sea, legalmente es mi hermana.
THIAGO.- (Sorprendido) Pucha, cuanto lo siento.
RITA.- Espero tu discreción.
(Rita se puso a llorar y Thiago no tuvo otra opción que abrazarla, en señal de acompañamiento a su dolor)

domingo, 14 de febrero de 2010

Capítulo I - Determinación

Thiago se sentía muy presionado, era el “día D”, el día que quizás cambiaria su vida: iba a dar el examen de admisión de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Luego de bañarse, escogió cuidadosamente su ropa: polo anaranjado, un jean azul, zapatillas Adidas blancas. Faltaba algo, la correa. Buscó en toda la casa y no la encontró. El tiempo era cada vez más escaso. Mientras estaba desayunando suena el teléfono, era su mejor amigo del colegio, Juan.
      –¿Aló? –levantó el teléfono.
      –Apúrate pues, quedamos a las siete –responde Juan.
      –¡Ah! Disculpa, ya estoy saliendo –mintió para salir del problema.
      Terminó de desayunar y se despidió de sus padres con un beso. “Suerte en tu examen”, le dijeron. Con pasos largos y rápidos llegó al paradero. Se mete la mano al bolsillo y se da con la sorpresa que la ficha de postulante no estaba (en universidades estatales se acostumbra dar una ficha; en vez de un carnet como lo hacen las universidades particulares). No tuvo otra alternativa que regresar corriendo a la casa. Ya con la ficha bajo su poder subió al ómnibus. Al bajar divisó entre la multitud a su amigo.
        –Te estaba esperando cerca de una hora –dijo Juan, apartandose del asiento.
        –Disculpa pasó una serie de inconvenientes.
        Se bajaron en la huaca, la puerta principal. Caminaron cerca de media hora. Su amigo subió a la facultad de ingeniería; él, a la de Derecho. En la puerta estaba un tipo que guiaba a los postulantes cual era su salón, les indicaba según su código. Thiago no sabía su código ya que había botado su carpeta de postulantes antes de entrar. Buscó en todos los salones sus datos y no se ubicó. Desesperado salió y halló como especie de un kiosco en donde atendían problemas. Luego de una larga cola le dieron sus datos y presurosamente se dirigió al salón.
      Eran las diez y su examen comenzaba media hora después. Entró y divisó a la gente que postulaba, todos eran mayores que él, era gente que postulaba más de tres veces, con mucha más experiencia que él. Eso no lo amilanó. Se acercó al profesor jurado y revisó sus datos, puso su huella digital y firmó. El examen era sumamente difícil. Constaba de cien preguntas, cada pregunta valía veinte puntos, pero cada error te bajaba cerca de cinco puntos. Jugar a la suerte era un suicidio. En ese tiempo, el examen no abarcaba todos los cursos, sino cinco cursos referidos a la carrera que ibas más cuatro de matemáticas. Se persigno y respondió cerca de ochenta preguntas.
       Llegó a su casa y se obsesionó por saber su resultado. Esperó hasta la medianoche, hora que se dignaron a publicar los resultados. El corazón le latía aceleradamente, cerca de cien latidos por minuto. Vio su resultado y dijo: “Putamadre, fue pues”. Se resignó y se acercó a sus padres.
      –Qué tal –le preguntaron
      –Nada, ya saben –bajó la cabeza-. No ingresé.
     Era una locura ingresar. Sólo había noventa y tres vacantes para cerca de mil ochocientos postulantes. Qué podía hacer un muchacho recién egresado del colegio con un ciclo intensivo de pre: ¡Nada!
      Solía subir a su terraza en las noches y mirar las estrellas pensando y fumando unos cigarrillos marlboro.
      –¡Putamadre! ya es julio y hasta ahora no he ingresado a la universidad, cómo es posible que mis amigos ya estén en la universidad y yo no. Bueno, ellos están en la San Martín, "el arca de Noe", ahí cualquiera ingresa; mi situación es totalmente diferente, tengo que competir contra medio Perú para unas pocas vacantes. Si sigo así voy a terminar mi carrera cuando esté viejo y ¡la cagada! Además, no sé si economía sea bueno en una estatal, o sea de qué me servirá terminar la universidad si al final no conseguiré trabajo. ¡Pucha! como quisiera estudiar en la universidad del Atlántico, creo que tendré que hablar con mi viejo mañana y ver ese tema.
      Al día siguiente, Thiago llega de la pre, se cambia de ropa, se lava y baja a comer a la mesa.
      –Papá, he estado pensando y no sé si tanta lucha para entrar a una estatal valga la pena. Poniendo un ejemplo van a competir cuatro economistas en un trabajo; uno egresado de la universidad del Atlántico, otro de la de Lima, otro de la San Marcos y otro de la Cesar Vallejo. Sólo hay dos puestos para ese trabajo ¿A quién elijen? Sin pensarlo al del Atlántico y al otro de la de Lima. No hay punto de comparación entre esas universidades.
      –Ya, está bien. Por qué me dices todo eso, a qué se debe.
      –Es que, quiero postular a la del Atlántico.
      –¿Cómo?, ya hemos hablado de eso. Tu hermano aun esta en la universidad, y sería imposible pagar dos mensualidades.
      –A él le falta un ciclo para terminar.
      –Sí, lo sé. Pero, esa universidad es demasiado cara, la mensualidad es casi el doble o más de lo que paga tu hermano en su universidad.
      –A veces hay que hacer un esfuerzo.
      El padre de Thiago se puso a pensar. Le torturaba la idea de pagar más de lo debido, lo que iba a pagar en la mensualidad de su hijo iba a ser casi la mitad de lo que gane al mes. Pero tampoco podía dejarlo solo. Siempre quiso lo mejor para él, así que aceptó que Thiago pueda postular a esa universidad.
      Thiago desde ese momento se puso a estudiar muy duro, se dedicó día y noche. Para letras se puso a leer todos los libros de la pre. Para números, se fue a practicar con un profesor particular que iba todos los días en la tarde. Tenia que soportar a los demás alumnos de ese profesor. Eran unos adolescentes que cursaban la secundaria, pero parecían niños, se comportaban de una manera tan estúpida e infantil. Thiago no les hacia caso y se dedicaba sólo a estudiar, ya que el sueño de conseguir un futuro mejor era más que cualquier cosa. Dejaba el messenger a un lado y se dedicaba a buscar en Internet temas de cultura general, cosa que jamás hacia.
      Muy nervioso se presenta a la primera opción, la entrevista. Entró a la universidad, caminó por los pasillos y esperó su turno afuera del salón donde hacían las entrevistas. Llegó su turno. Un tipo de aspecto rudo y hostil lo invita a pasar. Le hace una serie de preguntas como en qué colegio ha estudiado, sus perspectivas de la universidad y demás cosas. Mostró sus notas del colegio, su promedio ponderado era de quince, como ellos exigían de diecisiete para arriba, no fue admitido.
      No se dio por vencido y se lanzó al examen de admisión, donde ingresó en tercer puesto en su carrera, administración, la cual después de mucho que pensar, llegó a la conclusión de que economía no era su destino sino administración.
      Cumpleaños de Kathy, oportunidad de un reencuentro con la promoción. Toca el timbre, y se escucha que alguien dice: “Mira, ya llegó Thiago”. Entra.
      –Así que Universidad del Atlántico, ¿no? –pregunta Kathy.
      –Si pues, más nada... –responde Thiago.
      –Ya ves, tanto decías que ibas a ingresar a una estatal, que las particulares son para brutos, y terminas estudiando en la universidad más cara –enfatiza Juan.
      –Cambié de opinión pues.- responde burlonamente.
      –Oye, me han dicho que en esa universidad hay unas jermazas -dice Juan.
      –Debe ser. Pero yo iré a estudiar nomás, lo demás es secundario.
      –Ya pues... –respondieron luego de soltar una carcajada.
      –En serio.
      –Esa universidad es fichaza. Ahora tendrás que gastar tu plata y no ser el duro de siempre.
      –Si pues, que huevada –en joda prosigue- Que se cuiden los burgueses, porque ahí va Thiago Paredes Ferreyra a hacer historia.
      Después de ese día, pasa un mes. Llega el primer día de clases. Thiago baja del microbus y se da con la sorpresa que los estudiantes, la gran mayoría, venían en su propio auto, de seguro y unos de los más lujosos de Lima. Se dio cuenta que estaba en una realidad muy distinta a la suya. A diferencia de ellos, el viajaba en microbús, esos que a las siete de la mañana está repleto de gente. Donde el olor de la gente que no se baña se apodera del ambiente. Y Cuando suben ancianas y madres gestantes, él a pesar de sentarse en los llamados "asientos reservados" se hacia el dormido como diciendo "¡Oh!, me cago en Dios". Ese lugar muy pintoresco y popular era su realidad. No se sintió intimidado y entra a la universidad, se dirige a la facultad de ciencias económicas y empresariales. Al desconocer el aula que le tocaba clases se queda inmóvil, en eso, llega un chico alto de pelo rubio ondulado.
      –Hola, tú debes ser cachimbo, ¿no?
      –Ah, ¡hola!... si pues.
      –Soy Tony
      –Thiago, mucho gusto.
      –Y en qué aula te toca.
      –La verdad, no lo sé.
      –¡Qué tal webas! ¿Acaso no te han dado una guía de matricula?
      –Sí, pero no lo traje.
      –¿A qué carrera vas?
      –Administración.
      –Ah, manya. Estarás en mi grupo, o sea en mi aula.
     Dicho y hecho, tenia razón, eran del mismo grupo. Entran al aula y conocen a Roberto, Alexis, Leslie, Tony, Rita, Renato y Yardel, los cuales más adelante iban a ser parte de las cosas más locas y anecdóticas que pueda vivir un adolescente que empieza a entrar a la etapa de la juventud.

sábado, 6 de febrero de 2010

Doncella

Se me hacia tarde, sólo faltaba media hora para que acabara el taller de liderazgo. A medio camino encontré al amigo de mi amigo, Jorge, dialogué con él como haciendo hora, en eso pasa por nosotros un grupo de estudiantes de biología, típicos eruditos sin vida. Pero, en medio de tanto perdedor se encontraba  una chica extremadamente hermosa, ¿hermosa?, no hay palabra que pueda resumir lo bella que era esa chica, de estatura mediana, le pongo sus 1.65, de tez blanca, ojos... aunque no eran azules, en ellos era capaz de ver el cielo, ojos marrones, de figura esbelta como esas modelos europeas. Al verla la segui con el rabillo del ojo, ella, al darse cuenta volteó, cruzamos miradas, eso me puso nervioso y fije la mirada en otra parte. Observe mi reloj, ya era la hora de administración, me despedí de Jorge y me dirigí al salón, quizás, desaprovechando una de las tantas oportunidades de conocerla, pero eso ya es otra historia...

PD. Nunca supe cual era su nombre, asi que le puse, para mi, Doncella; por su gran parecido a Lita Baluarte (Doncella en la gran sangre).

lunes, 1 de febrero de 2010

Lucas, ¿dónde estás?

Regresamos de la casa de Gretel, como es habitual en Lucas, mi perro, estaba parado en la ventana de la sala, esperando la llegada de sus amos. Apenas se abrió la puerta, salió desesperado dándonos una bienvenida con abrazos y besos, y reclamando con sus artimañas, un paseo por el parque, logró su cometido.
Después de eso, cansado, llegué a mi cuarto, y me dispuse a dormir. Entre sueños escuché que mi mamá le decía a mi papá: “Haz pasar al Lucas, que está afuera”, salió y no lo encontró. Al escuchar eso, me levanté y dije: “Si ya salió al parque, ¿Por qué lo han dejado salir otra vez?”, no podía soportar que otro perro desaparezca. Rambo, mi antiguo perro, desapareció, bueno, el siempre salía y desaparecía unos días, hasta que un día nunca llegó, lo fuimos a buscar por todos lados, pero nunca lo hallamos, lo más probable es que fue secuestrado por esos carros que se llevan a los perros para donárselos como material de experimento a las facultades de medicina en las universidades.
      Subí a la terraza y pensé si este mundo es peligroso para cualquiera, qué le podría pasar a Lucas, que es un perro indefenso, muy distinto al anterior perro, que era temerario y bien respetado por los demás. Sentí que el mundo se paralizaba, estaba desesperado, pensativo, no podía dormir, a pesar que ya era madrugada, el frío de la noche no podía detenerme. Pasaron unas horas hasta que apareció Lucas en la esquina volviendo con mis padres, lo fueron a buscar, bajé y lo encontré cansado y feliz. No lo podía regañar ni nada, estaba de más hacer eso, con una sonrisa en mi rostro, me fui a mi cama a dormir, y olvidar ese mal momento.

PD1. Prefiero un perro que una perra 
PD2. Foto tomada en el lejano 2008.