sábado, 28 de agosto de 2010

El profe

      (En el colegio, el profesor de geometría revisaba los cuadernos para las notas finales. Era mi turno)

      PROFESOR.- Supongo que te habrás puesto al día.
      CHRIS (Sonriendo).- Claro pe profe.
      PROFESOR.- Has tenido mucho tiempo para copiar.
      CHRIS (Haciéndose el ofendido).- Qué habla profe. Hice toda mi tarea y sin copiar.
      GINO (A lo lejos, se entromete).- Cuidado profe, es el hijo del dueño de Metro.
      PROFESOR (Mirándome desconcertado).- ¿En serio?
      CHRIS.- Sí, profe.
      PROFESOR (Mientras volteaba las páginas).- Yo pensaba que los dueños de Metro eran chinos.
      CHRIS.- Nada, profe. Eran… mi viejo les compró la franquicia.
      PROFESOR.- ¿Y por qué no estudias en un colegio ficho, tipo Markham?
      CHRIS.- Perfil bajo nomás. No mucha gente sabe, sino, en cualquier momento me secuestran. Mi viejo es pataza del director del Markham.
      PROFESOR (titubeando).- Oye, dile a tu papá si puede recomendarme. Te aprobaría con 18.
      CHRIS (luego de escuchar la risa conjunta del salón).- Pucha, profe, es una broma.
      PROFESOR (Lo mira, sus lentes se caían sobre su nariz).- Toma tu cuaderno.
      CHRIS (Observando el 14 de nota en su cuaderno).- Chévere profe.
      PROFESOR (Con una sonrisa cómplice).- Mínimo. Saludos para tu papá.

viernes, 20 de agosto de 2010

Aprieta el gatillo

El doctor miraba a Emilio con cierta pena. Luego de estar en coma cerca de dos días, Emilio abre los ojos, la luz blanca daña sus ojos.

–¿Dónde estoy? –preguntó Emilio.
–En el hospital –respondió el doctor–, tranquilícese.

Emilio empezaba a respirar con dificultad. Giró la cabeza en dirección del doctor y lo contempló sin mencionar ninguna palabra durante mucho tiempo. Luego quitó la sabana que lo envolvía, se sentó en la cama y se agarró el pecho.

–Doctor, dígame –lo miró sin parpadear– ¿Qué hago aquí?
–Has estado en coma, dos días. No te quiero vender falsas esperanzas –pausó un breve tiempo, esos segundos parecían eternos –, pero...
–¿Pero qué?
–Tienes tres meses de vida –una gota de sudor frio cayó de su cara–. Lo siento.

Emilio apretó los puños y empezó a maldecir. Abrió la puerta con suma violencia y se retiró.

Llegó a su casa y le contó lo sucedido a su esposa, Veralucía. Los dos se abrazaron y lloraron sin consuelo. Emilio se repuso.

–Estos tres meses hay que vivirlos como nunca– dijo Emilio.

Veralucía sonrió y asintió con la cabeza. Empacaron la maleta. Veralucía colocaba la ropa necesaria para un largo viaje. De pronto, Emilio saca de su cajón un revolver. Veralucía lo mira fijamente a los ojos.

–Probablemente los últimos días sufra –cargando el revolver– así que cuando llegué el momento, apretarás el gatillo.
–Pero qué estás hablando.

Discutieron toda la noche.

Al día siguiente tomaron un bus hacía Punta sal. Disfrutaron de su estadía en dicho lugar. Parecía que estuvieran en el paraíso. Ambos renunciaron a sus respectivos trabajos y decidieron gastar hasta el último céntimo de sus ahorros. Se levantaban tarde, desayunaban gaseosa con panes. Estaban en la playa toda la tarde, disfrutando del sol, nadando y corriendo olas. Las noches eran de discoteca: destrucción. Siempre terminaban en algo íntimo, los dos y la noche. Para combatir la cruda realidad consumían drogas. Las preferidas de Veralucía eran los hongos alucinógenos, luego de una dosis rompía a llorar. En cambio, Emilio prefería la cocaína; dibujaba su nombre en la mesa y con una cañita, inhalaba. Esas vacaciones fueron un descontrol total.
Dos meses y medio pasó. Un grave dolor afectó a Emilio. Se doblaba en dos, cerraba los ojos, gritaba como loco. Cada segundo pasaba y ya olía el olor de la muerte. Veralucía quedo mirándolo, estática.

–Amor –dijo Emilio, luego de un gran esfuerzo–, el revolver está al costado de la cama.

Ella corrió, tiró todas las cosas al suelo, en su afán de encontrarlo.

–Ya es hora –dijo Emilio– aprieta el gatillo
Ella no podía creer lo que estaba escuchando. No le cabía en la cabeza echar cinco años de matrimonio al tacho. Aunque sabía que Emilio no tenía cura, no podía matarlo, estaba en contra de la eutanasia.
–No lo haré.
–¿Qué mierda estás hablando?
–Te amo tanto –llorando– no puedo hacerlo.
–Eres una perra. No sirves para nada. Kathy es mejor que tú en la cama. No sé cómo pude estar contigo.

Veralucía abrió los ojos, desorbitados. Cogió el arma y dejándose llevar por el impulso, apretó el gatillo. Un disparo se oyó. Emilio cayó. Su cabeza parecía un río de sangre. Entonces comprendió que lo había matado. 

–Puta madre.

martes, 17 de agosto de 2010

Pre San Marcos

      Comenzaba el ciclo extraordinario en la Pre San Marcos (sólo para recién egresados del colegio), a diferencia de otros; yo no estaba entusiasmado en ingresar a esa universidad, nunca lo estuve. Me parecía totalmente descabellado compartir aula con narcos, terroristas y demás desadaptados, que interrumpan mis clases y demás locuras.
      El primer día recuerdo que me senté adelante. Un muchacho de pelo castaño, laceado, un poco afeminado, me hizo algunas preguntas como para romper el hielo. El profesor de Uso de lenguaje, del cual aprendí mucho, me loqueó un toque. Y los profesores de matemáticas me aburrían.
      Luego me senté al fondo. Me senté con un muchacho blancón, de contextura gruesa, usaba sandalias. Hablaba tonterías y se creía el "bacán”, yo lo miraba nada más, mientras hablaba, yo pensaba: “qué estúpido es este huevón, tremendo sanazo y se quiere hacer el pendejo”. Detrás de nosotros, se sentaba un gordito, usaba siempre camisa y bermudas. Al costado de él, se sentaba Miguel, un tipo callado, era primer puesto en la pre en la carrera de Historia. En cambio, yo era puesto 86 en Derecho. Pasó el tiempo y me hice amigo de estos tres sujetos: Orson, Antonio y Miguel. Siempre vacilábamos a Orson, traía siempre veinte soles en su billetera, más fintoso, nunca lo gastaba, un personaje él.
      Un día, en el break, al bajar de las escaleras vi a una muchacha hermosa, idéntica a Melissa Loza, pero con algunos kilitos de más. Usaba un topcito rosado y un short muy pequeño. “Wow”, dije. Me miró y quedé como el peor idiota, claro menos que Orson. Nunca le hice el habla. Otro día, afuera de salón, mirábamos abajo, perdiendo el tiempo con el loco y vimos pasar de nuevo a esa chica. “Qué rica esa flaca, lo malo que es un poco gordita”, dijo. Le dí la razón.
      Cuando llegábamos tarde, perdíamos medía clase, hasta que toque el timbre del break. Los cerebritos de ingeniería y medicina sacaban sus libros y se sentaban en cualquier sitio, estudiando arduamente. No todo era color rosa. Había chicas huecazas, que sólo iban porque sus papis las habían matriculado.
      –Pucha, todo la gente de aquí son de conos –dijo una chica simpática- La mayoría son de Los Olivos, hay gente hasta de San Juan de Lurigancho.
      –¿San Juan de Lurigancho? –dijo la otra– Aggg.
      Nunca olvidaré ese día ¿Tanta huevada y porque no estudian en una universidad ficha?
      El último día de clases fue extraño. Caminaba con Miguel hacía el paradero.
      –¿Qué te pasa? –me dijo.
      Me había invadido una tristeza inusual. Ya me había encariñado con la pre.
      –Nada –respondí.
      Seguimos caminando. Para no perder contacto le pedí msn.
      El examen final, a diferencia de los demás examenes, ya no era en la misma pre; sino en la universidad. El examen se dividía en dos: clasificados y no clasificados. Salvando mi orgullo y dignidad estuve entre las clasificados. Los asientos no eran de uno, sino de cuatro. La profesora al ver que me dirgía atras, me indicó que me sentara adelante. La chica más agraciada del salón, se sentó a mi costado. Se llamaba Lina. Era muy simpática, pero lo extraño era que nadie la gileaba.
      –Hola –me dijo Lina– ¿tú estás en mi salón no?
      Era verdad. Estábamos en el mismo salón. Sólo que ninguno de los dos nos hablábamos.
      –Claro –respondí, sacando de mi mochila mis lentes de color dorado.
      –¿Usas lentes? –me dijo.
      Qué pregunta tan tonta.
      –Sí –respondí.
      –Te ves bien lindo con lentes –me dijo.
      Sonreí y cogí el examen.
      –Oye me ayudas pues –atinó a decir.
      –Bueno, lo que sé nomás –dije. Por cierto, no era mucho.
      Tres días despues Miguel me envió un mensaje al celular diciendo que había ingresado. Yo, lógicamente no.

PD. Perdí contacto con todos, siempre me preguntaré: "qué será de ellos". Bueno, con todos no, a excepción de Miguel, fuimos a un par de conciertos y siempre estamos en contacto. Ahora él está en cuarto ciclo de Psicología en la Villarreal; yo, en tercer ciclo de Administración en la Ricardo Palma.

miércoles, 11 de agosto de 2010

Fuerza, velocidad y poder III

 “22 de julio del 2006, mi primer concierto punk. ”

Caminaba con mis primas Mishel y Gretel, y mi padre hacia el Gran Complejo. Llegamos. Afuera de dicho local estaba infestado de una juventud vestida de negro. Muchachos sentados en el suelo, sin problemas, conversando al aire libre; tomando tragos baratos y fumando cigarrillos adulterados. Un inescrupuloso vendedor se acercó a nosotros y nos ofreció entradas, al ver que no teníamos, decidimos arriesgarnos. Hicimos una pequeña cola. A la entrada un tipo enorme rebuscaba; si en caso, alguien entrara con un instrumento punzo cortante o alguna droga (En este último caso, la gente la guardaba bien, así que nunca se encontraba).
Entramos justo entre el pequeño lapso de break entre banda y banda. Nos ubicamos frente al escenario a la derecha del pogo. De improviso, subió al escenario Serial Asesino. Con sus palabrotas y saludos mentado la madre logró ensalzar el ambiente. El sonido estridente de las guitarras rítmicas y los gritos infernales de los dos vocalistas llamaba a la gente, formar un gran y salvaje pogo. La gente salía ensangrentada: con la nariz o labios rotos. En esos tiempos los pogos eran brutales no como ahora. Mi padre se cansó y se sentó al costado del tío que vendía discos y parches. Más tarde subió Tragokorto y luego Rezaka. Nunca podré olvidar a Valerie Series, el vocalista con su fina voz era capaz de cautivar a cualquiera y los gritos del chato eran demasiado, una mezcla explosiva, cantando en contra del gobierno “Lucha contra los transparentes”, problemas cotidianos “Hoy es tu día D”, “el programa a efectuado una operación no valida”. Pero Terreviento se llevó las palmas ese día, flameando la bandera del Perú (homenajeando al país por su aniversario) y con ese discurso tan aputamadrado revelando muchas cosas certeras y la realidad del Perú: “país de conformistas, de fracasados, de mediocres, de masoquistas”. En esos tiempos uno se identificaba más con la escena, no como ahora, tanto posero. La última banda que vimos fue Diazepunk que tocó temas como “canción de olvido”, “setiembre”, “algo”, “no fue mi intención”, “nid” y la cerró con “abre los ojos”. Queríamos ver a 6 voltios pero ya era tarde.

PD. Este es un homenaje a mis épocas punkekes, tiempos que quizá no volverán más.