martes, 20 de noviembre de 2012

Creamfields Perú 2012

Abro la puerta de mi casa y veo al loco, salgo, lo saludo y nos dirigimos al paradero. A medio camino saco la cámara de mi pantalón (en una parte recontra caleta) y lo guardo en el bolsillo de mi polera negra. Mientras caminábamos loco me decía un y mil pretextos. Me paré y le dije que si no quería ir no importaba, pero qué chucha iba a hacer con su entrada. Luego de parlotear un rato y al llegar a la casa de Blind, llegamos a la conclusión de que vendiera su entrada. Al ver que no iba a ir con él, le dije a Blind que guarde la cámara en su casa porque no había motivo para llevarla ya que íbamos a ser dos puntas nada más y, además, la web de Loop había recomendado evitar llevar objetos que condicionen el ingreso. Me la bajó. Con Blind nos fuimos hacía la Richi, hacía mi querida alma matter, a esperar el bus del evento. Pensé que no dejarían subir a gente en estado etílico al bus, por eso que no hice previas, pero me llevé la sorpresa que frente al bus la gente se embriagaba sin problemas y control. “Putamadre”, pensé. Subimos. El bus era bien apagado, como decían las malas lenguas, sin música, peor que cementerio. Detrás de nosotros se sentaron un par de gringos, no sé de dónde chucha eran, que hablaban huevadas en inglés. Uno de ellos era bien amanerado y repetía: “Oh, my fucking god”. Más allá, estaban unos wachiturros que pensaban que algún dj iba a tocar un mix del baile del caballo. Sin duda, eran la pose en persona.

El puto bus nos dejó a medio kilómetro del local. Caminamos a oscuras. En el camino un pastrulín me preguntó si tenía grifa. ¿Cara de dealer, qué mierda tenía? Le dije que no y seguí. Llegamos al lugar, antes de entrar, esperamos para vender a alguien la entrada del loco. Le dije a Blind que me ayudara a vender a lo que me dijo que no. Le dije: “si vamos a estar parados como pichulas, mejor entramos de una vez”. No respondió. De pronto, se acercaron a la boletería un grupo de tres chicas bien ricas con un brother. A los segundos se acerca un piraña ofreciéndoles entradas. Ellas no le pararon balón y le obligaron a retirarse. Sin pensarlo me acerqué a ellas, estaba cansado de esperar, y les dije: “Hola, tengo una entrada general, ¿quieren?”. Una de ellas me dijo que sí y me preguntó a cuánto lo estaba vendiendo. Le dije a 120, a pesar de que al loco le costó 139. En la vida iba a venderla al mismo precio o más. No había sentido, frente de nosotros había una boletería donde ellas podían comprar sin correr el riesgo a ser estafadas. La chica vio la entrada y quedamos en que iba a ir hacia la cola con la entrada. Si entraba me pagaba. Chasquié la boca y como no tenía otra opción ya que la gente que venía, todas, tenían su entrada y ya estaba harto de esperar, acepté. Hice cola con el brother que estaba con ellas. El tenía la plata. Lo que me pareció raro que esas chicas eran de la “alta sociedad”, bellas como las estrellas de una noche memorable, mientras que el pata era de rasgos étnicos que al hablar lo asentaba más. Eran totalmente diferentes. “¿Cómo chucha ese huevón sale con esas conchasumadres”, pensé. Había un millón de opciones: o eran amigos de universidad porque no era enamorado de ninguna de ellas o tenía harta plata o por último, era cabro.

–¿Por qué compraste dos entradas? –me dijo extrañado.
–Nada, esa entrada es de un brother que a última hora se desanimó y me dijo que la vendiera –le respondí– medio huevón es ese conchasumadre.
–¿Es tu primer Creamfields? –añadió.
–He ido a eventos de Loop como Superclub y Loop Arena pero es la primera vez que voy al Creamfields.
–Aya –respondió.

Entramos. Me pagó. Una vez con la plata en mi bolsillo nos fuimos hacía el Main Stage donde estaba tocando el che Hernan Cattaneo. En el trayecto compramos un par de latas de Miller y posteriormente una cajetilla de Lucky Strike convertible a un cojudo de seguridad. El pendejo me quería vender a veinte soles la cochina cajetilla. Al final quedamos en diez soles, ya que todas las cosas en los raves se triplican y cuadriplican el precio: las latas de Miller estaban doce soles, la botella de agua personal estaban ocho soles. Debo confesar que no soy un fan del tech house pero un rave sin techno, minimal, deep y tech-house no es rave. Tocó muy sobrio, no deslumbró ni aburrió. Su set fue medio progressive house y medio tech-house.

A eso de las 2;15 am., como decía el set time, subieron al escenario, dos rubias, altas y con una gran sonrisa. Eran las gemelas Nervo. Con su electro house y estilo medio pop sorprendieron a los asistentes. La primera hora estuvieron estupendas. Comenzaron su performance con The way we see the world, luego tocaron we are all no one, you’re gonna love again, Reason, Something to believe in, Irresistible, Here we go (Hard Rock Sofa & Swanky Tunes), Reload (Sebastian Ingrosso & Tommy Trash) y remixes de Nicky Romero como Toulouse, entre otras. La segunda hora estuvo medio aburrida, con el mismo estilo. A mi humilde opinión, darles dos horas en el Main Stage de un Creamfields es demasiado, una hora hubiera sido genial. La gente estaba esperando con ansias el performance de Armin, el dios del Trance, el 5 veces número uno según el TOP MAG. Mientras tanto, nos dirigimos al medio del Main frente a la caseta de Barena, a sentarnos en el puto grass. Cerraron su presentación con unas palabras “It’s been amazing to play in Peru… love ‘u guys”. Déjenme confesarles que me encantó su inglés australiano, demasiado elegante.



El reloj marcaba las 4:15 am, era el turno de Armin. La gente se emocionaba más cada segundo que pasaba. El Main Stage se llenó en un santiamén. Todos querían escucharlo y estar en el paraíso. Su set comenzó con “We are here to make some noise”, sí, el video donde sale haciendo algunos malabares con el balón. Su set fue grandioso. Tocó, de las que me puedo acordar: Emma Hewitt feat Dash Berlin - Waiting, Faruk Sabanci - Elveda, Zedd feat. Matthew Koma - Spectrum (AvB Remix), Beat Service - Fortuna, AvB feat. Jennifer Rene - Fine Without You, Laura Jansen - Use somebody (AvB rework), AvB VS Sophie Ellis - Not giving up on love, AvB feat Ana Criado - I'll listen, Omnia & IRA - The fusion, Gareth Emery feat. Christina Novelli - Concrete Angel, Zedd - Spectrum (AvB Remix), AvB feat. Sharon den Adel - In and out of love. Spectrum fue lo mejor de la noche. En los visuales uno podía ver la letra y cantarla a todo pulmón, los lasers increíbles y los juegos artificiales hacían que la noche sea holandesa, sea trance, sea de Armin. Hubiera sido inolvidable si se tocaba una de Above and Beyond como Sun and Moon o Thing called love, pero bueno, no todo se tiene en esta vida, ¿no? Al terminar su presentación, bajó y como pocas celebridades, humilde, se acercó a los fans que estaban cerca a las barandas y firmó algunos discos, polos y algunos senos. Armin, vuelve pronto, el Perú necesita a gritos un “State of Trance”.




PD1. A muchas personas dentro del local le robaron sus pertenencias como celulares, cámaras, bolsos, entre otras cosas. LOOP, deja de vender tan caro las cosas en tus eventos y preocúpate en invertir en una buena seguridad. 
PD2. El bus del evento (Creambus) debe dejar y recoger a las personas en la puerta del local, no a medio kilómetro. Gracias a eso dieron cabida a accidentes y robos. 
PD3. Inviertan en un line-up más equilibrado, más variado. Mucha gente tuvo que vender sus entradas al ver que el line-up no satsifacía sus expectativas. 

sábado, 10 de noviembre de 2012

Tercer aniversario del blog

      Hola a todos, mis queridos y cultos lectores. Han pasado ya tres años desde aquella vez que obligado por el destino decidí crear un blog. Debo confesar que fue una de las mejores decisiones que hice en mi vida.
      La verdad es que no se qué escribir por esta fecha célebre. En el primer aniversario escribí sobre el origen del blog, como nació y la vez en que pensé en dejar de escribir; en el segundo aniversario no escribí nada, sino colgué un video medio cojudo, so pretexto de tratar de conquistar la mente del consumidor (carajo, me olvidé, pensaba que estaba en mis clases de Marketing), con el verdadero objetivo de presentarme ante ustedes y que puedan saber quién chucha es aquella personilla que mediante sus garabatos virtuales cuenta su no tan afortunada vida.
      Pero bueno, ya que he escrito sobre el pasado y presente, creo que toca escribir sobre el futuro. Dentro de muy poco tiempo eliminaré el blog y escribiré un libro, no sé sobre qué, tengo algunos proyectos en mente sobre una novela pero no sé si se concrete, otra opción (y la más segura) es que seleccione los mejores post del blog y lo reúna en un libro de cuentos tipo “La palabra del mudo”. Escribir un libro y publicarlo es una de las tantas cosas que tengo que hacer antes de morir, indudablemente. Otra cosa que tengo que hacer es ir a un rave importante tipo Creamfields UK, Ultra Music Fest Miami o Tomorrowland. Por mientras me tengo que conformar con los tonos de Loop  y el Creamfields Perú qué, siendo sincero, tienen mucho que envidiar a los europeos.
Ya me cansé de escribir sobre el futuro. Deben darse cuenta que más me gusta escribir sobre el pasado ya que me llega al pincho lo incierto. Amigos, queridos y cultos lectores, gracias por ser parte de esta aventura literaria. Sin ustedes mi blog no es ni mierda, sin ustedes las palabras que escribo serían parte del vacío existencial. 

PD. Les dejo este video para que reflexionen, aunque la vida sea una perra de mierda siempre habrá pequeños momentos tan maravillosos donde puedes escapar de la realidad

lunes, 1 de octubre de 2012

Lima Vive Rock 2012

Mis queridos y cultos lectores, utilizo este medio para escaparme de la realidad, de los problemas mundanos, los exámenes de la universidad, la gente hipócrita y, cómo dice Leuzemia, “A la mierda lo demás”.

Me encontraba sentado en la parte posterior de un bus junto a Maloko y Mishel, intercambiábamos anécdotas, mientras nos pasábamos vasos de alcohol. ¿Qué, chupando en un bus?, sí, y nos llegaba al pincho, en verdad. El pisco estaba potente. Era hora de cerrar la botella y volverla abrir pero cuando estemos en tierra. Nos dirigimos a Plaza Francia y sin importar las reglas, la constitución y toda esa mierda enferma volvimos a chupar, esta vez, con la consigna de acabar el destructivo trago mezclado con gaseosa blanca, contenido en una botella verde y asquerosa. “Recordar es volver a vivir”… no se pueden imaginar cuanto me encantó. Creo que ya era hora de hacer lo que hacía en mis épocas de chikipunk. Sin querer, me había convertido en algo que aborrecía: me estaba convirtiendo en una persona común, una simple oveja del rebaño, consumista, pendiente de la moda y adicto a basuras que contaminan el cerebro (no me refiero a las drogas).

Ancianos, wachiturros, señores desempleados, niños, todo tipo de ser humano pasaba por nuestro lado y nos miraban extrañados. ¿Chupar frente a una iglesia? Ahora que me doy cuenta, fue sin querer, sólo fuimos en busca de un lugar propicio para alcoholizarnos. El celular de Mishel le daba color al conjunto de momentos pasados allí. De fondo se escuchaba canciones del ayer como Rezaka, Tragokorto y esas bandas a las cuales íbamos a apoyar incondicionalmente casi cada sábado mágico. Debido a las necesidades fisiológicas nos enrumbamos hacia el Real Plaza. En el camino encontramos a Alejandra, la hermana de Maloko, y su enamorado. Los saludamos importándonos un carajo si estábamos ebrios. Seguimos tomando. La gente nos miraba asombradas. Una vez que logramos hacer que no quede ninguna gota en aquella botella, corrimos hacía el Parque de la Exposición. “Ya está tocando 6 voltios”, dije. En el trayecto me tropecé y me levanté. No hay nada más rico que correr ebrio una noche semi-gélida frente a postes humanos.

La organización del concierto estuvo aceptable. El ingreso era un poco jodido porque tenías que hacer una gran cola, bueno, eso evitaba el desorden. En la puerta te quitaban botellas desde gaseosas hasta frascos de perfume, también comidas. Entramos. El pasto permanecía verde, perfecto como un paraíso. Recuerdo que en ese lugar dancé dos veces en los concursos del colegio, fui al Rock en el Parque IX, tenía su fucking historia esa huevada. Volvimos a correr hacía el escenario. Un mar de gente nos impedía acercarnos más al pogo. Escuchamos pocas canciones de 6 voltios. Luego tocó Masacre. Debo confesarles que no soy hincha de esa banda y a pesar de mis 6 años de asistir a conciertos subterráneos era la primera vez, según me acuerdo, que los escuchaba. Nos metimos al pogo y a punta de puñetes, feroces patadas, cabezazos y saltos increíbles tornó sentido esa noche. Cuando tocó Rafo Raez y los Paranaoias, salimos en busca de comida. Anticuchos y emolientes apaliaron nuestra hambre. Entramos con más gente, se habían apuntado Alejandra y su enamorado, cabe resaltar que a ellos no les gusta el rock ya que son amantes de la timba y ritmos latinos.

Un gran Daniel F daba vida a canciones indescriptibles como “El asesino de la ilusión”, “la senda del pastel”, “al colegio no voy más”, “Demolición”, entre otras. Me acuerdo que a pesar de que estábamos considerablemente distanciados del pogo entre Mishel, Maloko y yo hicimos un mini pogo. En pleno concierto una pareja de homosexuales empezaron a besarse. Conchasumadre, la gente los miraba sorprendidos, asqueados y confusos. Posteriormente, la pantalla del escenario se desconectó de la realidad y empezó a rotar un video misterioso. Dicho medio audio visual era una parodia a un conocido programa: “Yo ya fui”, explicarlo está de más. Fue muy cómico. De repente, subió La Mente con su ritmo medio hippie, regue y ska. Algunos pastrulos empezaron a saltar y a mover la melena… Las horas pasaban, ya era hora de irnos. Ya habíamos gozado lo suficiente.

PD. Concierto organizado por la Municipalidad de Lima el 22 de Septiembre del 2012.

sábado, 1 de septiembre de 2012

De compras

Era uno de los días más gélidos del año. Esperaba que pase alguna combi medio vacía con gran impaciencia. Luego de un rato paro una. Era destartalada y sucia. La cobradora abre la puerta mientras decía: “Metro, Puente nuevo, Plaza Italia…”. Subo y observo todos los asientos, dos estaban vacíos. Una misteriosa chica me observaba con gran detenimiento, la miro y sin reconocerla le digo que me dé permiso para sentarme en el otro asiento. “Hola Chris”, me dijo al mover sus piernas para que pueda dirigirme al asiento. Le respondí el saludo sin mostrar asombro alguno mencionando su nombre fríamente y dándole un beso en la mejilla. Conversamos un poco, me dijo que estaba en el tercer ciclo en la Científica, también me pregunto si la tenía en facebook, a lo que le respondí que no; intercambiamos algunas palabras hasta bajar. Ambos, dadas las coincidencias de la vida, bajamos en el mismo paradero.

Queridos lectores, déjenme confesarle que aquella chica, Jaqui, estuvo perdidamente enamorada de mí en las épocas de secundaria. Ella estaba en cuarto y yo en quinto de secundaria. Junto a su amiga Lorena me seguía a todos lados, pero yo no le paraba balón. Si me dijeran que ella mantiene aquel sentimiento hasta ahora, creo que estaría con ella, ya que no es para nada fea, al contrario, además, que estudie en la Científica le da un plus, la hace más interesante. Pero, bueno, ustedes se preguntaran por qué no estuve con ella, la respuesta es muy simple: en ese tiempo yo estaba perdidamente enamorado de otra persona, solo tenía ojos, mente y alma para la linda Mim. Ella era menor que yo, cursaba el tercero de secundaria, pero eso nunca me importó. Nunca podré olvidar los momentos tan perfectos con los que pasé con Mim, fue mi confidente, siempre estaba ahí con su inmensa sonrisa… Señores y señoras del jurado, discúlpenme por desviarme del tema, pero la añoranza fue más, seguiré con este intento de cuento de una vez, antes de que brote alguna fina gota por mi rostro.

Miro a mi alrededor, el tráfico era un caos, la gente como hormiga cruzaba torpemente la pista. Entro a Metro. Saco mi celular de la mochila. Veo una llamada perdida de Zeila. Me extrañé porque ella había llegado primero que yo. El cielo seguía gris. La llamo. Me dijo que estaba adentro del cine, en el primer piso. Una vez que la encontré nos fuimos al paradero. En el bus conversábamos acerca de nosotros, acerca de cosas importantes y también de cosas triviales… infinidad de cosas. No salíamos desde diciembre del año pasado. Como siempre nos pasamos de paradero. Caminamos rápidamente y con sumo cuidado. La zona era peligrosa pero aun no era de noche. Llegamos a Jr. Trujillo y respiramos con tranquilidad mientras Zeila me contaba que a un sujeto de su universidad le hacían bullying. Entre risas y carcajadas llegamos a Saga.

Mi presupuesto era de doscientos soles, era lo único que había llevado, no quería gastar tanto en ropa. A raudos pasos nos dirigimos a la sección hombres y vimos poleras de doscientos cincuenta hasta trescientos soles. “¡Puta madre!”, pensé. Luego de buscar por todos los rincones encontré una polera negra de ciento treinta soles. “Esa puede ser”, le dije a Zeila. Ella me respondió que me la probara. En el vestidor, mirándome al espejo, vi que me quedaba perfecto. Salí y dije: “ésta es”. Al momento de pagar descubrí que la polera estaba ciento veinte soles, sonreí. Salimos y caminamos y caminamos por el Centro hasta que Zeila me hizo detener para entrar a Oeschle. En dicho lugar había buena ropa, casi de la calidad de Saga pero mucho más barato. “¿Cuánto tienes?”, me dijo Zeila. Le respondí que me sobraba ochenta soles. “Entonces cómprate algo más”, insistió. Pensé rápidamente, no había ido hasta allá solo por una polera así que acepté comprar algo más. Busqué y busqué y decidí comprarme una chompa a rayas. Al caminar, Zeila se percata del precio y me dice que está ochenta soles y no sesenta como pensamos. Me sentí en una encrucijada. “¿No te alcanza?”, me dijo Zeila. Le respondí que sí, que me alcanzaba a la justa y que me quedaría sin pasaje. Ella me dijo que me prestaría para el pasaje y que compre la maldita chompa. Hago la cola para pagar, una vez que es mi turno le entrego la chompa a la chica y ella me pide mi número de DNI, extrañado se lo di. “Son cuarenta soles”, me dijo. Nos miramos las caras Zeila y yo. Zeila le preguntó si en verdad ése era su precio, a lo que la chica respondió que sí. “Me engañaste”, le dije a Zeila con una sonrisa. Y nos fuimos. Creo que antes de ir a Saga, hubiera ido a las otras tiendas y así hubiera gastado mucho menos, pero que chucha, lo hecho, hecho está. Además creo que aquella polera vale el precio.

miércoles, 1 de agosto de 2012

Promesa bajo las estrellas

Estudiaba en un colegio particular, aunque parecía militar debido al gran énfasis que le daban a los desfiles escolares. Todos los días, a las tres de la tarde, empezaban los ensayos. “Buenas tardes”, indicaba el instructor. Uniformemente, devolvíamos el saludo de una manera seca y tajante. Después, cada alumno se ubicaba donde correspondía. Rápidamente cogía la pancarta y me ubicaba delante de la escolta. Pertenecer a la escolta era lo mejor que podía anhelar un alumno: ser popular, tener a todas las chicas que se pueda y sobre todo, faltar a clases cuando habían desfiles. Si los ensayos salían mal, el instructor se desquitaba con el batallón

–¡Escritor! –con una voz enérgica me llamó el instructor.

Era un amante a la literatura. Recitaba poemas de autores clásicos, románticos y los llamados poetas malditos. Leía novelas. En mis más locos y remotos sueños me veía como un escritor mundialmente conocido, un best seller. Tenía un blog muy leído. Escribía historias de sexo, drogas, alcohol y unas cuantas románticas. Era un éxito. Todos en el colegio leían lo que escribía. 

–¡Sí, instructor! –respondí.
–Quiero que te encargues de estos inútiles –aseveró, retirándose del lugar. 

Casi siempre me dejaban al mando del batallón. Ver sufrir a los demás era lo más divertido. Les mandaba hacer ejercicios físicos extremadamente pesados. Los pobres chiquillos, sudando sangre, obedecían mis indicaciones. Un día sucedió lo inesperado. 

–No sé a quién le habrás ganado –dijo un muchacho osado, tenía un erizo en la cabeza y un corte en la cara–, pero tú no me vas a dar órdenes.
–¡Ah!, machito te crees –empujándolo con mucha fuerza–. Si no me obedeces es como si no obedecieras al instructor ¡Lárgate! ¿Qué diablos haces aquí, entonces?

Con los ojos enrojecidos, apretando los dientes, me lanzó un puñete. Le devolví el golpe. La pelea fue interrumpida por mis compañeros. El instructor nos observó y se acercó enfurecido. Le dijo al muchacho que ya no regrese a los ensayos. Mientras tanto, los miraba, quitándome con la mano un poco de sangre que brotaba de mis labios.

–¡Y tú! –parecía que iba a estallar –sigue así escritor. Eso es lo que busco, gente con huevos.

Un gran estrado, bancas rodeando toda la pista y la calle polícroma caracterizaban el día festivo que era, el aniversario del colegio. Estábamos parados frente al estrado, luciendo nuestro uniforme de gala, orgullosos. Una chica subió al estrado a recibir el premio de campeona en matemáticas. Era Cami. Una muchacha responsable, la número uno en conocimientos; pero a la vez, la más fastidiada, las chicas populares se burlaban de sus lentes enormes, sus dientes con fierro pegado y su falta de confianza. 

****

El tiempo pasó en un abrir y cerrar de ojos. A un mes de la fiesta de promoción, el profesor tutor hizo una reunión con los alumnos para acordar los pormenores de dicho evento. Todos tenían pareja, a excepción de Cami. Yo iba a ir acompañado de Brissa, una chica diferente a mí: no tenía nada en el cerebro.

–Cami –dijo Brissa–, ¿con quién vas a ir?
–No sé –bajando la cabeza–. No tengo con quien ir.
–Anda con tu papi –se oyó, seguido de carcajadas– que triste que nadie quiera acompañarte.

Todos se rieron y siguieron burlándose. Cami se sacó los lentes, una fina lágrima brotó por su rostro. Avergonzada, salió del salón. La broma había llegado demasiado lejos.

–¡Todos ustedes son unos idiotas! –grité con gran furia– Incluido usted, profesor, no hace ni mierda, ve que joden a Cami y usted no hace nada.

El profesor, perplejo, observaba la escena desde el ángulo más oscuro. 

–Y tú Brissa –mirándola con odio– búscate a otro imbécil que te acompañe.

Corrí detrás de Cami. Bajé las escaleras. La encontré en medio del patio.

–¡Cami! –acercándome a ella– Espera un momento.

Ella se detuvo y miró hacia atrás.

–No llores –le dije, secándole las lágrimas con mis dedos– esos imbéciles no merecen ninguna lágrima tuya.

La abracé tan suave, mis manos recorrieron su cintura. Ella correspondió el abrazo. Acerqué mis labios por su oído y susurré: “¿Quieres ser mi pareja de promoción?”. Ella dejó de abrazarme y se separó a una distancia considerable. “¿Lo dices en serio?”, me preguntó. Nunca podré olvidar esos ojos brillosos, tan hermosos, con los que me miró. Asentí con la cabeza y volvimos a abrazarnos, pero esta vez, parecía que flotaba en el espacio.

La fiesta se realizó en un local de Lince. Los alumnos llegaban acompañados de sus padres y respectivas parejas. Brissa llegó acompañada de su madre –su padre nunca la reconoció– y también de aquel muchacho que tres meses antes me había golpeado en un ensayo. Los miré con desprecio y sonreí al ver a Cami, más hermosa y bella que nunca. Cambió sus lentes de vidrio por unos de contacto, por primera vez, se había preocupado por su aspecto físico. Vino vestida de un elegante vestido y unos zapatos importados.

Un sonido estridente retumbó en el ambiente: era la orquesta de salsa del momento. La música a todo volumen ocasionaba delirio en los jóvenes. Cada baile con Cami era como estar en las nubes. ¡Como sonreía!, luciendo esas perlas que tenía como dientes. Mientras los demás se embriagaban con whisky, excitado por el momento, salí del lugar con Cami y nos sentamos mirando las estrellas, sintiendo el aire gélido de las noches de diciembre. Saqué un cigarrillo y me lo puse en la boca, aspiraba profundamente, luego exhalaba, calmado, liberando mucho humo.

Le pregunté qué iba a estudiar. Me contestó con seguridad infranqueable: “Administración”. Realmente no la veía como administradora; no basta con ser inteligente si no también ser líder y eso le faltaba. Le pregunté porque no pensó en ingeniería. “Me gusta las matemáticas pero odio física y química, así que nada de ingeniería”, respondió con ternura. Reímos. Me miró penetrando en mi interior y me preguntó que iba a estudiar. En verdad no lo sabía. Soñaba con tener una banda de rock, tocar y vivir sin preocupación. “Deberías ser escritor, escribes magnífico, por algo te lo dicen”, enfatizó. Le respondí que eso no daba plata y estudiaría derecho, a pesar de que esa carrera esté saturada, también le dije, mirando al cielo, que sería el abogado más corrupto del país. Volvimos a reír. Un silencio sepulcral se apoderó del lugar, hasta que escuchamos algo caer, con gran violencia, al suelo. Nos fijamos rápidamente y vimos al muchacho cabeza de erizo desprender un líquido espeso, nauseabundo, de la boca. Era lo más asqueroso que había visto, sentía vergüenza ajena por aquel infeliz.

–Por fin terminamos el colegio –prosiguió Cami luego de unos minutos.
–La vida recién comienza –mientras apagaba el cigarrillo con el zapato derecho–. Prométeme que pase lo que pase nunca dejaremos de ser amigos.

Era inevitable que cada uno tome su propio camino, me resignaba a aceptarlo. Sabía que estaba enamorado de ella, pero no podía intentarlo por miedo de perderla algún día. Los finales tristes siempre llegan y son muy fuertes. Ella me miró dulcemente con esos ojos almendrados y me tomó de la mano. “Cuando sea, donde sea, con quien sea, si me necesitas ahí estaré”, dijo repitiendo una frase de Hollywood. “No sabes cuan feliz me siento al tener a alguien tan valioso como tú a mi lado, sin ti no hubiera resistido todo lo que pasé”, añadió. Lágrimas brotaron por mi rostro, en ese momento no había lugar para palabras, no había nada que decir.

domingo, 8 de julio de 2012

Kimberly y lo más oscuro

La iglesia estaba en su esplendor, era el día, cientos de devotos del Señor de los Milagros a mi alrededor. El ambiente se mantenía cargado de olores divinos. Los santos, parecían mirarme, petrificados. Escuchaba el sermón del padre, prestaba la atención debida, no, mentiría, todo era perfecto hasta que mi mirada se fijó en la hermosa cabellera lacia y de color castaña de una misteriosa chica que estaba delante de mí. Disimulado, mi mirada cayó y recorrió el majestuoso cuerpo de aquella mujer. Vestía como para una fiesta, su ropa era ceñida al cuerpo, se podía apreciar su colosal trasero. Estoy seguro que no era el único que se distrajo por aquella sirena. A los minutos, volteó, cruzamos miradas. Sus ojos eran de un celeste profundo como el mar de Cuba. Me di cuenta que no había venido sola al verla conversar, luego, con un muchacho vestido elegantemente con un saco y pantalón negro. Señoras, señores, niños empujaban para poder entrar unos centímetros más. Poco tiempo faltaba ya para que se acabe la misa, cuando la misteriosa pareja se aleja. Lectores míos, lo que siguió en la misa carece de importancia.

Había llegado tarde a mis clases de Microeconomía II, no tenía otra opción que ir a la biblioteca y leer “Lolita”. Al decir: “no tenía otra opción”, es porque mis amigos estaban en clases y no tenía con quien vagar. Leer una obra tan increíble como esa no es ningún martirio, al contrario, es una delicia. Siento que alguien se sienta al costado mío, no le doy importancia, sigo leyendo. “Lolita, luz de mi vida, fuego de mis entrañas. Pecado mío, alma mía”, se escuchó decir. El viento resoplaba en mis oídos con cada palabra de aquella voz femenina. Fijo mi mirada lentamente, el corazón se me salía del pecho, no lo podía creer, ¿acaso tan jodidamente pequeño es el mundo o era una de esas coincidencias del destino? Bajo la mirada y la subo, de nuevo, mis ojos eran cegados por aquella perfecta sonrisa.

–Notable obra –dijo.
–Sí, notable, es una de mis preferidas –respondí, luego de unos segundos de sobreponerme del impacto.
–Soy Kimberly –se presentó- me pareces conocido, ya sé, estuviste el domingo pasado en la iglesia “Santo Domingo”.

No sabía que decir. Me hice el desentendido.

–Sí –contesté desconcertado– ¿También fuiste a la iglesia?
–Claro.

Era obvio, alguien así no se puede olvidar. Seguimos conversando, pero esta vez, acerca de nosotros, de nuestros gustos literarios, musicales, y tantas cosas… Me dijo que estudiaba Arquitectura y que la acompañe al salón portátil que ubicado frente a su facultad, cabe mencionar que mi facultad está contigua a la suya así que el camino no era, para nada, largo. El día se iba y consigo se llevaba el cálido sol. El viento hacía de las suyas. Luces ficticias alumbraban.

Entramos al salón. Ella saca un papel y una bolsa de Doritos, dentro había tabaco en exceso. En un dos por tres lo armó, prendió un porrito. Me lo entrega. La miro extrañado. Fumar tabaco es otra cosa, es una manera sana de fumar algo mejor que las basuras de cigarrillos comerciales y no fumar marihuana. Acepto. De pronto, delante de nosotros una pareja de enamorados se funde en un pasional beso.

–¿Tienes enamorada?
–No –dije encogiéndome de hombros– ¿para qué?
–Tienes razón, el amor no existe, bueno, sí, pero es algo difícil de explicar –clavó sus ojos en los míos– ¿Cuál es tu chica ideal?
–Que sea más o menos alta, claro, pero no más alta que yo, delgada, buen cuerpo, cara de princesa. Eso es en lo físico. Sería interesante una chica que reúna al menos unos cuantos de esos requisitos y que estudie letras, que le encante leer y escribir, que le guste salir a divertirse, ir a fiestas, conciertos, tal vez que no comporta mis gustos musicales, no importa. Que sea bonita pero a la vez inteligente, o sea no nerd, sino que tenga criterio para expresarse.

–Difícil de encontrar ah.

Reímos.

–No me mientas, veo que eres demasiado superficial.
–¿Por qué dices eso?
–Lo sé, comenzaste tu descripción con lo físico y terminaste con lo físico. Apuesto que si yo hubiera sido fea, no me hubieras acompañado hasta aquí y no estuviéramos hablando.
–No digas eso, por favor.
–En fin –suspiró– ¿y cuál es tu pecado favorito?
–¿Qué dijiste?
–Ósea, cual es el pecado que cometes más a menudo.
–Quizá sea un poco egoísta, siempre me importo yo y al carajo lo demás, bueno, a excepción de las personas que apreció, pero igual. También soy un poco vanidoso.

La misteriosa chica se sobó la quijada.

–Ya veo, ¿y Crees en Dios?
–Por supuesto, o sea no soy fanático, pero sí, sí creo en él.
–¿Y por qué?
–Porque simplemente yo no sería lo que soy sin su ayuda, ósea no todo lo he conseguido por mí mismo.
–¿Le rezas todos los días?
–No, al decir verdad, le rezo cuando necesito de su ayuda, o estoy muy agradecido.
–¿Y si te diría que yo te puedo dar todo lo que quieres?

Ceñí mis cejas, me quedé callado, presentía algo negativo.

–¿Qué quieres ser, el hombre más rico, el escritor más condecorado, una persona que sea respetada y recordada a través del tiempo?, dime.
–Eso es secundario. Lo que en verdad quisiera es encontrarme conmigo mismo. Tener una razón para vivir, encontrar la felicidad.

Y era verdad, hacía mucho que no le encontraba ese sabor placentero de vivir, había caído en una monotonía jamás imaginada, me sentía solo. Los problemas existenciales no me dejaban tranquilo.

–Veo que pierdo mi tiempo contigo, cuídate, cuando recapacites, menciona mi nombre al revés, recuerda que siempre te tendré un rinconcito en el infierno, cuando quieras.

Sentía un aire gélido, mis extremidades permanecían inmutables. Finalmente, desapareció, tal como había llegado a mi vida.


sábado, 23 de junio de 2012

Cyberpunkers en Lima

Le entrego las cuatro lucas correspondientes al taxista, agradezco y cierro la puerta. Entramos a Plaza Hogar. “No se escucha bulla”, dijo Miguel. “¿Oe verdad no?” respondí, a lo que añadí que el local se ubicaba en el tercer piso y fácil no llegaba el sonido hasta el lugar donde nos encontrábamos. “Putamadre, alucina bajar por estas escaleras (que por cierto eran enormes) ebrio, una huevada” dije, ya había ido a un tono en el mismo lugar y llegué a la conclusión de que ese no era un lugar para hacer fiesta, que si sería organizador correría el gran riesgo que los asistentes, alguno, se caiga por su estado etílico. Pero no me importó, el roche no era mío, más bien iba a disfrutar.

Entrego las entradas, el VIP se cerciora de que no tenga nada ilícito ni punzo cortante. El local lucía vacío. Eran casi las diez y media. Un tipo parado frente a un laptop, remixeaba a Datsik, Skrillex y otros exponentes del dubstep: era Ciux. No lo hizo nada, nada mal. Podría decir que después de Cyberpunkers fue el mejor, sin dudas, un excelente telonero. La gente entraba de a pocos. Fuimos a la barra en busca de alcohol y cigarrillos. Fui con la intención de tomar Corona, pero al parecer no había, a lo que pedí Cusqueña, que por cierto costaba doce soles, ósea, tres veces el precio normal, que chucha, valió la pena. Ni que se diga el precio de los cigarrillos, diez soles una puta y asquerosa cajetilla de Pall Mall, un robo a mano armada.

La gente empilada abandonaba sus asientos y se iba directo al fucking dancefloor. Pasos robóticos, saltos, gritos ensordecedores, manos arribas, una verdadera locura, gente desenfrenada, era el paraíso. Gufi Mon mezclaba algo diferente al dj anterior, mezcló un poco de techno, house y trance, hasta remixeó a Tiesto y luego a Aoki. Sacamos otra chela y chupábamos moviéndonos al ritmo de la música. Me dirijo al baño, entro y abro la puerta, el wáter estaba asqueroso, no puedo reproducir lo que vi, vomitaría de tan solo imaginarme. Las ganas eran más que el asco. Cierro los ojos y orino. Salgo y me voy a lavar las manos, al costado mío se encontraba un tipo blancón, alto, bien parecido, uno de esos brothers de la high life. “Habla que fue adentro, flaco”, dijo. “Puta, una cagada huevón”, dije. Se río. “Provecho”, dijo. Abrí el caño y no salía agua. Habían cortado el agua apropósito, para que los roleados deseosos de agua paguen la cantidad más absurda y alta en cuestiones monetarias.

Flacas extremadamente hermosas pasaban alrededor, flacas ebrias, stoned, flacas, flacas everywhere. Un gringo me pidió el pucho, estaba cagadazo, no sabía ni lo que hacía, le dio un toque y me lo devolvió, gracias dijo yéndose. Ghenko tocó excelente. Luego tocó Thomas Young, en ese momento ya estábamos cansados. Salimos a tomar un poco de aire. Mientras tanto, la flaca más rica del tono estaba con un huevón entrando y saliendo, el VIP estaba podrido, hasta que una vez le dijo: “Si vuelven a salir, ya no van a entrar”. Claro, ellos hicieron caso omiso.

Miraba con atención los cadaveres vivientes moviéndose con dificultad y otros tirados en los muebles negros. Pensaba, al mismo tiempo, en cosas que carecen de sentido. De pronto,  escucho un sonido diferente, un sonido específico, era obviamente Cyberpunkers. "Ellos son", le dije a Miguel, "entremos". Massi enmascarado le daba vida a obras de arte que se tornaban en sonidos estridentes y deliciosos al oído. Compramos otra chela, una sucia Pilsen verde, y un redbull. Cyberpunkers tocó: “I needed to go”, "Reptil" (remix a Skrillex), “Killing in the name” de Against Machine, “Wow”. Cuando tocó “Fuck the system” destrozó el local, el mundo giraba sobre Massi, los pasos de los ravers retumbaban el piso. Hacia mi pasito de robot, saltaba, gritaba, coreaba, gritaba mil veces: “Fuck the system”, mientras grababa con mi celular. El cuerpo ya no me daba para más, me fui a sentar. De repente, como un ninja se aparece un fotógrafo y captura el momento. “¿Tú crees que salgamos en las fotos de Cyberpunkers”, dije. “De todas escogerán las mejores, no creo”, dijo Miguel.

Ghenko enmascarado y ubicado al costado de Massi, me señaló y luego al dancefloor. Me paré de inmediato y con mis pasos estrambóticos seguí retumbando el piso. Bailé hasta las 5:30 am. Una vez que Cyberpunkers terminó su presentación nos dirigimos a descansar de nuevo, sentados en los lujosos sofás que habían, haciendo hora hasta que salieran los rayos del sol. Al costado de nosotros, estaba un sujeto dormido, parecía estar pepeado, estaba totalmente cagado y solo. Una chica se acercó con su enamorado y trataron de convencerlo a que saliera, a que se despierte, a que dejé de estar como un huevón, solo, triste y pepeado. El sujeto no les hizo caso y siguió durmiendo. El tiempo pasaba, venían trabajadores de la discoteca a limpiar el piso, llevarse las botellas, uno de ellos nos invito a abandonar el lugar, “el local ya va a cerrar”, decía. Nos fuimos. El regresarnos a nuestras respectivas casas fue otra historia… Si me dijeran que valió la pena todo lo que pasé para ir, diría que sí, valió la pena. Nunca podré sacar de mi mente aquellas imágenes, aquel tiempo vivido. Saber que la vida es una mierda pero tiene pequeños momentos tan mágicos, me da ganas de seguir luchando.

sábado, 12 de mayo de 2012

Punto y aparte ♪

     Hace diez minutos estuve frente a la PC, en el cuarto deshabitado, en el cuarto donde dormía antes de cambiarme de habitación por una más grande, limpia y acogedora. Mi hermano entra y sin decir nada conecta la plancha y empieza a planchar una camisa para luego irse a chupar, como todos los sábados, con sus amigos, en su dormitorio, dificultándome la vida con su bullicio extremo, música a todo volumen y risas escandalosas. Debido a que sentía un acoso inexistente: no me gustan que estén viendo lo que hago cuando estoy frente a la PC, minimizo la ventana del facebook, abro mi blog, y por casualidades de la vida le doy click al blog “La sensación desconocida”. Ese blog, para mí es el mejor blog que he leído, no tanto por su estilo de narrar las cosas sino por el contenido de sus historias, sus múltiples temas. En fin. Leo el último post y como me gustó, abro otro, uno del 2010, leo la posdata que siempre pone, en sus última líneas había un enlace, le doy click. El enlace me conducía a un concurso donde los ganadores eran aquellas personillas que siempre comentaban cada historia nueva que publicaba. Stalkeo un toque, leo y leo y veo que todos, sí, todos ellos se conocían. Entro al blog de dos de ellos y veo que también escribían de putamadre, que también tenían cientos de seguidores y comentarios. Me acordé del blog day del año pasado (para los que no saben es un concurso donde se reúnen, supuestamente, los mejores blog del país) que fui con un par de amigos de la promoción, que no tienen blog ni escriben, me di con la sorpresa que todos los asistentes se conocían y eran los mejores amigos, mientras que yo era un X, alguien que, bueno, no pertenecía a ese lugar, alguien que era el punto y aparte, como la canción de Tego Calderón. Fue ahí que me di cuenta de que a pesar que escribiera bien (bueno mis queridos lectores, permítanme ser arrogante, solo por hoy); a pesar que tuviera más de catorce mil visitas; a pesar que conocidos míos y no tan conocidos míos me dijeran que escribo de putamadre, que tengo futuro (aunque no creo); que haga lo que haga, nunca perteneceré a ese mundo subterráneo, a ese mundo cibernético, a ese mundo de los blogs. Nunca…

(Escrito el 05 de mayo del 2012)


PD. Por fin, ¡conchasumadre!, acabé parciales. Aunque la haya cagado completamente en Mercado de Valores y haya tenido parciales mediocres en Talento Humano I y Adm. de Operaciones I, ayer me reivindiqué con Marketing Operacional y Adm. Financiera I, la rompí. Ahora sí, a seguir con esa vida monótona, poco feliz pero reconfortante.

miércoles, 2 de mayo de 2012

Lazos fraternales


      La escolta llega al colegio, victoriosa, con un nuevo gallardete. Henry se despide de sus amigos y se dirige a la movilidad escolar. Un grupo de muchachos pasan por su costado y se detiene a comprar hamburguesas en el puesto del gordito. Todos lo conocían. Ni bien sube, es saludado por muchas personas que ilusamente creían ser amigos suyos. Vestido con el uniforme de gala, atraía a más gente, en especial, a las chicas más populares. Escoge su asiento y acto seguido, Evelyn, la abanderada de la escolta de mujeres se sienta a su costado y sin parlotear mucho se funden en un apasionado beso. Él tenía un hermano menor que también estudiaba en el mismo colegio. Se llamaba Elvis. Ambos eran tan opuestos como el cielo y el infierno, como el agrio y el dulce, como lo alto y lo bajo, como lo maravilloso y lo despreciable. Elvis era un chico de doce años, tímido y enclenque.
      Elvis miraba la calle desde su asiento, le encantaba sentarse en el lado de la ventana. De repente, se acerca un muchacho mayor que él y con palabrotas logra sacarlo de su lugar. Todos miraban pero nadie hacía nada. Elvis, afligido y derrotado, se va caminado hacia la parte de atrás, al avanzar lentamente logra cruzar la mirada con la de su hermano. Elvis y Henry tenían una mala relación de hermanos, Henry se avergonzaba de su hermano, lo creía el máximo perdedor. Nunca lo había ayudado en algún problema. Para él no existía. Henry voltea el rostro y mira a Evelyn, incitándola a seguir con su amena conversación, tratando de olvidar la escena. A lo lejos escucha la voz de aquel abusivo: “Es un chibolo huevón igual que su hermano, no sé qué tanta bola le paran a ese huevón, si es igual de perdedor”. Henry no era de pelear, quiso hacerse el que no había escuchado pero al recordar los ojos llorosos de su hermano, al sentir la pena que tenía su hermano menor, al sentir el dolor y la humillación que había pasado Elvis, alimentado con su rencor decide enfrentarse a aquel abusivo. Se para de su asiento y empujando a todo el que se encuentre en su camino, se dirige a su objetivo. El bravucón es advertido por sus colegas y al voltear la mirada, su cara es estrellada con puñete certero. “Ahora pues conchatumadre, ¿qué chucha decías?, voy a sacarte la mierda pero quiero que no se metan ninguno de tus cacheros”. Alaridos infernales convertían el bus en un circo romano. Henry, el brabucón y sus amigos (del bravucón) se bajan de la movilidad escolar y se enrumban a su destino. Al estar a la vuelta del colegio, el bravucón expulsa su mochila y con raudos pasos se aproxima a Henry, Henry esquiva un puñete y es cortado por una chaveta sorpresiva. Su brazo sangraba. No sabía en qué se había metido. Los amigos del bravucón apoyaban a su líder: “Sácale la mierda, hazlo escupir sangre, barre el piso con su cara”. Una señora que pasaba por ahí luego de observar todo llama al auxiliar y al instructor del colegio. Henry olvida el dolor y patea la mano de su oponente, logrando que éste bote su arma. Con dos golpes rápidos y llenos de odio consigue derrumbarlo. En el momento que iba a patearlo es detenido por el grito del auxiliar. Los profesores los toman de rehenes y los llevan al colegio para interrogarlos y castigarlos. “No quiero que me pongan un dedo encima, ustedes no son ni mierda para hacer eso”. Coge su celular y llama a su papá. Su padre llega en seguida y se lleva a su hijo.
      -¿Qué pasó? –dijo el padre- estás todo cortado.
      -Ya en la casa te explico todo –aseveró Henry- sólo quiero que mañana, a Elvis y a mí, nos cambies de colegio.
      -¿Qué cosa?
      -Ese idiota, el que me hizo esto, es un pandillero, no quiero que le haga algo a Elvis, es muy peligroso continuar ahí. Si seguimos, un día de estos, en este colegio, me mataran a mi o a Elvis o quizá a los dos.
      El padre manejaba el carro y no podía comprender qué tan seria era la situación, pero confiando en sus hijos decide aceptar ese pedido.
     Al momento de bajar del carro, Elvis abre la puerta y abraza a su hermano. Su papá los mira extrañado, era la primera vez que sin ser cumpleaños de alguno o navidad se daban un abrazo, un abrazo tan fraternal, tan incondicional, un abrazo que escondía muchos sentimientos. “Es lo menos que podía hacer, eres mi hermano, no podía permitir que alguien te falte el respeto, sabes que siempre estaré cuando me necesites”.

domingo, 1 de abril de 2012

No me agregues


(Kendra era una chica de diecinueve años, físicamente era muy atractiva, poseía unos enormes y lindos ojos acaramelados, una nariz respingada, unos labios carnosos, un pecho pronunciado y un colosal pero coherente trasero. Siempre entraba al facebook en las noches y le gustaba tener más contactos agregados por lo cual aceptaba la solicitud de amistad de cualquier persona)

CLAUDIO.- Hola preciosa, ¿cómo estás?
KENDRA.- ¿Te conozco?
CLAUDIO.- No, pero podríamos… Eres muy hermosa.
KENDRA.- Ósea quieres conocerme porque soy hermosa, ¿si fuera fea no me hubieras agregado?
CLAUDIO.- No, no quise decir eso. Lo que quise decir que conocernos fue nuestro destino.
KENDRA.- JAJAJA. Tu floro a otro lado brother.
CLAUDIO.- No pienses mal, solo fui sincero, solo dije lo que el corazón me decía. ¿Cuántos años tienes?
KENDRA.- Muchas preguntas, ¿no serás periodista, porsiacaso? Ah, tengo 19.
CLAUDIO.- No, nada que ver. Soy odontólogo, ya acabé mi carrera. ¿19? Eres chibola.
KENDRA.- Si, soy chibola, no tengo la culpa que me agreguen viejos depravados.
CLAUDIO.- JAJAJ. Tengo 24 años, la diferencia no es mucha. ¿Tienes enamorado?
KENDRA.- No me gustan los hombres. Tengo enamorada, llevo 2 años con ella y la amo.
CLAUDIO.- ¿Eres lesbiana?
KENDRA.- ¿Acaso eres tonto?, no te tengo que dar explicaciones.
CLAUDIO.- Lo que pasa es que eres muy bonita y es un desperdicio saber que eres lesbiana, quizá como eres chibola aun no sabes lo que quieres, ¿nunca has tenido enamorado?
KENDRA.- Saca la vuelta oe mongol. Sí, si tuve, en secundaria, pero fue una experiencia nada agradable. 
CLAUDIO.- Te podría bajar las estrellas, comprarte el mundo entero si quieres, si es que me dejarías salir contigo. 
KENDRA.- No, gracias, está bien que no trabaje pero no necesito ser mantenida.
CLAUDIO.- Por favor.

(Fin de la conversación: Claudio fue eliminado del facebook de Kendra. Una semana después, Kendra se dirige al dormitorio de la pequeña Mariela para pedirle prestado la laptop. Mariela era su hermana, tenia doce años, era tierna y angelical, pero lo más resaltante, muy inocente. Kendra sin querer ve la pantalla y ve que su hermana chateaba con el mismo sujeto llamado Claudio, aquel personaje sin vida que tenía una imagen de un diente como foto de perfil). 

KENDRA.- ¡Puta madre!, ¿Hace cuanto lo tienes agregado?
MARIELA.- ¿Qué pasa, por qué hablas malas palabras? Hace unos tres días, más o menos.
KENDRA.- ¿Te citó en algún lugar?
MARIELA.- Sí, mañana me va a recoger del colegio. Es muy agradable.
KENDRA.- Hay que llamar a la policía y avisar a nuestros padres.
MARIELA.- ¿Pero por qué?

(Al día siguiente, Claudio fue a recoger a Mariela de su colegio, ubicado en San Borja. Al verla le dio un beso en la mejilla y la cogió de la mano. Tres policías salieron a su encuentro, lo capturaron y lo llevaron a la comisaria, había caído en la trampa ideada por Kendra. Más tarde se supo que Claudio era uno de esos sujetos que captaban niñas y adolescentes por la red, las secuestraba y las hacia prostituirse en la Selva)

viernes, 9 de marzo de 2012

La otra cara de la verdad

      Viernes, por fin, conchasumadre. Las calles, llenas de luces y gente por doquier. Tres muchachos, oficiales de seguridad de una empresa transnacional (no diré el nombre de la empresa porque prefiero no meterme en problemas legales. Aunque la historia ya haya sido escrito por la pluma tergiversada de algún aspirante a periodista), se dirigían felices a un hotel. Sus nombres eran Jordan, Claudio y Romina. Jordan era un muchacho alto, su altura bordeaba el metro noventa, era muy robusto y de tez clara, cabello ensortijado; Claudio era alto también, pero más bajo que Jordan, de un metro setentaisiete, tez trigueña y cabello lacio corto; Romina era una chica de metro setenta, muy hermosa y con un cuerpo increíble. Antes de saciar su apetito sexual, decidieron comer en el restaurant del hotel. Entre anécdotas, sonrisas y frases cargadas de lujuria, los tres muchachos compartían la cena. En la mesa de atrás, un misterioso tipo permanecía en actitud sospechosa, no dejaba de mirar a Romina con ojos de arrechura sin igual.
      Claudio, luego de decirle algunas palabras subidas de tono, le inserta un dedo en la boca a Romina, a vista de todos. Romina retira el dedo, de éste, de su boca y con una sonrisa nerviosa mira a Jordan. Ella sabía que, a diferencia de Claudio, él estaba perdidamente enamorado de ella. Jordan saca de su bolsillo un sofisticado celular y, para hacerse el desentendido, empieza a clavar sus dedos en las teclas. Romina se para y se dirige al baño. En la trayectoria, esquiva a un mozo y al hacerlo, una mano se posa en su descomunal, abultado y redondo trasero. Ella voltea y luego de reponerse del asombro le menta la madre y expulsa palabras que no merecen ser reproducidas en este blog. “Cha pasa flaca, ¿cómo vas a estar con esos huevones?, tremendos gansos”, atinó a decir el misterioso y enfermizo sujeto.
      Claudio al observar lo ocurrido, se desprende de su asiento a encararlo. El misterioso tipo acepta la pelea y con ágiles y precisos golpes logra derrumbar a su oponente. Jordan al ver que estaban masacrando a su amigo se une a la pelea y también es derrotado. Lo que no sabían era que aquel misterioso sujeto era campeón nacional de taekwondo. La gente que estaba alrededor observaba la batalla sin tregua con la mayor atención posible. Como Claudio odiaba perder, aprovecha la oportunidad y al ver que el misterioso sujeto estaba desprotegido se lanza sobre él, y, usando todas sus fuerzas logra inmovilizarlo, sujetando sus brazos. En un ataque de locura, Jordan coge el cuchillo que estaba tendido en la mesa y se lo clava, matándolo al instante. La gente, que estaba observando, desapareció como por arte de magia, igual que Romina. Claudio se desmayó del susto.
      Al día siguiente, en los periódicos y noticias matinales narraban el caso deformando los hechos: “Valeroso y honorable deportista es asesinado de un cuchillazo por agentes de seguridad de la empresa X”. La empresa tomó cartas en el asunto, los despidió de inmediato y desde ese día protegió su imagen con gran recelo. Lo increíble fue que con el afán de vender falsearon lo ocurrido y ponían como villanos a los agentes y de víctima al enfermizo y misterioso sujeto. Pero que chucha se puede hacer pues, así funciona la cosa.
      Actualmente los dos muchachos abandonaron la cárcel y aprendieron la lección, “nunca ensuciarse las manos por un poto, todo para que al final la flaca desaparezca tal como llegó”

viernes, 24 de febrero de 2012

La banda


      La papa –nuestro profesor de literatura- deja de escribir en la pizarra, se sienta y nos manda a leer un fragmento de Bodas de sangre. Yogui interrumpe mi concentración y me comienza a hablar sobre el próximo concierto y de lo feliz que estaba con su nueva polera de inyectores. En seguida, se une a la conversación Tataje y Blind. Los cuatro seguimos conversando acerca de bandas de rock; a pesar de que a Tataje y Blind solían preferir el reggaetón que el rock. Alguien dijo por ahí: “Hey y por qué no formamos una banda”, yo les seguí el juego. Nos citamos en un horario y punto estratégico. Recuerdo ese día como si fuera ayer. A pesar de que no era verano hacía un tremendo sol que empañaba mi vista. Dos niños pasaron por mi costado jugando, un despistado conductor casi los mata. Fui con un polo blanco, el de peor calidad, buzo de colegio y zapatillas de fútbol. Como siempre, llegué tarde. 
      –Por fin –me dijeron– te demoraste un culo.
      Estuvieron esperándome media hora, sentados en el banco de los skaters. No suelo ser tardón, la verdad, llegué tarde porque no creía que vendrían, pero bueno, me llevé una gran y, a la vez, grata sorpresa. Caminamos rápidamente hacia Zarate, a una sala de ensayos llamada "Sandy". 
      Llegamos a la dirección y nos topamos con una casa enorme, no tenía la facha de una sala de ensayo, no tenía, ni siquiera, un letrero. Tocamos la puerta y después de un largo esperar, nos abrió un tipo, el cual parecía presentar un trastorno mental. 
      –¿Qué quieren?
      –Vinimos a ensayar. 
      Nos miró de pies a cabeza, lo miró a Blind y lo menospreció con una sonrisa medio burlona. Entramos. Cada uno cogió el instrumento que iba a tocar: Yogui se fue a la batería, Blind y Tataje con la guitarra y yo con el micrófono, era el vocalista (más adelante iba a entrar a la banda Rubin con el bajo). Queridos lectores, déjenme decirles que nunca había oído tanta descoordinación. El único que sabía tocar, o, bueno, al menos se defendía era Blind; los demás… -las palabras que están en mi mente no se pueden reproducir mediante este medio-. Canté algunas canciones de punk peruano y algunos gritos imitando al vocalista de Serial Asesino. Acto seguido, mis compañeros se miraron entre sí. Había demostrado que tenía el talento necesario para cantar en una banda punk. La verdad es que para ser vocalista de una banda así, la melodía de la voz no es primordial, sino la actitud. Cada vez que evoco esos momentos, me pregunto qué hubiera sido si hasta ahora seguiríamos tocando, quizá algún video de nosotros estaría rotando en canales como MTV, o al menos, estaríamos tocando en algunos locales de mala muerte, teniendo cincuenta fans, pero qué más da. Lamentarse no viene al caso. 
      Mentiría si dijera que fue un jueves o un lunes o el día que sea, pero si me acuerdo la escena perfectamente. Cuatro muchachos caminando, conversando de cosas sin importancia e infantiles, con un cigarrillo en la mano, lanzando risas al vacío; se detienen al escuchar el sonido de una batería. La resonancia provenía de una iglesia cristiana. Entramos. El lugar estaba medio vacío. A penas se escuchaba lo que hablábamos. Inspeccionamos rápidamente el lugar, Eureka, había todo lo que queríamos, todo tipo de clase de instrumentos: micrófonos, batería, guitarras, bajo, órgano, entre otras cosas. En el ángulo más oscuro apareció un joven de cabello largo, estatura mediana, polo verde, pantalón jean azul y unas sandalias. Hablamos con él y le dijimos que queríamos aprender a tocar, él gustoso aceptó y se presentó. Se llamaba Renato. También nos dijo que nos iba a enseñar sin cobrarnos nada a cambio. La felicidad se manifestó y una leve esperanza, sueños construyéndose y metas propuestas nacían. 
      Comenzamos a practicar una canción titulada One way. Pasaban los días y perdía el miedo escénico. Tataje ya dominaba la canción. Blind se lucía haciendo dúo junto a un mocoso de ocho años que tocaba batería como los dioses. Yogui tenía ritmo. Al mes se une a la banda, Rubín, un compañero de colegio, tocando el bajo. Recuerdo que una vez por hacerse el payaso se le cayó el bajo, Renato casi lo manda al carajo, pero bueno, tenía que contenerse. 
      Una inesperada noche, terminando de ensayar, me despedí de los demás y me fui caminando solo, siempre me iba caminando con Yogui y cuando no lo hacía me iba en bus, no sé que me pasó esa vez, me parece estúpido decirlo pero quizá fue obra del malintencionado sino. La iglesia se encontraba en el paradero 3 de Las Flores; antes de llegar al 5, veo a los lejos, entre la oscuridad, a dos tipos, dos pirañas, dos chibolos que estaban stone por alguna droga barata, presentí algo malo, divisé a todos lados y solo estábamos los tres y nadie más. Justo ese día había llevado cámara y tenía miedo de perderla. En cuestiones monetarias sólo contaba con un sol. Respiré hondo y pasé, erróneamente, entre los dos tipos. Uno de ellos me cogió del brazo, volteé y le tiré un puñete, de repente, el otro tipo me agarra del cuello. No tenía escapatoria, era uno de los peores momentos de mi vida, una de las situaciones más embarazosas que había pasado. “Saca tu cuchillo pe conchatumadre”, me dijo. Seguro se había confundido de persona o había equivocado mi actuar al lanzarle un puñete relacionándome con otro ser de su calaña. Uno de ellos mete la mano al bolsillo de mi polera negra y saca la única moneda que contaba. “No tengo nada brother”, dije asustado. Ya me imaginaba sin la cámara, temía que algo peor me pasara. “No tengo nada”, seguí diciendo elevando el sonido de mi voz. “Ya, cállate oe”, me dijo el tipo que me estaba ahorcando. Al notar que cada vez me sujetaba con menos fuerza, me zafo y emprendo una increíble huida. Corrí como en mis mejores épocas, como esas veces en la cual competía por alguna medalla. La gente me miraba, confundida. Había corrido el tramo de dos paraderos, ya los había perdido de vista. “Puta madre, felizmente que no abrieron mi mochila”, dije, y es que si hubiera pasado eso mi querida cámara ya no estaría conmigo. 
      Los ensayos eran un cague de risa, nunca faltaban las ocurrencias de Tataje o las clases de Renato o Yogui siendo derrotado en la batería por un niño de ocho años. Yo cantaba, y cantaba hasta el culo, ya que mi voz no se acomodaba a esos ritmos, mi voz era sólo para el punk. Cuando un día cantaba el Himno (un cover de Difonia), unas viejas se cagaron de risa, yo seguí, me llegó al pincho, tenía que perderle el miedo al público. Lo más anecdótico fue que mientras tocábamos se escuchó de la nada, un grito, era un grito de terror. Volteamos a ver y era que una de las chicas del coro al ver a nuestro amigo Norvil (más feo que una patada en los huevos) se asustó, a tal punto de lanzar tremendo grito ensordecedor. 
      Los días avanzaban y se ponían más estrictos con nosotros: querían que formáramos parte de la banda de la iglesia y que dejáramos de tener esa vida bohemia de adolescentes que cursaban el último año de colegio. Lo peor de todo, querían que ya no toquemos punk, porque no era música “del Señor”. Debido a ese motivo dejamos de asistir a esa iglesia y tratábamos de ensayar en la casa de Tataje. En vez de ensayar nos perdíamos en el alcohol. Ese fue el colmo de los colmos, la gota que rebalsó el vaso. 
      Después de buscar, conseguí una oportunidad de tocar en un concierto y de ese modo ver en qué nivel estábamos, para no hacer la vergüenza del año, decidimos irnos al Sandy a ensayar y ver si estábamos al nivel, si podíamos tocar. Nos dimos cuenta que estábamos peor que nunca, que por nuestra irresponsabilidad, que por chupar en vez de ensayar, no estábamos al nivel de un concierto. Sólo iríamos a dar pena y vergüenza. Cada uno se fue a su casa, enojado. 
      Dejamos de tocar. Nadie quería saber de la banda. Volvimos a ser amigos, después de todo, la amistad prevalece siempre. Ahora cada uno está tan lejos tangiblemente.


PD. Este post, aunque ya fue publicado, se los dedico a ustedes, mis queridos amigos.

lunes, 13 de febrero de 2012

Crónicas de una muerte anunciada (Teatro Británico)

Llevaba un poco más de diez minutos de retraso. Mi vista se empañó por una muchedumbre interracial. Entro a Metro. A lo lejos lo divisé, un muchacho entrado en carnes, con un polo manga larga negro y un pantalón azul. Era Apolaya, un viejo amigo de las épocas del colegio. Me acerco y le estrecho la mano, en seguida, nos dirigimos al paradero. El día era perfecto, el sol no jodía tanto como otros días de verano, como otros días de enero.

Subimos al bus. Me senté en la parte de la ventana. En el trayecto Apolaya me hablaba de sus sueños de pertenecer al conservatorio, de lo tanto que se había esforzado para ser un tenor, de sus experiencias musicales como la de cantar en el coro de Miraflores. Miré donde estábamos, faltaba demasiado, recién estábamos por Wilson. “¿Causa, firme que cuidaste en el concierto de Green Day?, me hubieras avisado”, le dije. Me contestó que me hubiera dejado entrar gratis y que sí me avisó, pero eso ya carecía de importancia, lo hecho está hecho. Me contó, también, su experiencia como bodyguard, que había cuidado conciertos de música comercial, discotecas del cono norte hasta raves; que hacía cutras en los eventos, qué había encontrado a una pareja tirando en algún lugar oscuro, en fin, tantas cosas. En San Isidro subió un loco, un artista urbano con una mini radio en el hombro y rapeó una canción de una melodía agradable, sin duda, era arte, después de todo, en algunas de sus expresiones, no como la basura del reggaetón que repiten tres palabras en toda la canción coqueta, coqueta, coqueta, y lo peor de todo, tratan a la mujer como un objeto sexual. Se lo mereció: le entregué una moneda de cincuenta céntimos, “gracias viejo”, me dijo con una sonrisa en el rostro. Luego empezamos a discutir sobre los nuevos hits del verano, las diarreas musicales como llamo, auch si te pego, el choque, tírate un paso y tantas barbaridades. Cuando nos percatamos, ya estábamos en el óvalo frente al parque Kennedy.

Bajamos y caminamos hacía el Jr. Bellavista. Las calles lujosas de Miraflores mutaban a calles de caserones antiguos, callejones y arquitectura old fashion. Observamos un edificio rojo, imponente, y entramos. Dentro de ésta, había gente de alcurnia en su mayoría, “Fácil veamos a las viejas pitucas de La Molina con el pollo Chicken”, le dije a mi compañero. Seguimos bromeando hasta que una chica nos invitó a entrar al salón. Habíamos reservado entradas con anticipación en Teleticket, habíamos escogido la segunda fila para ver mejor –no me arrepiento, fue una magnifica y acertada decisión-, había aprovechado la oferta de pagar diez soles por ser alumno del británico y otros diez por el acompañante, sin dudas, nos resultó baratazo, un precio ridículo para semejante obra. “Oe un toque voy al baño”, le dije a Apolaya. Al salir del baño veo a Apolaya tratando de cerrar el caño, “déjalo así, esas huevadas se apagan solo”, le dije. No me creyó hasta que se dio por vencido. Segundos después se apago solo. Salimos. Esperamos las tres llamadas del pre acto. La gente dejó de hablar y apagaron sus celulares. La actuación, por fin, empezaba.

La obra empezó cuando todos los actores salieron por la puerta cantando, era casi uno de los últimos actos de la novela. Para los que nunca han leído al Gabo García Márquez, déjenme decirles que serán confundidos por su tiempo no lineal, empezando con el presente, yéndose al pasado, volviendo al presente, otra vez en el pasado y terminando en el presente. Nasario, un muchacho rico vestido por ropas blancas, -caracterizado por Emanuel Soriano- es el personaje principal, toda la obra se enfocó en que iba a ser asesinado por los hermanos Vicario –caracterizados por Oscar López Arias y Franklin Dávalos- para así vengar la honra de su hermana –caracterizada por Nidia Bermejo- que había sido devuelta, por no ser virgen, del matrimonio por Bayardo –caracterizado por Sebastián Monteghirfo-, un hombre rico que cuando la conoció decidió casarse con ella, sorprendiendo a todos con su dinero. Hay una escena muy graciosa en la cual estaba la chica no virgen junto a sus hermanas –caracterizadas por Leslie Guillén y Stephanie Orue- rifando una radiola antigua, se acerca Bayardo y le pregunta el costo del aparato, ellas le dicen que no está en venta sino que va ser rifado, a lo que Bayardo responde: “entonces es más fácil, ¿Cuántos boletos quedan?, ellas les responden doscientos y él rápidamente saca el dinero necesario para comprar las doscientas y se va con su “premio”, presuntuoso. El personaje que fue el único testigo de la muerte de Nasario fue caracterizado por Gonzalo Molina. Una sensual Ebelin Ortiz protagonizó a una prostituta, Tommy Parraga hizo el papel de policía y del amigo de los gemelos. Víctor Prada protagonizó al padre, cura, representante de la iglesia. Gabriela Velásquez hizo el papel de la mama de Beyardo. Carlos Mesta protagonizó al padre ciego de los hermanos Vicario. Carlos Victoria protagonizó al carnicero que les entrega los cuchillos a los hermanos Vicario. Y como olvidarse de Claudia Dammert que se lució protagonizando a la mamá de los hermano Vicario castigando a la joven no virgen. La obra genial, espectacular, la gente no dejaba de aplaudir al término de la obra. Los actores, soberbios, se lucieron de principio a fin. No me arrepiento de haber ido a verla, es más, ahora aprovecharé ser alumno para asistir al teatro con entradas a precios ridículos comparados a la calidad de las obras que se dan es ese teatro.

jueves, 2 de febrero de 2012

Nunca te enamores de una chica punk

Me encontraba perdido en las marginales calles de Los Olivos, preguntando a lo que se moviera donde se localiza la discoteca Honey. Es probable que la gente pensara, en aquel momento, que era un vagabundo por preguntar sobre tal perroteca (Y se les llama así por los bailes vulgares y obscenos, aduciendo movimientos de perros en pleno acto sexual, que se hacen en dicho establecimiento), pero no, no iba a perrear ni nada por el estilo, sino todo lo contrario, iba a un concierto punk. Usando un poco de astucia y sentido común, empecé a seguir a los locos vestidos de negro. Caminando me topé con mi prima. Estaba con sus amigos, unos sujetos que se hacían llamar la “Naranja Mecánica”, en honor a la magistral novela literaria del mismo nombre. Era una komuna que, a diferencia de otras, no era ningún club de fans o seguidores de alguna banda, sino sólo un grupo de compañeros de la noche. Se reunían en el Free, cuadra 8 de la Av. Arequipa, para emborracharse con tragos baratos (los más conocidos eran la oferta –trago de color oscuro como el ébano y de sabor semejante al vino– y la perita –de sabor parecido al refresco de durazno combinado con alcohol en demasía) y hablar sobre cualquier tema. Eran cinco o seis años mayores que yo. Los conocía desde hacía unos meses. Ariana (su verdadero nombre era Mayra) era la administradora de la komuna. Era la más hermosa del grupo, su belleza estrambótica llamaba la atención de cualquiera, usaba el cabello negro lacio, aunque después se lo pintó de rojo y cambió el lacio por el cabello ondulado. Arizza era su mejor amiga, mujer con gran masa muscular y de aspecto emo, para ser sincero, fue una de las primeras emo del país; solía cortarse los brazos con gillette como auto flagelo. Damián era un metal de cabello rizado, callado, amante de la oscuridad y ateo. Denis era un ex regueeatonero que debido al alcohol y a las chicas bonitas decidió volverse roquero. Mi prima, Mishel, una chica muy hábil y con grandes habilidades interpersonales era la que le daba el sabor al grupo.

Me impacientaba lentamente porque quería entrar de una vez y no esperar más. Tenía catorce años y, por ende, no tomaba. A los minutos llega Arizza con una chica que nunca había visto antes. Se trataba de su hermana, tenía más o menos mi edad. Mentiría si diría que me enamoré a primera vista, posteriormente empecé a verla más atractiva. Su nombre era Karol. Desde esa vez le dijeron Pepa por ser la menor de todos. Ella, a diferencia de mí, bebía y fumaba. Terminan de tomar y se separa el grupo: los que iban a entrar y los que no; Karol se encontraba en el grupo de los que no iban a entrar. No me importó mucho y entramos, la pasamos de mil maravillas, los conciertos en aquellos tiempos eran otra cosa. 

Subía las escaleras del colegio, junto a mi gran amigo Yogui, hasta que algo jamás imaginado sucedió: mientras subía, Karol bajaba.

–¡Pepa! –dije apenas pude reponerme del asombro.
–Hola –respondió, luego de darme un beso en la mejilla.

Pasaron los días, como las cosas que carecen de sentido, y nos juntamos algunos de la komuna en un parque. Me dijeron que la esperara en Metro, la esperé, la saludé y no volví a articular palabra alguna (debo confesarles que en ese tiempo era un tremendo idiota en esos asuntos). Caminamos rumbo a dicho parque, ¿cómo olvidar esa vez?, era de noche y llovía demasiado, ella fumaba y parecía que era consuetudinario. Esa forma de ser y esa belleza diferente se entremezclaban y hacían que cada vez me guste más. Llegamos y luego de un rato, Arizza dijo: “Karol me contó que no le hablaste en todo el camino, cree que le tienes miedo”. Traté de excusarme pero fue en vano. 

Nunca podré olvidar, y estoy seguro que muchos peruanos, el tremendo movimiento sísmico que ocurrió el 15 de agosto del 2007. Tenía quince años. Fuera lo que sea, me sirvió para cambiar y vivir cada día como si fuera el último. El siguiente lunes me armé de valor y fui a buscarla a su salón, en el recreo. Estaba parada en su puerta saboreando un chupetín. Dialogamos diez minutos. La misma escena se repetía casi todos los días. 

Empecé a ir al Free, solo por verla, pero no tenía éxito porque ella rara vez iba. Por ella empecé a tomar mis primeros tragos, cosa que no me arrepiento, aunque, algún día mi hígado se pudra como el sistema socioeconómico. Recuerdo que me desprendí de un disco el cual era nuevo y uno de mis preferidos, todo por regalárselo por el día de su cumpleaños. Mis compañeros de colegio pensaban que era mi enamorada y típico de chibolos retardados de esa edad, jodían. Un día noté que hablaban a mis espaldas.

–¿Qué pasa? –dije.
–Lo que pasa es que… –respondió Diego mirando, nervioso, a todos lados.

No entendía lo que sucedía. Diego saca de su bolsillo un celular y me muestra una foto en la que un infeliz abrazaba, por la cintura, a la reina de mis pensamientos. Me hice el desentendido argumentando que debía ser su amigo, luego de reír nerviosamente.

A los días me aparecí frente a su salón, con una amiga, supuestamente para darle celos. Ella nos mira y, a propósito, intercambia saliva con el mismo infeliz de la foto. Me sentí humillado, pisoteado, el máximo idiota. Le pedí a mi amiga irnos en el acto. Mientras caminábamos, pensaba en cómo me pudo haber gustado esa perra, en lo equivocado que estaba. Otro día, en la salida, la veo besándose con otro sujeto. Me sentí asqueado por la escena. Giro la cabeza y veo a Yogui, con una sonrisa natural, como queriendo interpretar: “Me importa una mierda” y seguimos caminando rumbo a nuestras casas, como si nada hubiera pasado, como si aquello que sentía por esa chica punk rocker nunca existió.

lunes, 2 de enero de 2012

Fast Food y explotación

Primer post del año, de temática muy personal. Creo que es necesario compartir con ustedes, mis queridos lectores, aquella nada maravillosa experiencia que tuve el último día del 2011, en un sitio burgués. En este post mezclare todos los sentimientos y pensamientos que tuve y discúlpenme por ser demasiado sincero o desubicado o, simplemente, un perdedor.

“Ojalá que no la cague”, dije al salir de casa mirando un tétrico escenario. Como casi siempre, Bobby me acompañó hasta doblar el paradero. El tiempo atmosférico no fue nada reprochable: hubo un tímido sol que apenas imponía presencia.

En el trayecto del bus imaginaba mis planes para el verano, imaginaba ganar algo de dinero para poderlo gastar en cosas vanas como conciertos, fiestas o noches de alcohol. Ni en el más remoto de mis pensamientos imaginaría pasar por tanta explotación.

Luego de algún tiempo incontrolado aparezco por el Centro Comercial de Chacarillas. Mujeres de cuerpo colosal desfilaban a mi alrededor junto a sus esposos, hijos o algún acompañante de paso. Era mi primer día de trabajo y cabe la casualidad que llegué diez minutos temprano. En la puerta del trabajo encontré sentada a una de las chicas del área de atención al cliente. La saludé con un hola y comenzamos a entablar una nada amena conversación. “Voy a trabajar hasta mañana para cumplir una semana y a los días cobraré. Pensaba ganar más propina en este lugar”, me dijo. Ya empezaba a sentir un mal clima organizacional. Al ver que aún no llegaba el administrador fuimos al Plaza Vea a buscar algo de comer, no encontramos nada. “¿En este lugar te dan uniforme?”, “No, en este lugar no te dan nada, ni comida, alucina que tienes que traer tu comida, por Dios, es un restaurant y no dan comida”. Salimos de aquel supermercado y regresamos al trabajo, esta vez encontramos al administrador que recién había llegado. Era un tipo de contextura semi-obesa, con una gran sonrisa y un peinado estúpido. Siempre se la pasaba hablando por nextel. Al rato entró un compañero. Entramos a la cocina, a nuestra área de trabajo. No sabía qué hacer. El “compañero” subió a cambiarse. La chica que hacía unos minutos hablaba conmigo me dijo que la ayudara a bajar las sillas de la mesa y a barrer, la miré extrañado. “Hazlo tu pe conchatumadre, ay carajo, lo tendré que hacer nomás pues, que chucha, todo sea por el dinero, aunque ayudarla no me corresponde, pero bueno, no tengo nada que hacer, no quiero que me vean haciendo nada”, pensé. Veo que el “compañero” regresa a la cocina y vuelvo al lugar, le digo en que le ayudo y me dice que barra. Un misterioso tipo de gran masa muscular y con un aparato súper sofisticado me saluda y se presenta. Su nombre era Kevin y era el más antiguo del trabajo, mucho más antiguo que el imbécil del administrador, es por eso que le hablaba de tú a tú. Sin duda, fue muy amable, me enseñó de todo, desde cortar un tomate, rayar el queso hasta preparar los diferentes tipos de pizza. 

–¿Qué música escuchas? –me preguntó
–Rock y un poco electrónica, ¿tú?
–De todo: salsa, punk, metal, electrónica, un poco de reggaetón pero no mucho, ¿has escuchado Daft Punk?
–Sí –De pronto recordé cuando tenía ocho años y pasaban videos de Duft Punk en aquel MTV diferente al de ahora– ¿y escuchas punk peruano, qué bandas?
–6 voltios, Chabelos, épocas de colegio pues
–Claro, ¿ibas a conciertos los de Cailloma, Los Olivos, Barranco?
–Sólo a los de Barranco, como se me hacía más cerca a mi casa, llegaba hecho mierda al colegio

Me reí dentro de mí, que tal posero resultó. 

Cada minuto pasaba y sentía cansancio. En las seis horas que me tocaba trabajar, no tuve ni un puto minuto de descanso. Si no había pedidos tenía que limpiar los instrumentos de cocina y la cocina en sí. Cuando estaba a medio limpiar venían más pedidos. Me corté la mano derecha al rayar quesos, no fui el único, dos huevones más también se cortaron. Era inhumano que no me dieran comida, las fuerzas al transcurrir el tiempo se me iban. Aparte tenía que irme a otra sede de la empresa si es que el administrador me lo ordenara. No trabajaba seis horas sino ocho y me pagan igual: no respetaban mi horario part time. Tenía que entrar a una refrigeradora gigante a meter y sacar ingredientes, sin duda, el cambio de temperatura me terminaría, algún día, matando. No tenía mayor deseo que sea las cuatro y poder largarme de ese inmundo lugar, estaba seguro que no regresaba más. “Conchasumadre, esta huevada no me conviene, me gasto un culo en pasaje, hago algo que odio, esto no es para mí, estaba perfecto cuando trabajaba en La Molina como practicante contable frente a un monitor, sentado todo el tiempo, relajado, escuchando la música que yo quería, tal vez ganaba un poquito menos, pero hacia algo relacionado a mi carrera, ganaba experiencia, era La Chamba, conchasumadre, fea mierda, a esta huevada no regreso más. Peor para la miseria que me pagarán, ni huevón”, sentencié. Me despedí de Kevin (la conversación que hubo en ese instante no vale la pena escribirlo) y me largué de aquel inmundo lugar, humillado, cansado, con hambre, con sueño y me dirigí al paradero.