sábado, 12 de mayo de 2012

Punto y aparte ♪

     Hace diez minutos estuve frente a la PC, en el cuarto deshabitado, en el cuarto donde dormía antes de cambiarme de habitación por una más grande, limpia y acogedora. Mi hermano entra y sin decir nada conecta la plancha y empieza a planchar una camisa para luego irse a chupar, como todos los sábados, con sus amigos, en su dormitorio, dificultándome la vida con su bullicio extremo, música a todo volumen y risas escandalosas. Debido a que sentía un acoso inexistente: no me gustan que estén viendo lo que hago cuando estoy frente a la PC, minimizo la ventana del facebook, abro mi blog, y por casualidades de la vida le doy click al blog “La sensación desconocida”. Ese blog, para mí es el mejor blog que he leído, no tanto por su estilo de narrar las cosas sino por el contenido de sus historias, sus múltiples temas. En fin. Leo el último post y como me gustó, abro otro, uno del 2010, leo la posdata que siempre pone, en sus última líneas había un enlace, le doy click. El enlace me conducía a un concurso donde los ganadores eran aquellas personillas que siempre comentaban cada historia nueva que publicaba. Stalkeo un toque, leo y leo y veo que todos, sí, todos ellos se conocían. Entro al blog de dos de ellos y veo que también escribían de putamadre, que también tenían cientos de seguidores y comentarios. Me acordé del blog day del año pasado (para los que no saben es un concurso donde se reúnen, supuestamente, los mejores blog del país) que fui con un par de amigos de la promoción, que no tienen blog ni escriben, me di con la sorpresa que todos los asistentes se conocían y eran los mejores amigos, mientras que yo era un X, alguien que, bueno, no pertenecía a ese lugar, alguien que era el punto y aparte, como la canción de Tego Calderón. Fue ahí que me di cuenta de que a pesar que escribiera bien (bueno mis queridos lectores, permítanme ser arrogante, solo por hoy); a pesar que tuviera más de catorce mil visitas; a pesar que conocidos míos y no tan conocidos míos me dijeran que escribo de putamadre, que tengo futuro (aunque no creo); que haga lo que haga, nunca perteneceré a ese mundo subterráneo, a ese mundo cibernético, a ese mundo de los blogs. Nunca…

(Escrito el 05 de mayo del 2012)


PD. Por fin, ¡conchasumadre!, acabé parciales. Aunque la haya cagado completamente en Mercado de Valores y haya tenido parciales mediocres en Talento Humano I y Adm. de Operaciones I, ayer me reivindiqué con Marketing Operacional y Adm. Financiera I, la rompí. Ahora sí, a seguir con esa vida monótona, poco feliz pero reconfortante.

miércoles, 2 de mayo de 2012

Lazos fraternales


      La escolta llega al colegio, victoriosa, con un nuevo gallardete. Henry se despide de sus amigos y se dirige a la movilidad escolar. Un grupo de muchachos pasan por su costado y se detiene a comprar hamburguesas en el puesto del gordito. Todos lo conocían. Ni bien sube, es saludado por muchas personas que ilusamente creían ser amigos suyos. Vestido con el uniforme de gala, atraía a más gente, en especial, a las chicas más populares. Escoge su asiento y acto seguido, Evelyn, la abanderada de la escolta de mujeres se sienta a su costado y sin parlotear mucho se funden en un apasionado beso. Él tenía un hermano menor que también estudiaba en el mismo colegio. Se llamaba Elvis. Ambos eran tan opuestos como el cielo y el infierno, como el agrio y el dulce, como lo alto y lo bajo, como lo maravilloso y lo despreciable. Elvis era un chico de doce años, tímido y enclenque.
      Elvis miraba la calle desde su asiento, le encantaba sentarse en el lado de la ventana. De repente, se acerca un muchacho mayor que él y con palabrotas logra sacarlo de su lugar. Todos miraban pero nadie hacía nada. Elvis, afligido y derrotado, se va caminado hacia la parte de atrás, al avanzar lentamente logra cruzar la mirada con la de su hermano. Elvis y Henry tenían una mala relación de hermanos, Henry se avergonzaba de su hermano, lo creía el máximo perdedor. Nunca lo había ayudado en algún problema. Para él no existía. Henry voltea el rostro y mira a Evelyn, incitándola a seguir con su amena conversación, tratando de olvidar la escena. A lo lejos escucha la voz de aquel abusivo: “Es un chibolo huevón igual que su hermano, no sé qué tanta bola le paran a ese huevón, si es igual de perdedor”. Henry no era de pelear, quiso hacerse el que no había escuchado pero al recordar los ojos llorosos de su hermano, al sentir la pena que tenía su hermano menor, al sentir el dolor y la humillación que había pasado Elvis, alimentado con su rencor decide enfrentarse a aquel abusivo. Se para de su asiento y empujando a todo el que se encuentre en su camino, se dirige a su objetivo. El bravucón es advertido por sus colegas y al voltear la mirada, su cara es estrellada con puñete certero. “Ahora pues conchatumadre, ¿qué chucha decías?, voy a sacarte la mierda pero quiero que no se metan ninguno de tus cacheros”. Alaridos infernales convertían el bus en un circo romano. Henry, el brabucón y sus amigos (del bravucón) se bajan de la movilidad escolar y se enrumban a su destino. Al estar a la vuelta del colegio, el bravucón expulsa su mochila y con raudos pasos se aproxima a Henry, Henry esquiva un puñete y es cortado por una chaveta sorpresiva. Su brazo sangraba. No sabía en qué se había metido. Los amigos del bravucón apoyaban a su líder: “Sácale la mierda, hazlo escupir sangre, barre el piso con su cara”. Una señora que pasaba por ahí luego de observar todo llama al auxiliar y al instructor del colegio. Henry olvida el dolor y patea la mano de su oponente, logrando que éste bote su arma. Con dos golpes rápidos y llenos de odio consigue derrumbarlo. En el momento que iba a patearlo es detenido por el grito del auxiliar. Los profesores los toman de rehenes y los llevan al colegio para interrogarlos y castigarlos. “No quiero que me pongan un dedo encima, ustedes no son ni mierda para hacer eso”. Coge su celular y llama a su papá. Su padre llega en seguida y se lleva a su hijo.
      -¿Qué pasó? –dijo el padre- estás todo cortado.
      -Ya en la casa te explico todo –aseveró Henry- sólo quiero que mañana, a Elvis y a mí, nos cambies de colegio.
      -¿Qué cosa?
      -Ese idiota, el que me hizo esto, es un pandillero, no quiero que le haga algo a Elvis, es muy peligroso continuar ahí. Si seguimos, un día de estos, en este colegio, me mataran a mi o a Elvis o quizá a los dos.
      El padre manejaba el carro y no podía comprender qué tan seria era la situación, pero confiando en sus hijos decide aceptar ese pedido.
     Al momento de bajar del carro, Elvis abre la puerta y abraza a su hermano. Su papá los mira extrañado, era la primera vez que sin ser cumpleaños de alguno o navidad se daban un abrazo, un abrazo tan fraternal, tan incondicional, un abrazo que escondía muchos sentimientos. “Es lo menos que podía hacer, eres mi hermano, no podía permitir que alguien te falte el respeto, sabes que siempre estaré cuando me necesites”.