sábado, 1 de septiembre de 2012

De compras

Era uno de los días más gélidos del año. Esperaba que pase alguna combi medio vacía con gran impaciencia. Luego de un rato paro una. Era destartalada y sucia. La cobradora abre la puerta mientras decía: “Metro, Puente nuevo, Plaza Italia…”. Subo y observo todos los asientos, dos estaban vacíos. Una misteriosa chica me observaba con gran detenimiento, la miro y sin reconocerla le digo que me dé permiso para sentarme en el otro asiento. “Hola Chris”, me dijo al mover sus piernas para que pueda dirigirme al asiento. Le respondí el saludo sin mostrar asombro alguno mencionando su nombre fríamente y dándole un beso en la mejilla. Conversamos un poco, me dijo que estaba en el tercer ciclo en la Científica, también me pregunto si la tenía en facebook, a lo que le respondí que no; intercambiamos algunas palabras hasta bajar. Ambos, dadas las coincidencias de la vida, bajamos en el mismo paradero.

Queridos lectores, déjenme confesarle que aquella chica, Jaqui, estuvo perdidamente enamorada de mí en las épocas de secundaria. Ella estaba en cuarto y yo en quinto de secundaria. Junto a su amiga Lorena me seguía a todos lados, pero yo no le paraba balón. Si me dijeran que ella mantiene aquel sentimiento hasta ahora, creo que estaría con ella, ya que no es para nada fea, al contrario, además, que estudie en la Científica le da un plus, la hace más interesante. Pero, bueno, ustedes se preguntaran por qué no estuve con ella, la respuesta es muy simple: en ese tiempo yo estaba perdidamente enamorado de otra persona, solo tenía ojos, mente y alma para la linda Mim. Ella era menor que yo, cursaba el tercero de secundaria, pero eso nunca me importó. Nunca podré olvidar los momentos tan perfectos con los que pasé con Mim, fue mi confidente, siempre estaba ahí con su inmensa sonrisa… Señores y señoras del jurado, discúlpenme por desviarme del tema, pero la añoranza fue más, seguiré con este intento de cuento de una vez, antes de que brote alguna fina gota por mi rostro.

Miro a mi alrededor, el tráfico era un caos, la gente como hormiga cruzaba torpemente la pista. Entro a Metro. Saco mi celular de la mochila. Veo una llamada perdida de Zeila. Me extrañé porque ella había llegado primero que yo. El cielo seguía gris. La llamo. Me dijo que estaba adentro del cine, en el primer piso. Una vez que la encontré nos fuimos al paradero. En el bus conversábamos acerca de nosotros, acerca de cosas importantes y también de cosas triviales… infinidad de cosas. No salíamos desde diciembre del año pasado. Como siempre nos pasamos de paradero. Caminamos rápidamente y con sumo cuidado. La zona era peligrosa pero aun no era de noche. Llegamos a Jr. Trujillo y respiramos con tranquilidad mientras Zeila me contaba que a un sujeto de su universidad le hacían bullying. Entre risas y carcajadas llegamos a Saga.

Mi presupuesto era de doscientos soles, era lo único que había llevado, no quería gastar tanto en ropa. A raudos pasos nos dirigimos a la sección hombres y vimos poleras de doscientos cincuenta hasta trescientos soles. “¡Puta madre!”, pensé. Luego de buscar por todos los rincones encontré una polera negra de ciento treinta soles. “Esa puede ser”, le dije a Zeila. Ella me respondió que me la probara. En el vestidor, mirándome al espejo, vi que me quedaba perfecto. Salí y dije: “ésta es”. Al momento de pagar descubrí que la polera estaba ciento veinte soles, sonreí. Salimos y caminamos y caminamos por el Centro hasta que Zeila me hizo detener para entrar a Oeschle. En dicho lugar había buena ropa, casi de la calidad de Saga pero mucho más barato. “¿Cuánto tienes?”, me dijo Zeila. Le respondí que me sobraba ochenta soles. “Entonces cómprate algo más”, insistió. Pensé rápidamente, no había ido hasta allá solo por una polera así que acepté comprar algo más. Busqué y busqué y decidí comprarme una chompa a rayas. Al caminar, Zeila se percata del precio y me dice que está ochenta soles y no sesenta como pensamos. Me sentí en una encrucijada. “¿No te alcanza?”, me dijo Zeila. Le respondí que sí, que me alcanzaba a la justa y que me quedaría sin pasaje. Ella me dijo que me prestaría para el pasaje y que compre la maldita chompa. Hago la cola para pagar, una vez que es mi turno le entrego la chompa a la chica y ella me pide mi número de DNI, extrañado se lo di. “Son cuarenta soles”, me dijo. Nos miramos las caras Zeila y yo. Zeila le preguntó si en verdad ése era su precio, a lo que la chica respondió que sí. “Me engañaste”, le dije a Zeila con una sonrisa. Y nos fuimos. Creo que antes de ir a Saga, hubiera ido a las otras tiendas y así hubiera gastado mucho menos, pero que chucha, lo hecho, hecho está. Además creo que aquella polera vale el precio.