viernes, 1 de marzo de 2013

Enmendando errores


      Steve, cargando muchas bolsas, salía de una lujosa tienda del Jockey junto a su enamorada. Ella era una bella muchacha, tres años menor que él, que se dedicaba al frívolo mundo del modelaje. Amigos, cultos lectores, ya se imaginaran el cuerpo perfecto de aquella muchacha. Con respecto a Steve, que les puedo decir, era un reconocido arquitecto, contaba con una maestría en Dubái y por ende, ganaba demasiado dinero, más de lo que él se imaginó en sus tiempos de estudiante. Por cosas del sino su auto estaba en mantenimiento y tenía que tomar un micro o una sucia combi. “A recordar viejas épocas”, decía sin enojarse. Al bajar de las escaleras se topa con un anciano sucio que estiraba la mano y apenas se podía escuchar sus peticiones. Lo mira con detenimiento y cae en la cuenta que lo conocía.
      En un abrir y cerrar de ojos se encuentra en el pasado. Había sido transportado por su mente trece años atrás. De pronto, observa un muchacho de diecisiete años que caminaba cansado. Vestía un jean gastado y una polera negra que por efectos del tiempo se había puesto ploma. De pronto, este corre y sin dudar mete la mano al vaso de un diligente ciego y se lleva las monedas que contenía. Debido a su naturaleza no se daba cuenta de lo que pasaba. Steve recuerda que él no vivía por allí. Solía hacerle las maquetas a un sujeto, el cual no era su amigo, por dinero. Ambos estudiaban la misma carrera pero en diferentes universidades. Steve estudiaba en la UNI y Clark en la UPC. Este muchachillo vivía en la Molina, por eso que Steve bajaba en el Trébol para irse a su casa en el cono norte. También recordó que muchas veces había pasado días tristes, los cuales ni siquiera podía darse un gustito y comerse una hamburguesa de luca. Claro, la de aquellos tiempos.
      Steve baja las escaleras y para un taxi. Su enamorada se va a un casting. Steve regresa al mismo lugar habla con el anciano, le da la mano, lo levanta y lo invita a comer un combo en el KFC. Nadie podrá imaginarse el gusto con el que el anciano comía y saboreaba aquel banquete. No puedo negarlo, amigos, no había nada más feliz para el gran amigo Steve que poder cambiar su pasado, poder enmendar errores en el presente. Al soltar una carcajada se topa con otra persona conocida. “¿Tú no eres Clark?”, le dijo a un señor barrigón que estaba en el área de pedidos… era increíble como habían cambiado las cosas.