jueves, 6 de junio de 2013

No hay sin suerte

       De niño siempre he tenido malas experiencias en cuanto a concursos, creo que el azar fue mi peor enemigo. Nunca gané los putos sorteos de canastas, en el colegio, por el día de la madre –aunque posteriormente comprendí que aquellos sorteos eran una vil estafa-, ni rifas, ni bingos, ni nada. Todo cambió hasta que un día muy lejano…
      Era un 23 de diciembre de milnovecientosnomeacuerdo, caminaba junto a mis padres en un centro de esparcimiento ubicado dentro del aeropuerto. La empresa donde trabajaba mi papá siempre nos daba esos agasajos por esas fechas. Grandes juegos inflables y también mecánicos rodeaban el lugar. Sólo se podía observar las inmensas sonrisas de los niños que regalaban al jugar y sentir el aroma inconfundible de las manzanas acarameladas y los algodones de dulce. 
      Mi papá me entregó un par de tickets para reclamar alguna golosina o una oportunidad de jugar en los pinballs. Un amigo suyo tenía que trabajar y, por ende, era imposible que su hijo vaya a ese evento así que no tuvo mejor idea que obsequiarlos a mi papá. Cada ticket tenía un código que entraba a un concurso de un auto de juguete a control remoto. 
      Luego de un par de horas, decidieron hacer el concurso. Un sujeto de contextura gruesa metió su brazo dentro de una caja y sacó un papelito de color amarillo. “El número es 7856”, dijo. Rápidamente saqué de mis bolsillos los tickets. Mis tickets no concordaban con aquel número. De pronto, me acordé de los tickets de aquel niño ausente, los saqué y uno de ellos tenía dicho número. “Yo lo tengo”, dije al desplazarme donde estaba dicho sujeto obeso. Todos se miraron extrañados. “Fíjate bien”, me dijeron por ahí. “Sí, yo lo tengo”, añadí. Le entregué el ticket y el marrano soltó algunas palabras cojudas y me entregó el premio. Era la primera vez que corría con suerte en algún concurso, aunque la suerte quizá no fue mía. Permítanme confesarles que hasta ahora conservo aquel auto de color azul pastel como un trofeo. Mi vida cambió desde aquel día. Hace algunos años gané una entrada a un festival chikipunk gracias a un sorteo organizado por el HI5 de La pezuña de mi Abuelo. El 2012 fue dorado, en cuestión de concursos. Gracias a mi floro y facilidad de palabra gané una entrada a otro concierto chikipunk gracias a Diazepunk. También me gané una entrada para el tono de Laidback Luke (conocido dj holandés) en el club Hebraica gracias a Barena.