martes, 1 de octubre de 2013

La Dimensión desconocida

La pelota rodaba en la loza deportiva, Manolo con gran habilidad le roba el balón a Leo, éste se cae al piso mientras Manolo con un soberbio remate mete un gol que deja atónitos a sus compañeros. Leo se levanta y al ver que la cagó, baja la mirada. Plash se oyó, aquel sonidillo se perdía en el viento, el gordo retira su mano de la cabeza de Leo y le dice: "cabro de mierda, juegan bien conchatumadre". Leo era un muchacho un poco afeminado, aunque nunca dio señal de ser homosexual, siempre le hacían bullying en especial el gordo, todos los días le metía lapos en la pelada. Ese día fue el último, "oe no me jodas, panzón de mierda", dijo Leo con voz temblorosa. El gordo se río y lo miró con odio, lo agarró de la parte de arriba del polo y lo empujó. 

Debo confesar que Leo nunca fue mi amigo, pero hay una cosa que me llega al pincho y son los huevones que se creen abusivos. "Déjalo oe payaso, ¿qué chucha tienes?", le dije. "¿Padrino eres?, arranca nomás oe conchatumare o quieres te reviente", sentenció el gordo. Antes que me tire el primer golpe, me adelanté y le tiré un puntapié en la pierna, el gordo se inclinó lentamente –recuerdo ese día como si fuera ayer, quizá nunca la olvide–, acto seguido le tiré un puñete en la ñata, el gordo se cayó, su nariz sangraba, la gente permaneció inmutable. Había hecho lo que muchos no se atrevían. No me acuerdo cómo, pero el marrano se abalanzó sobre mí, parecía que era un toro rabioso, no podía zafarme, pensé lo peor. El gordo me tiró dos puñetes, uno en cada mejilla, golpes que me ocasionaron un terrible dolor por mes y medio al comer. Cuando iba a tirarme el tercer puñete, Manolo con Adriano lo sujetaron de ambos brazos y lo levantaron. "Oe huevón ya fue ya", le dijeron. El gordo respiró hondo y me advirtió que ya no me quería ver nunca más, que la próxima no salía vivo. A partir del día siguiente no me dirigió la palabra ni mucho menos me busco bronca. Aunque haya quedado como un supuesto héroe, ese chiste me costó la expulsión del colegio, qué da, al cabo que ni me gustaba ese colegio. 

****

Me despierto y escucho: "portón, portón", giro el cuello y observo por la ventana, "puta mare", dije. Me había pasado dos paraderos. Bajo. Caminé en zic zac, estaba mamadazo, había combinado whisky, vodka, ron, tequila y chelas. Eran las tres y media de la madrugada. Como ratas salidas de la alcantarilla, aparecen tres sujetos.

–Ya perdiste pe conchatumare –dijo uno que se parecía al casha.
–Ya fue brother, relajado -dije, al ver que estaba acorralado. No tenía ni las fuerzas ni las ganas de correr, no llevaba nada de valor, a excepción de un celular barato. 

Uno de ellos me cocoteó y el otro me puso un cuchillo en la cara. "En la cara no, carajo", dije en mi mente. "Oe, huevones, aguanten, ¿eres tú, Ignacio"? dijo un muchachillo alto que tenía un par de cortes en el rostro como Bardock. Lo miré fijamente, no lo recordaba, "y quien más" le dije. "Ignacio, soy Leo, ¿no te acuerdas de mí?". "Brother, a los años" le dije, mientras me liberaba. "No le hagan ni mierda, él es mi causa" dijo, después les contó la historia cuando lo salvé, ¿lo salvé?, eso no importa. Me pidieron disculpas y en son de paz me hicieron la taba hasta media cuadra antes de mi casa, ya cuando divisé mi causa le extendí la mano a cada uno y me despedí de ellos. "Despiértate oe vago de mierda, borracho", se escuchó de la nada, abrí los ojos extrañado, eran cerca de las dos de la tarde, había dormido con las zapatillas puestas. Me levanté y me lavé la cara. Siempre me preguntaré si fue cierto lo que me había pasado al bajar del carro o fue un sueño o una pesadilla o un simple juego de mi mente.