lunes, 24 de febrero de 2014

El origen de todo

       Habíamos pasado de ronda a octavos de final en el torneo de fútbol de cuarto año de secundaria, ganándole a la sección D por 1-0, gracias al gol de penal de Echia. Todo era felicidad, nunca habíamos llegado tan lejos, aunque déjenme confesarles que llegamos hasta las semifinales perdiendo estúpidamente por la actuación de nuestro intento de portero, pero amigos, cultos lectores, eso ya es otra historia. 
     Fuimos al restaurant más cercano a comer un rico ceviche. El cansancio era apaleado por un rico y sabroso vaso con chicha morada. Mis amigos y yo no dejábamos de sonreír y recordar aquel partido, mientras guardábamos piernas para el siguiente, que era dentro de una hora aproximadamente, era como especie de torneo relámpago. Esta historia no sería memorable y por ende, no hubiera sido contada en este blog, si no hubiera sido porque mi padre se encontró afuera del restaurant con mi profesora de Literatura. Mi papá estaba en pleno sol conversando con otros padres de familia, cuando de repente se aproxima una señora de estatura baja y contextura gruesa pero con un rostro simpático que escondía una mirada maligna pero pícara a la vez. “Ella es la profesora de Literatura”, dijo uno de los padres de familia. La saludaron y mi papá decidió interrogarla.
       -Hola, profesora, ¿Cómo está mi hijo en el colegio? Él es Rodriguez.
       -¿Quién?
       -El muchacho de allí –y me señalo mientras yo comía con mis amigos.
      -¿El? Él es un vago, no lee –contestó la vieja de mierda esa, con una expresión como de irritada.
        Todos mis compañeros se empezaron a reír, mientras yo me sentía avergonzado.
      Al llegar a casa tuve una conversación muy seria con mi padre, en la que me mostraba su insatisfacción que había sido originada por esa miserable noticia. Prometí leer los libros que me iban a pedir en el siguiente trimestre, pero tenía que empezar con el actual, el último que me había comprado, con la plata de mi papá, en la tienda ubicada estratégicamente en frente de mi colegio. Aquel libro era muy gruesa y se podía apreciar que tenía muchas páginas, era nada más y nada menos que “El amor en los tiempos del cólera” de Gabriel García Márquez. Al día siguiente decidí abordar aquel viaje intenso que es la lectura y al leer las primeras páginas supe que la historia era divertida, el estilo no era muy difícil de entender, los diálogos eran geniales, en conclusión, me agradó la obra. Cada día que pasaba me enamoraba más de la obra, me imaginaba en mi inocente mente a la Diosa coronada, Fermina Daza, y al taciturno y poético muchacho llamado Florentino Ariza. En un par de meses terminé de leer la obra y me sentí contento porque era mi primer libro que había terminado y había leído de inicio a fin, di un examen estupendo sin la necesidad de buscar el argumento por internet. Desde esa vez mis notas en los cursos de letras fueron mejorando notablemente y hacían que saque un ponderado alto que me permitiera estar siempre entre los diez primeros de mi salón (que eran más de treinta), a pesar de que mis notas en los cursos de números eran deplorables, notas aprobatorias pero a las justas, raspando. 

PD. Espero que no los haya aburrido mis fieles amigos, pero era algo que necesitaba contarlo, eso fue el origen de todo, posteriormente, luego de tres años me cree el blog y comencé a escribir, pero esa historia ya la deben saber porque ya fue contada en una entrada llamada Primer aniversario del blog. Permítanme contarles que en menos de tres semanas dejo los Estados Unidos y regreso al lugar donde me vio nacer, a mi querido Perú, este viaje me ha dejado muchas cosas positivas y también he pasado por cosas no tan agradables, pero así es la vida y de todo se aprende, me dedicaré a escribir aquellas aventurillas que estoy pasando aquí así que ese viaje será resumido minimo en cinco entradas, vamos a ver que sale. Nos vemos en la próxima entrada y ya saben, La mente maestra is not dead, I came back motherfuckers!