domingo, 27 de julio de 2014

American Trip

1



      Abrí los ojos. Empecé a observar aquel dormitorio el cual iba a dejar por más de tres meses. Me levanté de mi cama, fui al baño e hice toda la rutina mañanera. Era increíble que ya había llegado el día, el día D, el día el cual iba a dejar mi país para enrumbarme a una aventura sin precedente alguno. Luego de desayunar saqué la Tablet, que me había comprado solo para el viaje, de su caja y empecé a practicar. No entendía como se usaba esa huevada pero seguí intentando hasta que se apagó por la baja batería. Salí de mi cuarto y me quedé haciendo cariño a mi perro Black. Entré de nuevo y prendí la computadora. “Haz tus maletas”, me dijo mi papá, mientras esperaba que se cargué la pc.
      Antes de irme, tenía algo que hacer: ver si había salido invicto en el ciclo. Con la mayoría de cursos no tuve problemas, a excepción de uno: Contabilidad Gerencial. Ese curso de mierda sí me fue imposible aprobarlo por mí mismo. Entré al intranet y vi la nota de dicho curso. “No puede ser”, dije. El hijo de puta me desaprobó. Golpeé el escritorio y subí corriendo al tercer piso de mi casa. Acto seguido, llamé a Sonya.
      -Han colgado las notas de Conta –dije sin saludar- me jaló ese reconchasumadre.
      -¿Estas bromeando? –Respondió.
      -Hoy me voy de viaje –añadí- ¿tú crees que voy a perder el tiempo en esto? Habla con ese hijo de puta y dile que me apruebe, que me cambie la nota, no sé, métele un florazo. No puedo jalar. Jódele todo el día.
      -Ya, a las 12 lo llamo –terminó- ¿ok?
      Ustedes se preguntarán, cultos lectores, ¿por qué llamé a esa chica? Ahora, agárrense de sus asientos porque les contaré aquella historia. Era mitad de ciclo, casi todos estábamos cagados, con notas desastrosas, unos más que otros. Sonya tenía peores notas que yo, encima había faltado a una práctica. Un día bajó a la oficina del profesor de Contabilidad y le metió un floro y le dijo que por favor la ayude, que quiere aprender y todo. El viejo enfermo ese, le miró las tetas y le prometió que la iba aprobar de todas formas, que le hacía recordar a su hija, pero que lo iba a hacer si ella lo visitaba más seguido, a lo que ella aceptó. Desde ese día, ella iba a visitarlo una o dos veces por semana, se comunicaban hasta por whatsup, ya habían agarrado confianza. Él le dijo en dos oportunidades que le diga el nombre de sus amigos para aprobarlos también. En la primera le dijo solo mi nombre, a lo que él le preguntó si éramos enamorados. Ella le dijo que no, que ella tenía enamorado y no era yo. En realidad no somos ni amigos, pero bueno, sigamos con esta mierda. En la segunda, ella le dijo mi nombre y el de dos chicas, para que no le pregunte lo mismo. No sé la verdad que habrá hecho ella, que el profesor le cambió un 03 por un 19. Dudo mucho que alguien ayude a otra persona sin conocerla solo porque te hace recordar a su hija, algo más habrá pasado; sí, amigos, yo también lo pienso. Además que el último día de exámenes ella nos confesó a mí y a Kim que el decrépito ese le enviaba mensajes recontra arrechos. Saquen sus propias conclusiones.
      Era lo último que podía hacer. Decidí voltear la página y empecé a buscar mi ropa para alistar mi maleta. Empaqué polos, pantalones jean y calentadores, poleras, un par de casacas impermeables, zapatillas, medias, ropa interior y demás artículos indispensables para un viaje de varios meses. En la noche me bañé. No tenía ganas de comer, a pesar que me habían preparado uno de mis platos favoritos: papa rellena.
      Una vez que mi hermano llegó a la casa nos fuimos al aeropuerto. En el taxi miraba con nostalgia las húmedas calles de Lima. El cielo permanecía más gris que nunca.
      Llegamos. Cogí la maleta de mano y caminé con ella. En el camino vi muchas caras, diferentes, que mostraban naciones distintas y sus ropas, costumbres distintas. Adentro estaban esperándome mi abuela y la mayoría de mis tíos y primos. Estuve con ellos un rato hasta que tuve que despedirme de ellos y seguir avanzando. Llegamos hasta la puerta de acceso solo a pasajeros y me despedí de mi hermano y de mi madre. Mi madre se llenó de lágrimas por la emoción. Teníamos que ser fuertes, seguí avanzando. Mi padre, que trabaja en el aeropuerto, me ayudó hasta la mitad del proceso de inspección. Una vez que ya había pasado lo “difícil”, nos abrazamos y me despedí de él.
      Me senté frente al gate, esperando junto a los demás. Miré a todos lados y vi que habían muchos como yo que viajaban por Work and travel, pero a diferencia de mí, ellos viajaban acompañados de sus amigos o enamoradas. Luego de unos minutos, vi que la gente se paraba y se formaba en una larga cola. Me puse en la cola y una chica que estaba detrás de mí me hizo el habla, dialogamos un toque, me contó que era la segunda vez que viajaba a Estados Unidos con el programa, que la primera vez se fue a Miami con todo el calor de ahí, las playas y la gente latinaza; ahora se iba a California a conocer el frio de verdad, la nieve, hacer un toque de Ski y snowboarding. Yo le conté que era la primera vez que iba a Estados Unidos y que me iba a Pennsylvania, que no conocía mucho de ese lugar. La cola terminó en la última inspección, dos oficiales me dijeron que abra las maletas para revisar. Las mías estaban con llaves. Me puse un poco nervioso, me acordé que una estaba en mi canguro y abrí mis maletas antes de que ellos rompan los candados, al ver que no tenía nada ilegal, pasé y entré al avión.