lunes, 15 de diciembre de 2014

Pxndx en Lima 2014 (Vivo x el rock 4)

Estaba con media hora de retraso y aun me encontraba en el bus, atascado en plena av. Abancay. Maloko y Miguel me reventaban el celular con sus llamadas y mensajes. Decidí bajar e irme corriendo hacía el parque de la exposición. A cinco cuadras del local observé una cola inmensa. Cientos de jóvenes vestidos de negro y con peinados extraños, caminaban como en procesión. Crucé la pista y decidí darle la vuelta a la cola.

Cerca de la puerta principal observé a Dennis, un brother que conocí en el 2007 cuando empecé a tomar trago basura en plena vía pública; él estaba con una flaca y un pata, medio preocupados. No llegaron a comprar entradas y estaban buscando al mejor postor, aquel que no sea tan rata y no les cobre más del doble. Seguí de largo ya que vi a Maloko en la esquina.

–Oe sorry por la demora
–Ya, ya –dijo Maloko luego de estrecharnos la mano- Acá tengo Russkaya combinado con frugo.
–Chucha –respondí– bacán.
–Oe casi no compro la entrada huevón –me dijo Maloko mostrando su ticket–, cuando vi el precio dije: “Ta huevón, ¿60 lucas?, no seas pendejo”.
–Sí, una huevada –dije sonriendo– todo por Panda.
–Todo por esos emos de mierda.

Reímos, mientras nos pasábamos los vasos de alcohol.

–Oe alucina que a la vuelta escuché entradas a 180, qué pendejos…

En eso, pasa un grupo de gente vociferando y peleándose. A los segundos más personas se unían al tumulto.

–Seguro le han vendido una entrada falsa a un huevón y ahora le quiere sacar la mierda al tío.
–Qué chucha será.

A los minutos llega Miguel y seguimos conversando hasta terminar los dos cajas de Frugo mezclados con vodka barato. Antes de entrar compré una clásica cajetilla Marlboro y un encendedor. Sin importar nada, como buenos chikipunks, nos llegó al pincho las reglas establecidas y nos colamos a tres metros de la puerta. Sorry gente que hizo una hora de cola, así son las cosas…

Entramos cuando estaba terminando de tocar el Tri. Ya que no bastó el vodka, nos dirigimos a la caseta donde vendían chelas. Miguel como estaba en falta, compró cinco vasos de cerveza, de los cuales dos boté debido a mi estado etílico, según lo que me contó Maloko una semana después. En plena presentación de Libido nos dirigimos lo más cerca posible al escenario. No entendía como había gente que había llegado a las 6 de la mañana pensando que iban a estar todo el tiempo adelante. Nosotros entramos cerca de las 8 de la noche y estábamos a tres metros del escenario. “Salim lárgate, aburres conchatumadre”, decía la gente. Todos querían ya deleitarse con las canciones de Panda. Libido abandonó el escenario sin pena ni gloria.

“Pepe, hazme un hijo”, dijo una flaca. Ya estaban en el escenario Pepe, Ricky, Arturo y Kross. Panda empezó con Saludos desde Turquía. Luego siguió con Huésped en casa propia. La histeria colectiva se apoderó del lugar. Varias chicas se iban desmayando una por una. Una muchacha de polo blanco fue la elegida de robarse la atención de los Panda y Ricky pidió que la apoyaran, que no iba a comenzar la tocada hasta que ella salga del tumulto. Una vez resuelto el problema, reanudaron su presentación con Enfermedad en casa. Esas tres canciones son de los últimos discos. Debo confesar que yo sigo a Panda hasta el álbum Amantes sunt amentes, luego de ese álbum hay tres más.

Los nuevos oyentes de Panda estaban felices cantando y otros grababan; mientras Miguel, Maloko y yo nos mirábamos las caras esperando a que suene alguna canción antigua, esas old school, las de los viejos tiempos. Pepe decidió complacer a su gente antigua y tocó Quisiera no pensar. Cuando se escuchó el riff de Cita en el quirófano, nos metimos al pogo. Era increíble que en los 3 minutos que duraba la canción nos teletransportamos a la época de secundaria, cuando veíamos MTV, los 10+ pedidos. Luego tocaron 3+1, el pogo seguía. Decidí tomar un poco de aire en Los malaventurados no lloran. Cuando tocaron No tienes oportunidad contra mi antipática imaginación parecía que estábamos muertos, esperando en el purgatorio si irnos al paraíso o al infierno. De repente, sonó Promesas-Decepciones y se armó un pogo más brutal. Luego de eso tocaron Procedimientos para llegar a un común acuerdo. Se oía como la gente coreaba: “Sensual, la depravación en mi es sensual”. En So violento, so macabro una flaca agarró a su gane y le cantó: “Si no es conmigo, con nadie vas a estar”. La gente estaba más feeling. Volví a descansar cuando tocaron Usted. Sin mayor presentación se escuchó Narcisista por excelencia y la cerró con Disculpa los malos pensamientos. Al final de la presentación se tomaron un selfie con la bandera peruana y el público. Fueron interrumpidos por Chabelos, pero no importaba, ya que la magia había estado presente.

Realmente valió la pena volver a los conciertos chikipunks peruanos. Ese mismo día era el Life in Color Perú y no fui solo por Panda. Debo confesar que me perdí de algunos detalles de la presentación ya que entré mamadazo y la seguí adentro, como pueden apreciar en mi intento de relato. Gente, somos el siguiente año. Panda es uno de esos grupos que merecen ser vistos una y otra vez. Gracias por todo, genios.

domingo, 7 de diciembre de 2014

American Trip

5


El 27 de diciembre empecé a trabajar, por fin. La tristeza y desesperación que sentía mutó en un júbilo indescriptible. En el Shuttle, que era un bus que nos llevaba al trabajo y nos traía a casa, conocí a Gaby, era un moreno de estatura baja, el único puertorriqueño que le gustaba el metal. Me pareció buena onda, a fuego como dicen ellos. Me indicó donde me tocaba trabajar. 

“Aquí es Ski Londge”, me dijo. Me despedí de él con un apretón de manos y bajé del shuttle. Ingresé al establecimiento y observé a puros niños de entre ocho a quince años, estaban jugando al bowling o a los juegos de mesa tipo pinball. “¿Ahora dónde carajos voy?”, pensé. Me acerqué a una gringa que parecía trabajar ahí.

–Hi, I’m the new dishwasher. It's my first day at work. Could you tell me how can I go to the kitchen?

La chica me respondió amablemente y le dijo a un tío que me lleve hacia la cocina. Antes de eso le dije para ponchar mi dedo en la máquina que controla la asistencia. Dicha máquina estaba ubicado en un pequeño cuarto donde también había mucha ropa de ski y snowboarding. Coloqué mi dedo pero no lo reconoció. El tío me dijo que no importaba, que ya habrá otra oportunidad de grabar mi huella digital. Subimos en ascensor hacia la cocina. Cuando entré, me sorprendí, nunca había visto una cocina tan grande. Habían muchos chefs, meseras y dos dishwashers.

–Hey you! I’m Christian, the new dishwasher.
–Oye no tienes que hablar en inglés con nosotros –dijo el más tío– somos puertorriqueños.
–¡Ah! –dije– mejor.
–¿De dónde eres? –dijo el gordo– ¿De Chile?
–No – respondí– Soy de Perú, Lima. 
–Bueno, ya que viniste –dijo el tío– me voy, ya es hora.

Yo era el relevo de ese tío. Me quedé con el gordo, su nombre era Mauricio. Debo confesar que ese día Mauricio fue el único que lavo todos los platos, vasos, tazas, ollas y demás huevadas; mientras yo estaba parado sin saber qué hacer, luego lo ayudé en ubicar las cosas en su lugar. Ese día solo trabajé seis horas, pero debo confesar que terminé hecho mierda. No estaba acostumbrado a trabajar. Lo mejor de ese día fue que uno de los chef nos invitó pizza, hamburguesa y un vaso enorme de coca cola, fue algo traído del cielo, ya que estaba con un hambre de la concha su madre. 

También intercambiamos algunas palabras. Y típico de los puertorriqueños no hablamos de fútbol, ni religión, ni temas de actualidad, si no solo de mujeres. 

–¿Y has ido a los parties? –me dijo el gordo mientras ponía un par de platos en la máquina.
–Sí –respondí– a algunos. Mucha destrucción.
–Si me pareció verte en el grupo de los peruanos, en especial, con la gente del mago. 
–Ah, sí.
–Oye y que jeba te gusta más, hay unas que están…
–Hay flacas simpáticas. Pero han venido unas chilenas, que, asu, están buenazas. 
–Ah, sí, una de ellas es argentina.
–¿Lana?
–Sí, la rubiecita, bien linda ella. Todos le han puesto el ojo.
–Sí, es la más rica del barrio. 

Llegó las doce de la noche y salimos de la cocina. Acompañé a Mauricio a botar la basura y nos fuimos en shuttle hacía el barrio. Cuando llegué a casa, Alberto y Frank me estaban esperando, me preguntaron qué tal había sido mi primer día de trabajo y si había traído algo de comer, a lo que les dije que no, que había comido allá. Al saber esto, continuaron con lo que estaban haciendo: ver TV o chatear en Facebook.