lunes, 1 de noviembre de 2010

No me gusta bailar

Bajamos del taxi. La oscuridad de la noche nos infundía confusión. Había tres locales juntos, en donde, al mismo tiempo, se realizaban fiesta de quince años. Los locales estaban decorados con telas blancas y rosadas. Tipos enternados vigilaban la puerta.
–¿Dónde es ah? –dijo Pino.
Pino era mi mejor amigo de la primaria. Habíamos dejado de vernos hacía tres años, pero nunca es tarde, las buenas amistades nunca se pierden.
      –Hay que preguntar por la quinceañera –dije sacando la tarjeta. Me acerqué a un tipo gigantesco– ¿Ésta es la fiesta de Jackie, no?
      El tipo nos miró de pies a cabeza y sonrió.
      –Sí, pasen por favor –dijo.
      –Espera, vamos a comprar cigarros –dijo Pino.
      Nos dirigimos a una señora que vendía chicles, cigarros y caramelos.
      –Dame un Kent –señalando la cajetilla– ¿Has probado ese cigarro?
      –No, nada –Tenía dieciséis años y era un total inexperto en el tema de los cigarrillos. Es más, ese fue el año que me inicié, fumando, claro.
Entramos y prendimos un cigarrillo. Vimos como estaba el ambiente. Estaba vacío. Sólo estaba la familia y algunos invitados. Lorena y sus amigas se acercan a nosotros.
      –Chris –dijo Lorena– viniste.
      Sus amigas nos miraban lujuriosamente. Luego cuchichearon un rato.
      –Él es punk, no baila –dijo mirándome–. Has venido a bailar, me supongo.
     En ese tiempo estaba metido en la honda punk, iba a conciertos, pero nunca afirmé que lo era. También iba rara vez a tonos, pero lo hacía por compromiso, para hacer hora, pero no bailaba, no me gustaba, además, no sabía bailar.
      –Claro que voy a bailar –dije inseguro.
     Me presentó a sus amigas y le presenté a Pino.
     –Vamos a perrear toda la noche –me dijo una de ellas.
     Sonreí y prendí otro cigarrillo.
     Comenzó la ceremonia, la parte más aburrida. Teníamos que jalar una pita, el que se llevaba el anillo, se hacía el chambelán. Pino fue el suertudo. Lo miré y sonreí. Pino había ido a esa fiesta, solo para acompañarme, en realidad, no conocía a la quinceañera. Luego de las palabras de los padres, le tocaba hablar a la quinceañera. Jacky sólo atinó a decir: “Nada, que comience la fiesta”. En vez del típico “Danubio azul”, escogió bailar con el chambelán el tema del momento, una canción de dj Warner. Luego una salsa. Todos se reían disimuladamente al verlos bailar. Hacían cualquier cosa menos bailar salsa.
      A penas empezó la fiesta, empezaban a entrar los maleantes del colegio, la continuaban de otro tono. Pino y yo nos sentamos un rato, pero en eso se acercan dos de las amigas de Lorena y nos sacan a bailar. Ella se voltea y empezaba a moverse lascivamente. Yo, miraba a otras parejas e imitaba los repetitivos pasos. Al ver que no sabía bailar me dijo: “Amigo, un toque, estoy cansada”. Y se fue a bailar con otro tipo. Había quedado como el más perdedor de la noche. Otra chica me saca a bailar, pero esta vez, mejoro los pasos y sin querer aprendo a bailar, bueno, a tener ritmo. La fiesta se hacía más divertida y la pasaba bailando sin cesar, como nunca. La prima de Jacky se pone delante de mí y empieza a moverse de una manera brutal, ponía sus manos al piso y movía las caderas desenfrenadamente. Sin duda, era una de esas chicas que bailaba en perreotecas, como Los Botes.
      –Te dejó chiquito –me dijo Lorena.
     Reí. “Si pues”, sentencié avergonzado. Para no quedar mal, saqué a bailar a Jacky, una salsita. Era totalmente inexperto en bailar salsa, pero al menos tenía más ritmo que ella.
      –Sabes bailar –me dijo.
      Terminamos de bailar y nos sentamos en las banquitas. Una de las chicas más populares, se sienta al costado y empieza a dormirse, acostada en mi hombro. Sonreí sin saber que hacer.
      Eran las tres y media de la madrugada y era la hora de irnos. Paramos un taxi y nos fuimos. Pino al bajarse dijo: "Cuidado, cuidate". Me puse un poco nervioso y miré el retrovisor. Pensé: “Cualquier cosa abro la puerta y salgo de esta huevada”.
      –Son ocho soles –me dijo.
      Busqué en mis bolsillos y no encontré la cantidad sugerida.
     –Un toque, voy a tocar la puerta, y le pago –Bajo. Toco la puerta y sale mi madre.
     –Dame ocho soles, el taxista está esperando.
     Con el dinero en mano me dirijo al taxista y le pago. “Muchas gracias”, finalicé.

1 comentario:

  1. qe tal memoria! .. ese dia.. como pusiste..
    TE DEJARON CHIQUITO! xd
    tu post.. lo fue todo .!

    ResponderEliminar