lunes, 24 de enero de 2011

Desfile distrital SJL - 2007

      Abro los ojos, el ambiente estaba completamente oscuro; prendo la luz y observo el reloj: eran las cinco de la mañana. "Con razón", me dije entre sí. Me voy al baño y me lavo; regreso a mi cuarto y me cambio: camisa blanca, pantalón del uniforme de gala, zapatos de charol bien lustrados, chompa de colegio, luego prosigo con la corbata negra, las caponas y el correaje blanco. Esperé media hora, los rayos del sol, tímidos, alumbraban apenas la calle.
      Tomo un bus. El camino estaba cerrado. Me bajo y bien hardcore voy caminando hacia el colegio. Después de cerca de cuarenta minutos llego. La compañía estaba reunida.
      –Rodríguez –gritó el instructor– A qué hora dijimos.
      –Tuve un percance –disculpandome.
      –Sube y coge un gallardete.
      El instructor dio un discurso, un floro monce, palabras que incentivaban a dejar todo en aquel desfile.
      Fuimos en la movilidad del colegio todos los que íbamos a marchar: la pre-escolta como compañía, el estado mayor y la escolta oficial.
      El lugar estaba colmado de gente, innumerables asientos rodeaban la pista de desfile. A su vez, la pista estaba repleta de colegiales, representaban a sus respectivos colegios.
      Era un acontecimiento, no era cualquier desfile. Se trataba nada menos que el distrital, o sea, el ganador lograba un cupo para desfilar en el Campo de Marte. El "Santo Domingo de Guzmán" –mi colegio– iba como invitado especial, no competía ya que tenía un cupo asegurado para el Campo de Marte.
      Sentía emoción y miedo a la vez, coraje y nerviosismo, alegría e incomodidad. Sentir todo eso junto hacía la ocasión muy especial.
      La gente nos aclamó, nos aplaudió; algunos envidiosos pifiaron.
      Terminando nuestra pasada –el desfile aun seguía– fuimos al colegio a desayunar una gaseosa y una empanada de carne.

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