domingo, 14 de agosto de 2011

Final inevitable

Me encontraba sentado con mis amigos por la facultad de Ciencias Económicas, mientras Kevin hacía sus estúpidas bromas. Grupos de jóvenes con sonrisas resplandecientes pasaban por nuestro lado; los rostros parecían idénticos. Sin hacer mucha articulación saco mi celular del bolsillo, alguien me estaba llamando, el número era desconocido. Contesto. Se trataba de una chica que se hacía la misteriosa, no decía quién era. Al creer que era una broma de alguna orate, cuelgo y sigo conversando sin darle importancia. 

El profesor de filosofía seguía hablando temas aburridos; yo, miraba los dibujos que hacía Stefano y a la vez escuchaba las perradas que hablaba una chica que estaba sentada delante de mí. Mi celular, de nuevo, vibra. Observo y eran un par de mensajes de texto. “Nos conocimos en el cumple de tu prima, bailamos un toque pero me fui temprano”. El otro decía: “Si me quieres conocer, contesta o devuélveme la llamada, sino, no hagas nada y siempre nos preguntaremos que habría sido”. Qué tal misterio, empecé a recordar… 

Hacíamos cola para ingresar a la Calle 8 (una discoteca de mala muerte, concurrida por delincuentes, pirañas, putas y flows). Una muchacha vestida de polo blanco y jean azul me hace el habla, era amiga de mi prima. Todo concordaba, era ella, lo malo era que no me acordaba de su rostro. El reggaetón sonaba a todo volumen, las parejas bailaban desenfrenadamente, rompían la pista de baile; yo tomaba con mis primos un poco de cerveza con agua y sangría. Mi prima se acerca y me dice que saque a bailar a su amiga. Estaba sola. “Bailamos”, le dije en un fingido papel de seductor. La chica me coge del brazo y me lleva a un lugar donde había espacio, suficiente espacio para bailar. Me da la espalda, se acerca rosando nuestros cuerpos y se empieza a mover como una excavadora. Traté de seguirle el ritmo. Habremos bailado como cinco canciones seguidas, hasta que de repente, se fue, sin despedirse, sin decirme ni siquiera su nombre. 

Salgo del aula y decido llamarla. Mantuvimos una conversación amena, la verdad, no me acuerdo de lo que hablamos exactamente. Me dijo como se llamaba, su nombre era Maruja, feo nombre por cierto. Me dijo también que estudiaba odontología y estudiaba en el Británico. Le pedí su Messenger y prometí que seguiríamos estando en contacto. No me podía sacar de la mente que de repente era una fea de mierda y me iba a llevar una horrible sorpresa, entonces llamé a mi prima. Me dijo que era bonita y buena onda. No satisfecho o más bien dicho, no tan crédulo por aquella descripción, la busco por facebook, entro a su perfil, veo sus fotos, en muchas fotos salía muy descarada; a pesar de eso no me llamó la atención, no era de mis gustos o no era lo que yo buscaba. Me desilusioné. Pero pensé rápidamente, analicé la situación y llegué a la conclusión de no tomarla en serio, ni cagando iba ser mi enamorada, pero podía ser un agarre o algo más. 

Desde esa vez nunca volvimos a hablarnos por celular, nos manteníamos en contacto a través del Messenger o por mensajes de texto. Cada mañana recibía mensajes suyos, mensajes ridículos, como: “que tengas un buen día bebé” y cosas que no vienen al caso ser escritas. Me llegué a hartar de su obsesión y sus constantes acosos. Un día me preguntó qué había pasado entre nosotros y le dije lo que pensaba, no, no le dije lo que pensaba, le seguí el maldito juego y me dijo que estaba sola en casa, supuse que esa era la noche, me bañé y me fui a darle el encuentro. Estaba preparado supuestamente para todo, pero nunca me imaginé lo que iba pasar. 

Su casa quedaba en La Victoria, una zona un poco sabrosa, llegué en taxi para evitarme problemas. Bajé y cantando una canción de Chabelos en son de victoria me dirijo a su hogar. Me abre ella. Será por la emoción o no sé qué, pero no la vi tan fea. Oportunidades así no se presentan todos los días así que tenía que aprovecharla. Estaba vestida con un top negro y un minúsculo short deshilachado. Nos dirigimos a su cuarto, sin parlotear mucho, de frente al grano. Le dije que me espere un momento y me fui al baño. Cerré la puerta e hice un gesto de triunfo con los brazos. Me miré el rostro a través del espejo, sonreí y acaricié mi quijada. Llamé a mi prima para darle las gracias y contarle que estaba a instantes de la hora final. 

–¿Dante? –en el tono de su voz comprendí su tremenda tristeza. 
–Sí –dije– ¿Por qué estas así? 
–Maruja murió. 
–¿Es una broma? –dije– estoy en su casa ahora. 
–Habla bien. Murió una semana después de mi cumpleaños: el 5 de abril. 

Traté de recordar y sacar cuentas, la única vez que hablé con ella fue más o menos el 2 o 3 de abril. Desde el 5 me comuniqué con ella solo por Messenger y mensajes de texto. Recordé también que en su facebook sus amigos le escribían cosas como: “que en paz descanses” o “espero que estés en el cielo con tus seres queridos”. Abrí los ojos desorbitadamente. Pensaba que lo hacían de broma. Mi celular cae al piso y se abre, la batería se desplaza a una distancia considerable. Mis piernas empezaban a temblar y el sudor frío caía por mi rostro. Abro la puerta del baño y veo la cabeza de Maruja tirada en el piso. Grité como nunca lo había hecho. Salí de la casa y corrí sin rumbo, a toda velocidad, sin importar lo que pensarán de mí, con la única intención de escapar de aquella pesadilla. 

Buscando en google me enteré que ella murió en un accidente automovilístico, ella cruzaba la pista hablando por celular y un negligente conductor la atropella, salió disparada, llegó otro auto y la arroyó, sacándole la cabeza. Justo esa tarde hablaba conmigo…


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