miércoles, 12 de octubre de 2011

Venciendo a la muerte

A lo lejos veo a dos personas sentadas fuera de mi casa, eran mi mamá y mi tía Anita, las saludo y me detengo a charlar con ellas, como nunca (normalmente hubiera entrado a la casa y hubiera ido de frente a mi cuarto a divagar por la internet). Todo era peculiar: la calle vacía; la luz de los postes, opacas; la noche, más oscura que nunca. De pronto, pasan dos seres indescriptibles y aborrecibles cerca de nosotros, por la pista, y el perro amarillo (perro que hace un breve tiempo atrás había empezado a dormir afuera de mi casa, cuidándola a cambio de comida y una mirada misericordiosa) se aproxima a ellos y les ladra, uno de ellos balbucea incoherencias, luego, el perro se aleja en un mar de sangre que le brotaba del hocico. “¡Puta madre!”, dije mirándolo. “¿Qué le han hecho”, oí voces vanas, el perro seguía desangrándose. Los inescrupulosos sujetos se alejan y uno de ellos grita, de nuevo, incoherencias. Mi tía Carmen sale de su casa y los insulta. Un sujeto que estaba tomando en la tienda del frente se acerca y dice: “Un cuchillo, brother, le han clavado un cuchillo”. Sin pensarlo dos veces entré a mi casa para buscar algún trapo que pudiera usar para detener el sangrado del pobre animal que no tenía la culpa de nada. Lo veo y sin importar que me muerda, porque era de la calle, le coloco el trapo como venda al perro. El trapo se teñía rápidamente de color rojo oscuro. No lo podía dejar morir, seguía pasándole el trapo. Mi mamá en shock, por el suceso inesperado, entra a la casa. Más tarde, al ver que el perro seguía botando sangre decidí llevarlo, con mi papá, al veterinario. Fuimos caminando, el trayecto era corto, pero esa noche pareció interminable. El perro rozaba su pata contra la herida. Seguía perdiendo sangre. Esa vez no sentía frio, estaba en polo y parecía que no había temperatura, lo único que tenía en mente era salvarlo. Llegamos. El veterinario lo examina y lanza el precio, luego de explicarle y hacerle entender el nivel del problema, nos pide que lo carguemos y que lo pusiéramos en la camilla metálica. El perro pesaba una tonelada. Luego lo distrajimos, el discípulo de Hipócrates le coloca la respectiva anestesia. El perro perdía los sentidos de a poco. Lo demás no recuerdo, ya que nos pidió que lo esperemos afuera del cuarto de operación. Nunca había sentido el esperar tan eterno. Miles de pensamientos rondaban por mi cabeza. Una vez que el veterinario terminara de cerrarle la herida con no sé cuantos puntos lo llevamos a la casa en una moto. Bajamos y lo acostamos entre unos trapos, el perro permanecía inmóvil, débil.

PD. Al día siguiente, luego de despertarme me aproximo a ver afuera, el perro no estaba, pensé que se había ido y había muerto desangrado, el perro después de todo es animal y era difícil que no se rasque la herida; pero no, al momento de irme a la universidad, salgo y lo veo parado fuera de la casa, con una fuerza infranqueable, con tantas ganas de vivir.

2 comentarios:

  1. Animales! Los que le hicieron eso al pobre perrito si lo son.. menos mal que todo acabó bien.. a esos lo que les hace falta es una correa para mantenerlos firmes y un bozal para que dejen de morder.. que asco me dan!

    Y al perrito dale un buen hueso y acaricialo de mi parte xd
    http://www.leandrogabrielranno.blogspot.com/
    Pasate si tienes tiempo y comenta, gracias :D

    PD. Me gusta como escribes

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  2. Eli:

    Existe cada tipo de ser humano, que... bueno, en fin. Deben recordar que el mundo da vueltas.

    PD. Gracias, hace mucho que no recibía un post :) Dentro de un toque me daré una vueltita por tu blog.

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