martes, 1 de enero de 2013

Untitled

      Había abandonado mi horario habitual nocturno por un horario de 4:10 a 5:40. Las cosas cambiaron un poco: la gente no era mayor como en mi anterior horario sino eran chibolos entre quince y dieciocho años. Algunos de ellos venían vestidos con su uniforme escolar. El profesor que me había tocado era un gordo alto, de cabello parado debido a la abundante cantidad de gel que utilizaba, bien parecido. Al transcurrir de los días me di cuenta de su opción sexual, aunque nunca me importó ya que como teacher era respetable. Entre los alumnos había un sujeto que parecía retrasado mental que se esforzaba en participar, posteriormente me confesó que había jalado el mes anterior. Señores y señoras del jurado (permítanme hacerle un homenaje al gran Vladimir Nabokov) ahora me toca describir a Melanie, aquella personilla que será la protagonista de este remedo de cuento. Melanie era una chiquilla de diecisiete años, alta, de tez canela, quizá no tan agraciada de cara pero con una gran sonrisa y un buen par de atributos traseros. La mayoría de las clases me sentaba junto a ella y hacíamos el “work in pairs”, intercambiábamos algunas ideas y al pasar de los días me empezó a atraer. Ahora me preguntó qué cosa me atrajo de ella pero bueno, eso es más que obvio. A pesar de que habíamos construido una ligera amistad, nunca me sentí en confianza de dar otro paso, invitarla a salir y esas cosas mundanas… 


                                                             *** 


      Termino de cenar y cojo mi celular con gran intriga para saber de quién era ese número desconocido. Mis intentos se veían opacados, olvidé que en mi cuarto no hay señal. Subo al tercer piso, a la lavandería, y llamo, me contesta un tipo, le digo que había recibido una llamada suya en la tarde y me dice que le pase con una tal Katty, le respondo con un: “número equivocado”. Bajo desilusionado dirigiéndome a mi habitación. Abro el facebook y veo que tenía una nueva solicitud de amigos, me doy con la colosal sorpresa que era ella: Melanie. Mi corazón se me salía del pecho, mis pupilas permanecían dilatadas, mi respiración se entrecortaba. Luego de reponerme, acepto la solicitud, en seguida, Melanie me escribe. Sin saber qué hacer, cierro la web y finalizo mi resumen de ética. Respiro honda y profundamente y abro la web de nuevo. 
        -¿Quién eres? ¿Tú me mandaste la carta? 
      -Aja –escupiendo palabras- estábamos en el británico de Camacho con un profe gordito, no sé si te acuerdes. 
      -¿Por qué la necesidad de mandarme eso? 
      No sabía que responderle, sentía un desagrado abismal por parte de ella. 
      -Simplemente para no perder contacto, pero si no te agradó, disculpa, fue pues. 
      -Es que es muy raro que me des eso, es la primera vez que escucho que alguien para no perder la comunicación envía una carta. 
    Era cierto, nadie hace eso en estos tiempos, pero no me quedaba de otra. Influenciado de las innumerables novelas que leí, decidí hacerlo. Pensé en realidad que si contestaba, me iba a responder amablemente y siguiéndome el puto juego, pero no pensé que me respondería tan fría, tan indiferente, tan desagradada. Continuando con la conversación casual, escribí risas y un “pucha…” 
      -¿Te puedo preguntar algo? 
      -Dímelo. 
      -¿Por qué necesariamente me tuviste que dar eso y en horas de clase? –al ver que no habían respuestas escritas- ¿Me respondes? 
      -Ah, bueno, se me ocurrió –Esa pregunta estaba realmente demás, lo mejor era seguir conversando acerca de nosotros y tal vez, cuando salgamos, preguntármelo cara a cara para corroborar sentimientos- Y por qué en clases: porque estaba de pasada por ahí. 
      -¿Tú fuiste el que lo llevó o fue una chica? 
      -Fue una chica, una amiga. 
      -Igual es. 
      Sentía que perdía el tiempo y cada vez que leía alguna frase suya, alguna respuesta, alguna mísera palabra escrita por sus dedos pensaba en eliminarla de inmediato de mi facebook, pero no, tanto esfuerzo valía la pena esperar más. Entro a su perfil y veo algunas fotos suyas, era necesario hacerlo, cada vez que veía una foto me preguntaba: “¿Pero en que chucha estuve pensando (Realmente no era de mis gustos, no tenía la cara de princesa, ni siquiera merecía andar conmigo), “¿a esta chica presentaría a mis amigos, a mis primos, a mis viejos y hermano? (algún día), ni cagando…” No es por creerme la gran cagada, ni darme de vanidoso pero no estaba a la altura para siquiera salir conmigo, era demasiado para ella. Estuve ciego por más de un mes, completamente ciego, eso me pasó por fijarme en su colosal trasero (bueno, al menos eso sí fue digno de admirar) y olvidar su rostro, su forma de ser, tantas cosas. Sentía ganas increíbles de beber mucho alcohol, fumar y olvidarme de esa mierda. No cabe duda que tendría que esperar hasta el sábado y desquitarme con mis malos amigos, aquellos que están siempre ahí, en las buenas y en las malas, compartiendo mis vicios y conversaciones filosóficas, aquellos que a pesar de saber todo de mí, aun seguían siendo mis amigos.


PD. Y la carta que Ignacio le escribió a su musa fue la siguiente:

Quizá te parezca sumamente extraño, raro (puedo atreverme a escribir un adjetivo como tan misterioso) que una chica a la cual no conoces te entregue esta carta, pero bueno, antes que rompas la carta sin haber leído lo demás (si es que aun no lo has hecho y esté, de repente, escribiendo en vano) me presentaré: soy Ignacio, sí, estuvimos en el mismo aula en el Británico –intermedio 4–. En el poco tiempo que intercambiamos palabras y sonreías resplandecientemente, me pareciste alguien muy interesante. Quise pedirte tu msn el día del final exam; lo recuerdo como si fuera ayer. Estábamos, todos, ansiosos y nerviosos por el examen, pensé en esperarte a que salieras (porque yo entregué primero el examen) y dialogar un breve momento, pero la mala fortuna de revisar mi libro y comprobar mis errores me hicieron que me vaya a casa. No importa. Felizmente pasé con una nota ridícula y por razones de tiempo por la universidad me cambié a sabatinos en San Borja, así que volverte a ver en el Británico se me haría muy difícil, es por eso que aprovechando mi afición literaria te escribo, no quiero aburrirte más… espero que respondas (no sabes cuan feliz me haría) esta humilde carta cargada de confesiones [A continuación escribió su correo electrónico y su número celular, por último se despedió con un seco adiós].