viernes, 12 de marzo de 2010

Capítulo VI - La italiana

Era una tarde muy lluviosa de otoño. Tony se encontraba solo en casa. Estaba perdiendo el tiempo con su laptop cuando se escucha que alguien toca el timbre. Malhumorado se aproxima a la puerta, cuando abre se lleva una gran sorpresa.
–¡Hola!, soy tu nueva vecina –dijo la misteriosa muchacha.
La chica que tenia enfrente era muy hermosa, en sus ojos peleaba las llamas del crepúsculo, sus labios eran como pétalos perfumados. Jamás había visto antes una chica tan bella como ella.
–Hola –respondió Tony a penas pudo sacar la voz. A pesar que tenía mucho éxito y experiencia en el trato con las mujeres. Esta vez, no fue así. Se quedó atónito al verla–. Pasa.
      La chica entra y se sientan en el mueble. Ella se presenta. Se llamaba Isabella Antoniacci Picasso. Había llegado de Italia hace un par de años atrás, debido a los negocios de su padre, negocios de los cuales no quiso entrar en detalles. Seguía siendo un misterio. Estudiaba en la universidad de Lima. Luego de parlotear un rato, el incomodo silencio se apoderó del lugar. Para entrar en mayor confianza, Tony saca una botella de Whisky Jack Daniels y empiezan a tomar mientras conversan. Estaba acostumbrado en hacer eso; traer chicas y emborracharlas. La noche los sorprendió. Intentó besarla, pero ella lo esquivó. Ansioso con las ganas lo dejó. Las horas pasaron cuando vuelven a tocar la puerta, los golpes eran tan fuertes que parecía que en cualquier momento iban a tumbar la puerta. Tony extrañado abre la puerta y se encuentra con un tipo alto, blancón, con facciones europeas. Desde el momento que lo vio pudo saber que era un tipo matonesco, altanero, de pocos amigos.
      –¡Isabella! Sé que estás ahí adentro –bramó aquel tipo.
      –Qué pasa, ¿lo puedo ayudar en algo? –trató de entibiar el ambiente que se había creado.
      –Papá, siempre te comportas así. Ya salgo... –dijo Isabella, en su voz se podía apreciar el miedo que sentía.
      Aquel tipo la sujeta del brazo y salen sin despedirse. Desde ese momento Tony empezó a odiarlo y sintió la curiosidad de saber quién era en realidad.
      Al día siguiente, Tony le devuelve la visita, sin importarle lo que podía pasar y la invita a la fiesta por inicio de clases de su universidad. La vida le parecía sonreír a Tony, no era feliz desde hacía mucho tiempo atrás.
      Llega a la universidad y comenta a sus amigos inseparables acerca de su nueva vecina.
      –¡Putamadre! Tengo una nueva vecina, está más rica, encima es italiana.
      Sus amigos se rieron y empezaron a joderlo. Dejó bien en claro, que aunque sea italiana y fuera lo que sea, no aceptaría una relación comprometedora. A él le gustaba el amor libre. Era un amante a la literatura. Recitaba poemas desde los de Neruda hasta los de Bukowski. Leía a Faulkner, al Gabo García, a Vargas Llosa. En sus más locos y remotos sueños pensó en escribir como ellos. Por otro lado, sentía que esa chica no le correspondía, era la única que no había caído en sus encantos y su galantería. No quería manchar esa imagen que se había creado. Entonces dejó de ilusionarse.
Se quedaron Tony y Thiago, los demás se habían ido.
      -Un clavo saca otro clavo – dijo Tony.
      -¡Ja! Cuando no tú – respondió Thiago
      -Cuando veas a esa chica, vas a quedarte estúpido, más de lo que estás –añadió Tony – Te olvidarás de rita, ya lo verás.
      Se rieron.
      -Lo malo, es que es un poco misteriosa
      -En qué sentido.
     -Como que guarda secretos, será que no se siente mucho en confianza. Es natural, recién nos conocemos.
      -Será…
      -Su padre es un desquiciado, averiguaré muy pronto a qué se dedica. Tengo un mal presentimiento.
      -No te metas en problemas por las puras.
      El día de la fiesta llegó. Todos estaban entusiasmados, interesados en conocer a la chica misteriosa de la que hablaba Tony. Se reunieron afuera de la discoteca. Como siempre, Tony fue el último en llegar. Vino acompañado de Isabella. Al verla se miran unos a otros, la saludan y entran. Hubo una conexión entre Thiago e Isabella. Era algo inevitable, fue el comienzo.
      Las almas bohemias disfrutaban la música contemporánea, estaban en su éxtasis. Las drogas no podían faltar. No se divertían hace muchísimo tiempo. Thiago no quiso perder tiempo y sacó a bailar a Isabella, no se desprendía de ella en ningún momento. Sus amigos se dieron cuenta y se rieron a sus espaldas. A pesar de esto, a Isabella no le incomodaba. Había encontrado algo en él que le llamaba la atención. Se quisieron comunicar, pero la extrema bulla fue un cruel cómplice. No tuvieron otra opción que salir de la discoteca. Estaban en la calle de las pizzas, subieron a un taxi y fueron a Larcomar. La intimidad de la playa en la noche era un excelente complemento para este encuentro furtivo. Thiago saca un cigarrillo de su bolsillo y se lo pone a la boca. Dialogan sobre ellos dos. Thiago la piropea diciéndole que era la mujer más bella que había visto. Isabella se sonroja y baja la cabeza. Thiago la mira a los ojos y la besa. Fue algo tan sublime, que luego de ese beso Thiago queda perdidamente enamorado de ella. Isabella voltea el rostro y argumenta que no es una chica fácil, que eso no debió pasar. No podía engañarlo, los sentimientos encontrados la delataron. Echó a llorar y murmuró que su padre iba impedir su relación.
      –Tú no conoces a mi padre. Mi papá es un hombre muy peligroso. Si nos ve juntos me llevaría a Italia u otro país y a ti te mataría.
      –Qué hablas. Ni que fuera loco.
      –Está en negocios turbios. El entorno en que se maneja es demasiado peligroso.
      –No entiendo. Explícame.
      –Mi padre es narcotraficante.
      Al escuchar estas palabras quedó estupefacto. Sintió que estaba en un barco, sin brisa, sin dirección, estacionado en medio del mar. Empezó a recordar las palabras de Tony: “Cuidado. Esa chica es algo misteriosa”. “Su padre es un desquiciado, averiguaré muy pronto a qué se dedica. Tengo un mal presentimiento”. No lo podía creer.

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