jueves, 18 de marzo de 2010

Capítulo VII - La peor estupidez

Muy tarde en la noche, Thiago no podia conciliar sueño. Aquellas escenas vividas hacía unas horas no dejaban de repetirse en su mente. No era posible que detrás de esa princesa que había conocido, estaba un ser tan ruin como lo era su padre. No le importó que fuese madrugada, eran casi las cuatro y media. Salió con su perro a caminar por el parque, donde con un cigarrillo en mano no dejaba de analizar lo ocurrido. Ese día no pudo dormir.
Era domingo y aunque todavia no amanecia, agarró su telefono y marcó el número de Tony. Él aún no llegaba a casa. Contestó su madre preocupada. Thiago se sintió tan impotente que maldijo ese día.
      Por otro lado, Renato estaba terriblemente angustiado. Su padre le dio un ultimatum de que si no conseguía trabajo lo botaban de la casa. Ya estaban cansados de criar a un hijo tan engreido que sin merecer lo tenía todo. Pensó en sus amigos y al día siguiente en la universidad, les contó para que lo ayuden a conseguir un trabajo.
      –Veré si mi viejo te puede ayudar –indicó Tony–. Ven a mi casa a eso de las ocho de la noche.
      A pesar que Renato era uno de los primeros puestos en la universidad, cuando venian gente de empresas para contratar a los estudiantes, no lo escogían ya que no pasaba la prueba de entrevista. Era muy tímido con la gente que desconocía. Tenia un caracter introvertido.
       Renato estaba muy entusiasmado. Llegó puntual al encuentro pactado. El papá de Tony le abrió la puerta. Luego de un apretón de manos suben a la pequeña biblioteca que estaba ubicada en el tercer piso. Pudo apreciar que no era nada pequeña, al contrario, era muy extensa. Tenía cálidos muebles, una enorme mesa negra, un giganteso armario donde estaban innumerables libros. El piso era elegantísimo, estaba diseñado con lo último de la moda europea. En la pared había un retrato de una hermosa mujer, que de seguro era la madre de Tony.
      –Bueno, mi hijo me dijo que necesitabas trabajo.
      –Sí –respondió Renato encogido de hombros.
      –Dime, ¿tienes un buen trato con la gente?
      Renato se incomodó porque tocaron su talón de Aquiles.
      –Se podria decir que sí.
      –¿Consideras que tienes "pasta" de líder?
      –Considero que el lider además de que se nace se hace.
      –Buena respuesta. ¿Tienes alguna experiencia laboral o sea administrando una empresa?
      –La verdad que no -sonrió-. Pero siempre hay un comienzo.
      –No se diga más. Dentro de mes y medio habrá un concurso de puestos para los nuevos administradores. Tú sabes, soy gerente general y tengo mucho peso. Fácil y te consigo un puesto de jefe de área.
        Renato abrió los ojos, sorprendido. Bajó la cara y la volvió a subir. Esta vez lo miró a los ojos.
        –Señor, necesito el trabajo lo más antes posible.
        –Lo siento. Tendrás que esperar. No sería muy ético que despida a alguien y a los minutos contrate a un conocido. El trabajo lo tendrás, sólo habrá que esperar.
        Renato se sintió con la soga en el cuello. En su casa, sus padres le dieron como ultimatum de que si no conseguía trabajo hasta el viernes se iba a despedir de los lujos de su casa.
        –Gracias.
        Se extendieron la mano. Sale de la casa desconcertado y encuentra a Isabella. Se saludan con un beso en la mejilla. Muy nervioso le cuenta su problema.
        –Te puedo ayudar –dijo Isabella–. Bueno, sé quien te puede ayudar.
        –¿Quién?
        –El amigo de mi padre –hizo una pausa–. Eso sí, no se lo digas a nadie.
        –Ok –respondió Renato en señal de extrema confidencia.
        Isabella toca el tema con su padre y él, desinteresado, acepta contactarse con su amigo.
        –Cítalo mañana en la Plaza de Armas, frente a la Catedral.
        Al día siguiente recibe un mensaje en su celular que le indicaba sobre el encuentro. Nunca se imaginó que sería el comienzo del final. Cogió lo primero que había en el closet y fue a darles el encuentro.
       Llegó al lugar. Encuentra al padre de Isabella sentado con un hombre misterioso. Él no era de Italia. Tenía rasgos latinos, supuso que era de Colombia. Era de piel morena y tenia pelo crespo. Vestia smoking y en la boca tenía un puro.
       –Hola muchachón –dijo aquel hombre misterioso.
       –Buenas tardes –en ese momento Renato sintió un nudo en la garganta.
       –Vamos a ir directo al grano –replicó aquel hombre sacando una pequeña caja.
       Renato frunció las cejas en señal de desconfianza.
       –Quiero que lleves esta mercaderia en tu cuerpo. La envuelves y te la tragas pedazo por pedazo. No te pasará nada, este método es infalible.
       Miles de ideas pasaron por su mente, no sabía qué pensar ni qué responder. Estaba entre la espada y la pared. Sabía que era como jugar en un abismo: el mínimo error lo pagaría muy caro. No tenía otra opción.
       –¿Cuánto me pagaran?
       –Mucho, mucho.
       –Aproximadamente.
       Aquel hombre moreno chasqueó la boca.
      –Mil dolares, ¿qué mas puedes pedir para algo tan facil?
      Renato era de esas personas que nunca decían "no" ante una petición.
      –Ya pues...
      Ese problema lo atormentaba. Se puso distraido, ensimismado en aquel asunto. En la universidad no ponía  atención a la pizarra. La cabeza le daba vueltas.
      –¿Qué te pasa? –preguntó Thiago.
      Luego de un rato movió la cabeza negativamente.
      -No, nada.
      Thiago se dio cuenta de que algo le estaba pasando a su amigo.
      El día pactado llegó. Envolvió los gramos de cocaína con un guante quirúrjico en forma de grandes píldoras y se las tragó. Le dijo a  sus padres que se iba a ir una temporada al extranjero con la universidad, presintió que quizás no los volvería a ver después de mucho tiempo. Se despidió de ellos con un fuerte y emotivo abrazo. Se dirigió al aeropuerto en taxi. No pudo aguantar el gran malestar que sentia debido a lo ingerido.
      –¿Dónde está el baño?, me siento mal –dijo Renato.
      –¿Qué tiene? –respondió el supervisor.
      –Un fuerte dolor de estómago.
      –¿Llamo a un médico?
      –No, no. Nada de médicos. Sólo quiero ir al baño.
      –Bueno, siga defrente a la izquierda.
      –Ok.
     Renato defecó y vio que la "mercadería" estaba flotando en el excusado. Sin pensar se las tragó de nuevo. Estaba totalmente asqueado por lo que se cepilló los dientes para así anular el hedor producido.
      Al salir del baño se encuentra con el supervisor.
      –Señor, su vuelo se ha retrasado debido a unos inconvenientes.
El vuelo era a la una; el próximo salia a las cuatro de la tarde. Renato sintió que se estaba hundiendo en un pantano. Su rostro se desencajó al escuchar aquella noticia. La droga se le estaba reventando en el estómago. No creyó que pudiera aguantar más y volvió ir al baño. El supervisor se dio cuenta de esto y llamó a los oficiales. Estaban esperándolo afuera del baño. Lo llevaron a un cuarto en donde un tipo le ordenó que se desvistiera para asi poder revisarlo.
      –¡Llama a DIRANDRO! –dijo el supervisor al sospechar de que algo no estaba bien.
      Vinieron los seguridad de DIRANDRO (Organización de policia antidrogas) y con un fierro pincharon su maleta de bodega.
      –Esto es droga –dijeron los oficiales.
      –No, no –suplicó– ¡Esto no es mio!
     Renato estaba hecho mierda, en ese momento deseó no haber nacido. Lo llevaron a la cárcel de inmediato. Entre las rejas maldecía haber cometido esa estupidez, la desesperación y las malas decisiones lo llevaron a un nefasto final.
    Sus padres y amigos lloraron su pérdida. Fue en eso cuando Isabella no aguanta más y le cuenta a Thiago que fue por su culpa.  Thiago se sintió traicionado, sabía que no podía confiar en ella. Desde ese momento se alejó de ella y la odió por algunos días.
    
      
       

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