domingo, 14 de febrero de 2010

Capítulo I - Determinación

Thiago se sentía muy presionado, era el “día D”, el día que quizás cambiaria su vida: iba a dar el examen de admisión de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Luego de bañarse, escogió cuidadosamente su ropa: polo anaranjado, un jean azul, zapatillas Adidas blancas. Faltaba algo, la correa. Buscó en toda la casa y no la encontró. El tiempo era cada vez más escaso. Mientras estaba desayunando suena el teléfono, era su mejor amigo del colegio, Juan.
      –¿Aló? –levantó el teléfono.
      –Apúrate pues, quedamos a las siete –responde Juan.
      –¡Ah! Disculpa, ya estoy saliendo –mintió para salir del problema.
      Terminó de desayunar y se despidió de sus padres con un beso. “Suerte en tu examen”, le dijeron. Con pasos largos y rápidos llegó al paradero. Se mete la mano al bolsillo y se da con la sorpresa que la ficha de postulante no estaba (en universidades estatales se acostumbra dar una ficha; en vez de un carnet como lo hacen las universidades particulares). No tuvo otra alternativa que regresar corriendo a la casa. Ya con la ficha bajo su poder subió al ómnibus. Al bajar divisó entre la multitud a su amigo.
        –Te estaba esperando cerca de una hora –dijo Juan, apartandose del asiento.
        –Disculpa pasó una serie de inconvenientes.
        Se bajaron en la huaca, la puerta principal. Caminaron cerca de media hora. Su amigo subió a la facultad de ingeniería; él, a la de Derecho. En la puerta estaba un tipo que guiaba a los postulantes cual era su salón, les indicaba según su código. Thiago no sabía su código ya que había botado su carpeta de postulantes antes de entrar. Buscó en todos los salones sus datos y no se ubicó. Desesperado salió y halló como especie de un kiosco en donde atendían problemas. Luego de una larga cola le dieron sus datos y presurosamente se dirigió al salón.
      Eran las diez y su examen comenzaba media hora después. Entró y divisó a la gente que postulaba, todos eran mayores que él, era gente que postulaba más de tres veces, con mucha más experiencia que él. Eso no lo amilanó. Se acercó al profesor jurado y revisó sus datos, puso su huella digital y firmó. El examen era sumamente difícil. Constaba de cien preguntas, cada pregunta valía veinte puntos, pero cada error te bajaba cerca de cinco puntos. Jugar a la suerte era un suicidio. En ese tiempo, el examen no abarcaba todos los cursos, sino cinco cursos referidos a la carrera que ibas más cuatro de matemáticas. Se persigno y respondió cerca de ochenta preguntas.
       Llegó a su casa y se obsesionó por saber su resultado. Esperó hasta la medianoche, hora que se dignaron a publicar los resultados. El corazón le latía aceleradamente, cerca de cien latidos por minuto. Vio su resultado y dijo: “Putamadre, fue pues”. Se resignó y se acercó a sus padres.
      –Qué tal –le preguntaron
      –Nada, ya saben –bajó la cabeza-. No ingresé.
     Era una locura ingresar. Sólo había noventa y tres vacantes para cerca de mil ochocientos postulantes. Qué podía hacer un muchacho recién egresado del colegio con un ciclo intensivo de pre: ¡Nada!
      Solía subir a su terraza en las noches y mirar las estrellas pensando y fumando unos cigarrillos marlboro.
      –¡Putamadre! ya es julio y hasta ahora no he ingresado a la universidad, cómo es posible que mis amigos ya estén en la universidad y yo no. Bueno, ellos están en la San Martín, "el arca de Noe", ahí cualquiera ingresa; mi situación es totalmente diferente, tengo que competir contra medio Perú para unas pocas vacantes. Si sigo así voy a terminar mi carrera cuando esté viejo y ¡la cagada! Además, no sé si economía sea bueno en una estatal, o sea de qué me servirá terminar la universidad si al final no conseguiré trabajo. ¡Pucha! como quisiera estudiar en la universidad del Atlántico, creo que tendré que hablar con mi viejo mañana y ver ese tema.
      Al día siguiente, Thiago llega de la pre, se cambia de ropa, se lava y baja a comer a la mesa.
      –Papá, he estado pensando y no sé si tanta lucha para entrar a una estatal valga la pena. Poniendo un ejemplo van a competir cuatro economistas en un trabajo; uno egresado de la universidad del Atlántico, otro de la de Lima, otro de la San Marcos y otro de la Cesar Vallejo. Sólo hay dos puestos para ese trabajo ¿A quién elijen? Sin pensarlo al del Atlántico y al otro de la de Lima. No hay punto de comparación entre esas universidades.
      –Ya, está bien. Por qué me dices todo eso, a qué se debe.
      –Es que, quiero postular a la del Atlántico.
      –¿Cómo?, ya hemos hablado de eso. Tu hermano aun esta en la universidad, y sería imposible pagar dos mensualidades.
      –A él le falta un ciclo para terminar.
      –Sí, lo sé. Pero, esa universidad es demasiado cara, la mensualidad es casi el doble o más de lo que paga tu hermano en su universidad.
      –A veces hay que hacer un esfuerzo.
      El padre de Thiago se puso a pensar. Le torturaba la idea de pagar más de lo debido, lo que iba a pagar en la mensualidad de su hijo iba a ser casi la mitad de lo que gane al mes. Pero tampoco podía dejarlo solo. Siempre quiso lo mejor para él, así que aceptó que Thiago pueda postular a esa universidad.
      Thiago desde ese momento se puso a estudiar muy duro, se dedicó día y noche. Para letras se puso a leer todos los libros de la pre. Para números, se fue a practicar con un profesor particular que iba todos los días en la tarde. Tenia que soportar a los demás alumnos de ese profesor. Eran unos adolescentes que cursaban la secundaria, pero parecían niños, se comportaban de una manera tan estúpida e infantil. Thiago no les hacia caso y se dedicaba sólo a estudiar, ya que el sueño de conseguir un futuro mejor era más que cualquier cosa. Dejaba el messenger a un lado y se dedicaba a buscar en Internet temas de cultura general, cosa que jamás hacia.
      Muy nervioso se presenta a la primera opción, la entrevista. Entró a la universidad, caminó por los pasillos y esperó su turno afuera del salón donde hacían las entrevistas. Llegó su turno. Un tipo de aspecto rudo y hostil lo invita a pasar. Le hace una serie de preguntas como en qué colegio ha estudiado, sus perspectivas de la universidad y demás cosas. Mostró sus notas del colegio, su promedio ponderado era de quince, como ellos exigían de diecisiete para arriba, no fue admitido.
      No se dio por vencido y se lanzó al examen de admisión, donde ingresó en tercer puesto en su carrera, administración, la cual después de mucho que pensar, llegó a la conclusión de que economía no era su destino sino administración.
      Cumpleaños de Kathy, oportunidad de un reencuentro con la promoción. Toca el timbre, y se escucha que alguien dice: “Mira, ya llegó Thiago”. Entra.
      –Así que Universidad del Atlántico, ¿no? –pregunta Kathy.
      –Si pues, más nada... –responde Thiago.
      –Ya ves, tanto decías que ibas a ingresar a una estatal, que las particulares son para brutos, y terminas estudiando en la universidad más cara –enfatiza Juan.
      –Cambié de opinión pues.- responde burlonamente.
      –Oye, me han dicho que en esa universidad hay unas jermazas -dice Juan.
      –Debe ser. Pero yo iré a estudiar nomás, lo demás es secundario.
      –Ya pues... –respondieron luego de soltar una carcajada.
      –En serio.
      –Esa universidad es fichaza. Ahora tendrás que gastar tu plata y no ser el duro de siempre.
      –Si pues, que huevada –en joda prosigue- Que se cuiden los burgueses, porque ahí va Thiago Paredes Ferreyra a hacer historia.
      Después de ese día, pasa un mes. Llega el primer día de clases. Thiago baja del microbus y se da con la sorpresa que los estudiantes, la gran mayoría, venían en su propio auto, de seguro y unos de los más lujosos de Lima. Se dio cuenta que estaba en una realidad muy distinta a la suya. A diferencia de ellos, el viajaba en microbús, esos que a las siete de la mañana está repleto de gente. Donde el olor de la gente que no se baña se apodera del ambiente. Y Cuando suben ancianas y madres gestantes, él a pesar de sentarse en los llamados "asientos reservados" se hacia el dormido como diciendo "¡Oh!, me cago en Dios". Ese lugar muy pintoresco y popular era su realidad. No se sintió intimidado y entra a la universidad, se dirige a la facultad de ciencias económicas y empresariales. Al desconocer el aula que le tocaba clases se queda inmóvil, en eso, llega un chico alto de pelo rubio ondulado.
      –Hola, tú debes ser cachimbo, ¿no?
      –Ah, ¡hola!... si pues.
      –Soy Tony
      –Thiago, mucho gusto.
      –Y en qué aula te toca.
      –La verdad, no lo sé.
      –¡Qué tal webas! ¿Acaso no te han dado una guía de matricula?
      –Sí, pero no lo traje.
      –¿A qué carrera vas?
      –Administración.
      –Ah, manya. Estarás en mi grupo, o sea en mi aula.
     Dicho y hecho, tenia razón, eran del mismo grupo. Entran al aula y conocen a Roberto, Alexis, Leslie, Tony, Rita, Renato y Yardel, los cuales más adelante iban a ser parte de las cosas más locas y anecdóticas que pueda vivir un adolescente que empieza a entrar a la etapa de la juventud.

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