lunes, 1 de febrero de 2010

Lucas, ¿dónde estás?

Regresamos de la casa de Gretel, como es habitual en Lucas, mi perro, estaba parado en la ventana de la sala, esperando la llegada de sus amos. Apenas se abrió la puerta, salió desesperado dándonos una bienvenida con abrazos y besos, y reclamando con sus artimañas, un paseo por el parque, logró su cometido.
Después de eso, cansado, llegué a mi cuarto, y me dispuse a dormir. Entre sueños escuché que mi mamá le decía a mi papá: “Haz pasar al Lucas, que está afuera”, salió y no lo encontró. Al escuchar eso, me levanté y dije: “Si ya salió al parque, ¿Por qué lo han dejado salir otra vez?”, no podía soportar que otro perro desaparezca. Rambo, mi antiguo perro, desapareció, bueno, el siempre salía y desaparecía unos días, hasta que un día nunca llegó, lo fuimos a buscar por todos lados, pero nunca lo hallamos, lo más probable es que fue secuestrado por esos carros que se llevan a los perros para donárselos como material de experimento a las facultades de medicina en las universidades.
      Subí a la terraza y pensé si este mundo es peligroso para cualquiera, qué le podría pasar a Lucas, que es un perro indefenso, muy distinto al anterior perro, que era temerario y bien respetado por los demás. Sentí que el mundo se paralizaba, estaba desesperado, pensativo, no podía dormir, a pesar que ya era madrugada, el frío de la noche no podía detenerme. Pasaron unas horas hasta que apareció Lucas en la esquina volviendo con mis padres, lo fueron a buscar, bajé y lo encontré cansado y feliz. No lo podía regañar ni nada, estaba de más hacer eso, con una sonrisa en mi rostro, me fui a mi cama a dormir, y olvidar ese mal momento.

PD1. Prefiero un perro que una perra 
PD2. Foto tomada en el lejano 2008.