sábado, 27 de febrero de 2010

Capítulo IV - Decisión fatal

Transcurrió el tiempo desde que Alexis y Diana se juraran fidelidad y amor eterno. A los dos meses y medio regresa de viaje doña Claudia Del Portal, madre de Alexis, junto con su sobrino, Manuel. Él era un prestigioso doctor, a pesar de tener tan sólo veinticinco años. Había venido de hacer un post grado en Paris, por lo que elevó su status y su buen gusto por la vestimenta. Estaba cansado de las mujeres de Europa, y venir a la casa de su primo, en San Isidro, no cambiaría mucho el estereotipo de las mujeres, altas, blancas, algunas rubias; por eso, al ver a Diana por primera vez, sintió un deseo de poseerla, pero al ver que ésta le correspondía a su primo, no hacia nada, sabía que era como una fruta prohibida, sólo se conformaba en imaginársela desnuda, con su cabello negro azabache, sus trenzas, su contorneada figura. En cambio, doña Claudia del Portal miraba con malos ojos esa relación, la calificaba de absurda y creía que alguna vez se le iba a pasar el capricho a su hijo. Alexis aprovechaba que su madre se iba a trabajar casi todo el día. Cada vez que Alexis llegaba de la universidad se perdía en Diana, la besaba, recorría su cuerpo con los labios, lentamente. Se acostaban juntos, pero inteligentemente no amanecían en la misma cama, para no levantar mayores sospechas de las que se había difundido.
       Todo era felicidad, hasta que un día la madre, extrañada, le dice a Alexis que no encuentra a Diana en ninguna parte, él al escuchar esto no lo podía creer, la buscó en toda la casa, intentó ubicarla por el celular pero ella no respondió sus llamadas. Más tarde, se puso a pensar en donde se habría ido. Llegó a la conclusión de que estaba en su tierra natal, Piura. Justo era viernes y tenia un fin de semana libre, no lo pensó más y fue en busca de su amada. El ya había ido a Piura, pero a la zona burgués, donde están los hoteles cinco estrellas, cerca de la plaza de armas y a las discotecas. Nunca se iba a imaginar que ella viviese en una pocilga.
      Al llegar a Piura, preguntó a los pobladores del lugar donde quedaba la dirección que tenia en un papel, la dirección de Diana, le dijeron que se vaya con cuidado porque al ver a alguien como el, de seguro y le quitaban todas sus pertenencias y a lo mejor lo mataban, era un suburbio ese lugar. Cegado por el amor, no hizo caso y fue hacia aya.
      Salió a abrir la puerta una muchacha desvalida, ojerosa, pálida, era Diana, estaba completamente irreconocible.
      –Principessa, ¿dónde te habías metido? –dijo Alexis–. Estuve preocupado por ti ¿Te sientes mal?
      –Sí –respondió Diana, desganada–. Estoy embarazada.
      Lo dicho, le pareció a Alexis un cachetadón. Retrocedió hasta sentir la pared. Recordó fugazmente, cómo eso de jugar a enamorarse y pasarla bien, traería consecuencias tan nefastas, como esta. Imaginó, abandonando la universidad y ser exiliado de su casa, obviamente, sus padres no iban a permitir tremendo error y lo abandonarían a su suerte.
      –¡Putamadre! Te dije que te cuidaras –argumentó Alexis, con una lágrima que le brotaba del rostro.
      –No te preocupes, lo pensé y… voy a abortar –respondió ella.
       Sintió un alivio al escuchar esto. Aunque detestaba la idea del aborto, creyó que era la única alternativa para tener un futuro digno.
       Compartieron una taza de té sentados sobre la cama, porque había una sola silla. Diana le contó su pasado, de un padre alcohólico y mujeriego, de una madre fatigada por el arduo trabajo que tenia que hacer para mantener a sus cinco hijos. El se sincero con ella y termino por aceptarlo, ella tenia razón, lo de ellos nunca funcionaría. Durmieron juntos por última vez, al despertar buscaron una solución al problema.
       –¿Y qué haremos?
       –Tu primo, Manuel, es doctor, ¿no?
       –Si, ¿y que chucha tiene que ver ese imbécil acá?
       –No sé, por las huevas estudias. Piensa un poco. Pídele ayuda.
       Miles de recuerdos pasaron por la mente de Alexis en una fracción de segundo. Aquel primo ejemplar, que sacaba buenas notas, que había ingresado primer puesto en la Cayetano y que se fue a hacer un post grado en Paris, ese sujeto al que le tenia envidia y cólera, más tarde, seria el que lo ayude a salvar su destino.
       –Ya, bueno, vamos a Lima.
       Tomaron un bus interprovincial, y esperaron ansiosos, cerca de trece horas, el tiempo que dura el trayecto. Esperaron a que doña Claudia no este en casa, para hablar con Manuel. Ahora, Manuel tenía a su primo al frente, mirándolo con la expresión culpable y suplicante que jamás había visto en él.
       –Diana esta embarazada –dijo Alexis sin vacilación.
       Tuvo que repetirlo porque Manuel se quedó estupefacto, no le cabía la idea de semejante equivocación. Dentro de él tenía la esperanza de que la relación de ellos dos acabase, de que ella no era para él ya que Alexis tan sólo tenía diecinueve años en comparación a los veinticuatro de Diana. Tenia la ilusión viva de llevársela lejos de ahí y vivir una vida armoniosa, perfecta, sin problemas.
       Se había negado a la verdad dolorosa que ahora tenia que enfrentar.
       –No me digas nada. No tengo vela en este entierro –replicó apenas pudo sacar la voz.
       Alexis se quedó atónito al saber la respuesta, hundió la cara entre las manos, desesperado.
       –¡Ayúdala!, por favor –suplicó.
       Manuel cerró los ojos y pensó en eso momentos cuando él era un simple soñador esperando a su princesa, esperándola. Nunca se imaginó que esto pasase.
       –Bueno, cómo quieres que la ayude –respondió Manuel, desalentado.
       –Tú eres doctor. Sé que esto va en contra de tus principios y tu ética profesional. Pero, hazle un aborto –sugirió.
       Analizó la idea, puso en la balanza su ética profesional con el amor que le tenía a Diana. No le interesaba mucho el destino de Alexis, ya que en realidad él tampoco lo llevaba.
       –Ella confia en ti. Dice que tú eres el único que puede ayudarla –dijo Alexis.
       –Está bien. La ayudaré. Pero te juro que nunca más te ayudare en nada. Es más, no te volveré a ver nunca.
       –¡Gracias, primo! –atinó a decir Alexis, hipócritamente.
       No esperaron más. Manuel les dio cita en su prestigioso consultorio. No había enfermera, ya que lo que iban a hacer era clandestino, Alexis tuvo que ser su ayudante.
       Ambos primos, eran cómplices de una decisión fatal. Quizás de un aberración a la humanidad. Aunque Manuel nunca había practicado un aborto, el sabia al pie de la letra lo que tenia que hacer. Después de un sinnúmero de horas en las que los tres muchachos se sumergían en angustia. Lograron terminar la hazaña.
      –¡Idiota!, ¡ándate al baño y vomita toda la culpa! –gritó Manuel.
       Acto seguido, Diana vuelve en sí.
      –¿Crees que podré tener hijos?
      –Supongo que sí, pero esta vez búscales un padre responsable.
      Hicieron como si nada hubiera pasado, Diana se fue a su tierra natal, la cual fue acompañada con Manuel. Ignorando que al final se iban a quedar juntos y borrar ese pasado que jamás volverían a recordar.
      Alexis llega a su casa, con fiebre, sudando, seguía impactado por lo que había presenciado. Sufrió un trauma que le dificultó poder hablar. Esto le duró dos años, nueve meses y trece días, lo cual volvió a hablar cuando le pide a Leslie estar con él.

PD. Este capítulo es un homenaje a la gran e ilustre escritora Isabel Allende, gran parte de esta historia ha sido influenciada por un pasaje de la obra "La casa de los espíritus".

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